Alianza se defiende
(Secretario general de Alianza Popular)Permítame que emerja de esas «cenizas» en que su editorial pretende colocar a Alianza Popular para hacer algunas precisiones a su editorial del viernes 10 de junio.
1) Alianza Popular no hace una permanente reivindicación del pasado. Tiene un programa serio y respetable que mira hacia el futuro y que, dicho sea de paso, no ha sido analizado, limitándose sus criticas a ataques personales a sus dirigentes, como en el caso de su editorial. Lo que no hace, como otros, es querer dinamitar lo que ya tenemos para partir de cero. Asume el pasado, sin renegar de él, como han hecho todos los países en los que la democracia es un hecho y no una simple quimera.
2) En cuanto a los ataques que dedican a los dirigentes de Alianza Popular no merecerían respuesta si no fuera porque se producen en un momento que, pueden llevar la confusión a una parte del electorado.
Negar que el pueblo español pasó del subdesarrollo al desarrollo en la década de 1936 a 1973 es negar una evidencia. Que su renta por cabeza pasó de cuatrocientos dólares a 2.500, que su Universidad se masificó, que España se convirtió en la primera potencia turística del mundo, y en la tercera potencia en construcción naval. Y en el décimo país industrial del mundo, que los españoles tuvieron, por primera vez en su historia, acceso a los bienes de la Sociedad de consumo (coches, frigorífico, televisor, piso, etcétera). ¿Es posible pretender que el Pueblo español olvide que todo eso ocurrió, precisamente, cuando los dirigentes de Alianza Popular estaban en el Gobierno?
Hay acusaciones que no creo que proporcionen muchos lectores a su periódico en las tierras sedientas y fertilísimas del Suroeste de España. ¿Se puede sostener seriamente que el trasvase Tajo-Segura es una utopía y que es mejor que las aguas del Tajo viertan en Lisboa sin ser aprovechado su paso por España?
No solamente no creemos que sea un disparate sino que Alianza Popular se compromete a acelerarla y terminarla si los electores le otorgan su confianza.
Las acusaciones contra los señores De la Fuente y Arias rayan el límite de lo pintoresco. Hasta los oponentes políticos de don Licinio de la Fuente admiran su integridad y su labor al frente del Ministerio de Trabajo, donde en todo momento cumplió las leyes vigentes. Hacer responsable al hombre que más impulsó Madrid en lo que va de siglo, al hombre que trajo los pasos elevados, que hizo más parques y jardines, que impulsó de nuevo la construcción del Metro, al alcalde Arias, del «caos urbanístico» de Madrid, no me parece justo.
Quiero, finalmente, y si me lo permiten, romper una lanza a mi favor. He aclarado hasta la saciedad Vitoria y Montejurra, pero, por lo visto, EL PAIS no quiere darse por enterado. Recuerdo, una vez más, que en ambos casos me encontraba fuera de España, en Alemania y Venezuela, que el ministro de la Gobernación en funciones era entonces don Adolfo Suárez, que se nombró un juez especial en el caso de Montejurra con una fuerza especial de policía a sus órdenes y que dicho magistrado no encontró el más mínimo motivo de procesamiento.
En cuanto a su observación sobre la Ley de Prensa me permito discrepar de ella. Definida como ley de transición, la Ley de Prensa suprimió, entre otras cosas, la censura y ha sido calificada por tirios y troyanos como la ley más liberalizadora del régimen. Una ley que se sigue aplicando casi en su integridad y que ha hecho posible que la Prensa española alcance cotas de libertad equiparables e incluso superiores a las de cualquier país occidental.
Por último, quiero recordar que, porque siempre creí en la libertad de Prensa, hice todo cuanto estuvo en mi mano para conseguir que un periódico como EL PAIS viera la luz. La autorización de ese periódico fue concedida a instancias mías en septiembre de 1975, cuando nadie podía predecir que el fallecimiento del general Franco se iba a producir dos meses y medio después.
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