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Brillante ceremonia conmemorativa del jubileo británico

Juan Cruz

Veinticinco años después de su coronación, la reina Isabel II de Inglaterra se dirigió ayer a su país y a la Commonwealth, en una ceremonia celebrada al final de un banquete que ella presidió en el Ayuntamiento de la city de Londres. La soberana británica reafirmó su esperanza en el futuro de la Commonwealth, la comunidad dia ex dominios británicos, de la que es la cabeza principal, y su convencimiento de que, aunque ésta no es una época propicia para el descanso en el Reino Unido, sí es una etapa que permite la felicidad y la esperanza en un futuro mejor.

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Escuchando a la reina estaban, al menos, veintisiete jefes de Estado de los 36 países que componen la Commonwealth, que hoy comienza su asamblea bienal en Londres. Toda la familia real, el primer ministro Callaghan y todos los jefes de Gobierno que ha tenido Gran Bretaña desde que Isabel II fue coronada, hace ahora un cuarto de siglo, estuvieron presentes en las ceremonias de ayer. La brillantez y la perfección de los actos organizados para celebrar las bodas de plata de la soberana con el trono no fueron obstáculo para que el entusiasmo popular convirtiera la ocasión en una fiesta nacional inolvidable. En su discurso ante los jefes de Estado de la Commonwealth, la reina de Inglaterra agradeció este entusiasmo.Antes, la reina había celebrado con un Te Deum en la catedral. de San Pablo sus veinticinco años; de reinado. Durante el recorrido que la llevó desde su palacio a la catedral, en la city de Londres, la soberana fue aclamada por cientos de miles de británicos.

Cientos de británicos que vieron en directo a su soberana ocuparon lugares cercanos a la catedral de San Pablo desde, por lo menos, veinticuatro horas antes de la procesión. La mayor parte de los que estuvieron tan cerca de Isabel II eran jóvenes sin edad siquiera para recordar la fecha de la coronación de la soberana, hace ahora un cuarto de siglo. Para los británicos, la presencia de la juventud en esta celebración supone el elemento que asegura la simpatía con que cuenta en el Reino Unido la institución que representa Isabel Il.

Buen futuro

Antes, al final del Te Deum, el arzobispo de Canterbury, doctor Coggan, había hablado del futuro de Gran Bretaña, a partir de «un día de alegría y esplendor». Bajo un reinado que en el próximo milenio celebrará sus bodas de oro con el trono, habrá cambiado su superestructura social «más allá de lo que ahora es imaginable». El jefe espiritual de la Iglesia anglicana mostró la seguridad de que la institución personificada en Isabel II va a mantenerse por encima de esa revolución social que se avecina.

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El optimismo mostrado ayer en las calles de Londres y en el resto de las ciudades del país es producto de las reflexiones que se hacen estos días los británicos. El Reino Unido entra ahora en la era del petróleo del mar del Norte, cuyo producto puede estabilizar la economía de la nación, restaurar el pleno empleo para el millón y medio de parados, aplicar la revolución educativa que salve las indecisiones que los distintos Gobiernos han mostrado en ese campo desde 1952 y estudiar «evitando soluciones violentas, en el estilo de la moderna Gran Bretaña», como se decía hace unos días en un editorial del Financial Times, los problemas constitucionales a los que se enfrenta el Reino, sobre todo por la parte de Escocia.

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