Argel: los límites del diálogo con España
En su tentativa de definir un socialismo tercermundista inspirado por las tesis nasseristas, los argelinos han cubierto en los últimos doce meses cuatro etapas que califican de históricas: la adopción de la «Carta Nacional» o código de conducta política, la aprobación por aplastante mayoría de una nueva Constitución que sustituye a la de 1963, a la que se tenía por relacionada con el pasado colonial, la legitimación constitucional del mandato de Bumedian, que había venido gobernando por decreto desde 1965, y la elección de una Asamblea encargada de compartir con este último los poderes legislativos.El conflicto del Sahara permanece en el centro de las inquietudes y constituye, por así decirlo, la prueba de toque en la que se debate la diplomacia argelina, consciente del grave peligro de un enfrentamiento armado con el vecino Marruecos.
En ese contexto importa clarificar el estado actual de las relaciones entre Argelia y España sobre las que se ha emitido últimamente un verdadero abanico de conjeturas que van desde la «progresiva normalización» al congelamiento, pasando por etapas en las que se ha mencionado la posibilidad de una abierta ruptura.
Para el director de Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores argelino, Abdelhamid Adjali, quien nos recibe en la cancillería rodeado de los funcionarios del departamento español, en nuestro país se ha venido alimentando la confusión acerca de los límites del diálogo hispano-argelino cuando por razones históricas, geográficas y culturales ambas capitales están llamadas a restablecer su confianza.
« España -nos dice- debía haber procedido a la descolonización del territorio teniendo en cuenta que Argelia, país limítrofe, se sentía implicada por lo que ocurría allí. A partir de esa actitud es lógico que nuestras relaciones se hayan visto comprometidas. España hizo suyo el compromiso de aplicar el derecho a la autodeterminación de los saharauis y al faltar al mismo se abrió una crisis muy grave en las relaciones de Madrid con el pueblo saharaui.»
El tono es duro. Para aliviar sus efectos, Adjali asegura que si las relaciones actuales con nuestro país son víctimas de la actitud española, ello no significa que no puedan evolucionar favorablemente, incluso con rapidez, si se crean las condiciones adecuadas.
¿Cuáles son éstas? Para nuestro interlocutor lo primero es que se restablezca la imagen que aquí se ha tenido siempre de España, que se rehabilite la posición española en la región, lo cual pasa por la promoción de un clima de confianza. La confianza será el «término clave» de los argelinos a lo largo de la conversación. Para ilustrar sus efectos, nos recuerda el proverbio árabe: «Cuando hemos sido picados por la víbora, no nos fiamos ni de un pedazo de soga...»
Esperanza en el nuevo Gabinete español
Algo ha cambiado, sin embargo, en el oscuro horizonte hispano-argelino. Este país reconoce que España practica ahora una política que traduce los sentimientos del pueblo español, y en cuanto a la política exterior del nuevo Gabinete español, los argelinos alimentan las mayores esperanzas.
-No deja de tener importancia -dice Adjali- que el ministro señor Oreja, en nombre del Gobierno español y del Rey, afirme oficialmente que España no reconoce la soberanía de Marruecos y Mauritania sobre el Sahara. Ello es muy valioso, porque de esa toma de posición trasciende un número de actitudes que deben ser adoptadas por el Gobierno si es consciente de sus propias afirmaciones. En primer lugar, hacia el pueblo saharaui; luego, hacia Rabat y Nouakchott, que usurpan una propiedad que no les pertenece, y, por último, hacia, Argelia, que tiene con España el punto común de no reconocer la soberanía de los dos últimos países.
Las ventas de armas y la cooperación técnico-militar con Rabat y Nouakchott no coadyuvan a restablecer esta confianza. A partir del punto común evocado antes por el alto funcionario argelino, éste insiste en los lazos históricos que unen España y Argelia con el pueblo saharaui. La segunda tiene fronteras con ese país y el lo debiera favorecer el diálogo.
Nuestra opinión es que si Marruecos y Mauritania están por una política de fuerza y agresión, Argelia y, si me lo puedo permitir, España son dos países que están por una solución política favorable al respeto del derecho a la autodeterminación de los saharauis.
Precisando conceptos y definiendo acciones, Adjali subraya que la comunidad internacional tiene también su palabra por decir, ya que se trata de un problema de descolonización.
-¿Aspiran los argelinos a que España «congele» sus relaciones con Rabat?
