No sólo protestas
A los aficionados de la andanada ocho les están colocando el sambenito de reventadores, y no hay tal. Allí lo que manda es la afición, y no de ahora, ni siquiera desde hace unos cuantos años. La andanada tiene historia y solera. Cierto que con los andanadistas químicamente puros se mezclan algunos francotiradores, diversos exaltados sin sentido de la medida. No son los del ocho en sentido estricto, sino otros, en sentido lato, que el aficionado de verdad calibra su opinión. Alguna vez se equivocan, ¡no faltaría más!, pues si no se equivocaran nunca, aquello no sería la andanada, sino el Olimpo. En efecto, no es el Olimpo, como tampoco el patio de arrastre es el Parnaso, aunque varios de sus habituales contertulios se lo crean. Muchos no soportan a la andanada, mientras que la andanada lo que no soporta.es la fiesta adulterada que con tanta frecuencia se ofrece. Y la fiesta es, aquí, lo fundamental. ¿A quién vamos a descalificar? ¿A los pícaros que dan gato por liebre, o a quienes este fraude les hace poner el grito en el cielo? Pero la crítica de la andanada no se queda en protestas, pues pasa al aplauso encendido, sin reservas, en cuanto hay la menor ocasión. Los gritos de ¡Toreo! y ¡Valiente! parten de allí, a veces, para romper la incomprensión o la indiferencia del público. Ayer mismo, las palmas de son para animar a Curro empezaron en la andanada.
Babelia
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