Altman y sus mitos
Consumado destructor de mitos, aunque él lo niegue a veces, Altman, gran derrotado en el último Cannes, arremete esta vez no sólo contra el héroe más popular de América, sino contra la pasión de este país por los «shows» o espectáculos más o menos históricos.Héroe de nuestra infancia, colocado en su lugar verdadero por numerosos estudios posteriores, William F. Cody fue un soldado carnicero apodado, Buffalo Bill ,más tarde porque en menos de dos años llegó a ejecutar la nada desdeñable cantidad de 4.000 bisontes. Organizador más tarde de safaris para turistas, un tal Ned Buntline le llevó a la fama con su modesta pluma y la decisiva colaboración de los empresarios Burke y Salisbury, que le enviaron en su circo alrededor del mundo, como brillante precursor del star-system de Hollywood.
Buffalo Bill y los indios
Basado en la comedia de Kopit «Indians». Adaptación de Robert Altman y Alan Rudolph. Realizada por Robert Altman. Intérpretes: Paul Newman, Burt Lancaster, Geraldine Chaplin, Will Sampson. Humor. EE.UU. 1976.
Altman pretende criticar, a través de su historia, la pasión de los americanos por este tipo de espectáculos capaces de frivolizar lo histórico, y cuando no lo hallan, capaces de inventárselo. La pasión por el «show» acabará por convencer incluso a su protagonista, al mismo Buffalo Bill, celoso de los triunfos de su rival Toro Sentado, disparando a inocentes pajarillos, inquieto don Juan, ingrato con su creador, pero haciendo buen uso de la literatura acumulada por él a sus espaldas y que, al fin, acabará por derivar, con las nuevas aportaciones de la técnica, hasta los filmes del Oeste, secuela inevitable de tales imágenes y tales páginas.
La historia escrita por el mismo Altman y Alan Rudolph a partir de la comedia de Kopit Indios,aunque acusa a ratos la vena crítica de su realizador, sólo en contadas ocasiones consigue alcanzar la calidad total de otras de sus obras, de Nashville, por ejemplo. La sátira que Paul Newman hace del protagonista no pasa de parodia, de retrato burlesco, e incluso su enfrentamiento con Toro Sentado es más imaginado que real, produciéndose más a nivel intelectual que humano. Ambos personajes aparecen superados por otros muchos secundarios, como el de la tiradora excepcional, felizmente Interpretado por Geraldine Chaplin, el de Burt Lancaster o el presidente Cleveland, aparte del ambiente y colorido que rodean al circo trashumante.
Oso de oro en Berlín, a pesar de la polémica de Altman con su productor (o precisamente por ella), en la que le acusa de haber mutilado su película para la versión comercial, ésta, tal como se proyecta en, las pantallas españolas, aparece más como un buen propósito que como un filme conseguido. Una intención digna de elogio que, a su vez, encierra un claro contrasentido: la paradoja de criticar la creación de un mito desde la más importante, máquina de fabricarlos, criticar a un precursor del cine americano desde ese mismo cine, producto y nieto suyo.
Aunque también es posible que Altman haya previsto esto también y lo haya querido así. Tal vez, puesto a desmitificar, haya acabado por lastrar su obra, desmitificándose a sí mismo.
Babelia
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