-No se trata de eso, ni mucho menos. (Nuestra pregunta hace que Adjali se lleve las manos a la cabeza en un gesto harto significativo.) Que Madrid no albergue el menor complejo en sus relaciones con Marruecos en lo que a nosotros concierne, ya que Argelia aboga por la estabilidad de la región y desea restablecer sus lazos fraternales con sus vecinos. En cuanto a España, miembro de la Conferencia de Seguridad Europea con muy estrechas relaciones con los países árabes y el mundo africano, para ser fiel a su imagen debiera desplegar una acción diplomática clara para impedir los procesos de intención que, erróneamente, considera se le hacen en esta parte del mundo.
-Y, sin embargo, ¿existe un riesgo de enfrentamiento armado con Marruecos?
-El riesgo existe por diversas razones. Marruecos ha tenido siempre una política de expansión hacia el conjunto de sus vecinos y, en particular, hacia Mauritania que llegó a reivindicar por entero.
El segundo fenómeno son las contradicciones existentes a nivel político marroquí. La política del puje entre las diferentes fases de autoridad en Marruecos mientras el ejército se empantana en el Sahara. En tercer lugar, por lo que atañe a los problemas del Sahara, estamos por una solución política y pacífica y, en consecuencia, Argelia no se considera implicada en la guerra que se desarrolla en ese territorio.
La dimensión del pueblo saharaui
-En torno al Sahara giran también otros intereses, y el problema de esa región corre el riesgo de verse internacionalizado. ¿Qué piensa el Gobierno argelino de esa probabilidad?
-Hay una cuestión fundamental que ha sido descartada por muchos pero que no ha escapado a otros. Se trata de la dimensión del pueblo saharaui. Al principio, algunos de buena fe y otros de mala, han tratado de esquematizar el asunto. Para unos había que descolonizar en no importa qué condiciones, para otros había que favorecer el retorno al mundo árabe de un territorio árabe, insertar un territorio islámico en el mundo islámico. Según otros, había que integrar el territorio, directa o indirectamente, a una familia político-militar. De ahí la noción de ejes y, en particular, el llamado eje París- Madrid- Rabat del que se ha venido hablando, sobre todo en la última capital mencionada. Madrid se considera fuera de él pero, para ser honestos, habría que admitir que, aunque sea a través de una línea de puntos, el eje pasa por la capital española.
Adjali habla de España pero tiene puesto su pensamiento a orillas del Sena. « Francia -dice- es parte actuante no porque lo digamos nosotros, sino por haber sido implicada directamente por Rabat, aparte de qué las últimas evoluciones hicieron que París, de una manera u otra, confirmara las veleidades de su aliado. »
Tocamos el tema de Canarias que para el director de Asuntos Políticos de la cancillería argelina «no tiene para nosotros ningún lazo con lo que ocurre en el Sahara».
-Sólo quienes no se han interesado en el problema hasta ahora creen que es reciente, cuando, en realidad, el caso de Canarias forma parte del orden de trabajos de la Organización de la Unidad Africana (OUA) desde hace diez años. La OUA tomó en sus manos el asunto, y en 1968 dio cierto reconocimiento al MPAIAC, estimando que, puesto que era el único movimiento que se presentaba, había que oírlo, por lo menos. Se creó una comisión internacional encargada de estudiar el asunto, compuesta por Guinea, Senegal y Argelia, pero, por diferentes razones, que calificaré de técnicas, esa comisión no se ha reunido jamás. De ahí que en una reunión del comité de liberación de la OUA en Togo se hiciera el proceso de la comisión, a la que se acusó de no haber cumplido su mandato. En Togo se estimó que el tema debía ser tratado por el referido comité en la reunión que éste celebró en Tanzania, lo cual se realizó, efectivamente, adoptándose cierto número de recomendaciones que han sido estudiadas, a su vez, en Luanda y que ha pasado ahora al consejo ministerial.
Nuestro interlocutor afirma más adelante que Argelia no desea entrar en una dialéctica en la que se entienda unir al Sahara con las Canarias.
-Pero, ¿cuál es el sentimiento de su Gobierno en este asunto?
-Nosotros aplicaremos la política de la OUA, pero, esquemáticamente, se puede afirmar que si la organización ha declarado que el archipiélago forma parte del continente africano, como las islas Seychelles o la isla de Reunión, el problema de la población canaria sigue estando a nivel de estudio.
Adjali se vuelve misterioso. El gesto es estudiado, pero no reduce las conclusiones que pueden desprenderse de sus últimas palabras: Para nosotros no hay lazo alguno entre el Sahara y las Canarias, pero si existe uno, hay que buscarlo a nivel de la imagen que da España a la OUA, donde la casi totalidad de sus miembros están por la autodeterminación del pueblo saharaui y estiman que Madrid es condenable por haber fallado a su misión. Esta es la idea que se tiene de España.
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