Los artesanos del cine
El cine español de hoy sigue, siendo deficitario en términos generales. Faltan, siguen faltando, ideas, tratamientos, sistemas de Producción y realización realmente nuevos, y mientras -con las excepciones de rigor-, continuamos funcionando mal, con técnicas deficientes y fórmulas que ya fueron viejas antes de nacer. Al margen de las obras maestras, que se podrían contar con los dedos de una mano igual que le puede ocurrir al cine francés, inglés o americano, nuestro cine presenta unos filmes mal acabados y peor concebidos, donde hasta el oficio brilla por su ausencia. No es lo peor la abundancia de vulgaridad y estupidez, con ser contagio sas y de efectos imprevisibles, sino la desidia, la falta de entusiasmo hasta para iluminar, realizar y sonorizar las películas medias y discretas.Siempre se ha dicho que los técnicos y profesionales hispánicos tenían una gran calidad y esta afirmación, en términos generales, es todavía válida, a condición de que la apliquemos a aquellos casos donde estos mismos artesanos pueden demostrar sus conocimientos y preparación porque su trabajo ha tenido lugar en unas condiciones humans con el tiempo y el sosiego necesarios.
El mirón,
una producción de Promociones Aura, con guión y y dirección de José Ramón Larraz. Director de Producción, José María Cunillés. Fotografía: Fernando Arribas. Interpretes: Héctor, Alterio, Alexandra Bastedo, Aurora redondo, Aurora Bautista, Pep Munné, Carlos Ballesteros. Estreno: Cine Rex.
Jose Ramón Larraz , director y guionista , antiguo dibujante de historietas , con un gran quehacer en los últimos veinte años en españa , Bélgica , Francia e inglaterra comenzó a dirigir en este: último país, donde reside habitualmente .Como bastantes profesioales de una tarea gráfica a sus espaldas destaca, por su gran habilidad para visualizar las escenas e imprimirles una gran fluidez. El guión, en cambio, es el punto flaco de esta historia, cuyo título no es demasiado apropiado porque no se trata, en realidad, de un mirón (o, «voyeur», como prefieran), sino de un ciudadano pacífico que ha descubierto el valor de la imaginación aplicada al sexo, estudiante de erotismo que tropieza con la incomprensión de su mujer para colaborar en sus inocentes ocurrencias.
Larraz ha sabido esquivar el peligro de vulgaridad y reiteración fácil para adentrarse en un clima morboso, sensual, donde el decorado coopera tanto como sus actores a hacer creíble este caso, a medias entre la normalidad y la sicopatología de la vida cotidiana.
La espléndida fotografía de Fernando Arribas nos transmite este «huis clos» cotidiano, cuya estructura formal es envidiable. Los fallos de construcción dramática; los actores inadecuados, las inconsistencias narrativas de la trama impiden que el producto sea una obra más densa y autosuficiente, pero no oculta la perfección exterior, que debería ser más frecuente porque la capacidad de nuestros técnicos puede hacerla posible.
Babelia
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