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Argelia propicia un diálogo directo entre París y el Polisario

La cuestión del Sahara, ¿constituye uno de los argumentos del espinoso diálogo que libran actualmente Argelia y Francia? Aunque una respuesta afirmativa sería bastante temeraria, se puede apreciar en Argel en las últimas semanas una explícita voluntad por hacer ver a la antigua metrópoli que un cambio en su actitud hacia los combatientes saharauis tendría repercusiones favorables en el largo contencioso franco-argelino.Los signos de ese estado de ánimo son reveladores. El último de ellos, la decisión tomada personalmente por Bumedien de poner en libertad a varios ciudadanos galos que cumplían condena en este país por delito de orden económico.

Al dar cuenta del gesto presidencial, el ministro de Asuntos Exteriores, Abdelaziz Buteflika, afirmó el domingo que Argelia desea facilitar los contactos entre París y el Frente Polisario, con vistas, a la liberación de los seis prisioneros franceses capturados durante el ataque a Zuerat, en Mauritania.

No es la primera vez que los argelinos, luego de haber reafirmado sus compromisos hacia la lucha de liberación de los saharauis y lamentado las víctimas inocentes que engendra ese combate, tienden la mano a los franceses con la intención de propiciar un diálogo directo entre el Gobierno de París y el Polisario. Pero París no parece estar dispuesto, por el momento, a tomar en consideración los buenos oficios de Argelia.

Para los observadores políticos, la dialéctica de buena voluntad de los argelinos se inscribe directamente en un marco más amplio al de las relaciones económicas y políticas con París. Se afirma en esos medios que, pese a que Francia se ha puesto al lado de Rabat y Nuakchott, los franceses no pueden obviar la responsabilidad de un empeoramiento de la crisis en la que ya están indirectamente implicados.

A raíz del ataque de los saharauis a Zuerat, el Gobierno francés formuló una durísima crítica hacia las autoridades argelinas a las que responsabilizó de las acciones del Polisario.

Posteriormente, París amainó en sus acusaciones y admitió en una declaración del ministro Louis de Guiringaud, que si existían las condiciones para garantizar la autodeterminación del pueblo saharaui, esta última no debía ser aplazada.

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Pero en la práctica, tanto la República Arabe Saharaui Democrática como el Estado argelino acusan a Francia de jugar el papel de «aprendiz brujo» en todo el Maghreb y fomentar la beligerancia de su viejo aliado marroquí.

La antigua metrópoli es acusada de paternalismo en sus relaciones con la nueva Argelia, así como de llevar adelante un imperialismo, desfasado y primario que no tendría en cuenta el estado de fuerzas existentes en el mundo no alineado.

El giscardismo -afirman los argelinos- se ha quedado bien rezagado en la carrera de obstáculos de las potencias capitalistas y recurre en lo que, atañe a Argelia a la vía del complot y la conspiración característicos de los tiempos oscuros de Guy Mollet y Mendes-France.

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