El presidente dio la nota
La feria de San Isidro ha empezado mal, y no precisamente porque su resultado artístico careciera de brillantez, como por otra parte, se esperan sino porque el palco dio la nota y tuvo que aguantar el chaparrón de justificadas protestas que le dedicó el público.Hemos dicho aquí otras veces que el desarrollo de la corrida queda de alguna manera determinado por las acciones u omisiones de, presidente, y la actuación de ayer del funcionario del Cuerpo General de Policía señor Minguez es una nueva confirmación a esta especie de axioma común entre aficionados. Sus errores fueron de bulto. En primer lugar, aunque son los veterinarios los que dictaminan en el reconocimiento de los toros, el presidente es la máxima autoridad del equipo que entiende en este menester y no puede explicarse como le pudieron pasar por alto los pitones escandalosamente escobillados del segundo de la tarde. Lo protestó el público por esto y luego por inválido que también por feo, y aunque todo era de una evidencia meridiana no ordenó la devolución al corral hasta que la bronca iba para supina y ya se había colocado una vara. En sustitución de este anima: se corrió, antirreglamentariamente el turno y salió el sexto, que también era cojo quizá más que el anterior y, lo aguantó en el ruedo pese a las protestas generalizadas ruidosas y, graves. A Tinín le concedió oreja cuando la petición no había sido ni mucho menos mayoritaria pese a la realidad de que había matado de un bajonazo infame. Alguien dijo que esa oreja podía perdonarse porqe serviría para levantar un poco aTinín que está fálto de contratos pero la verdad es que con regalos así a cambio de levantar a los toreros, van a hundir la plaza. Al quinto lo cambió de tercio -sin que le hubieran castigado suficientemente en varas y a Raúl Aranda le perdonó un aviso, ya nos explicará por qué razón.
Plaza de Las Ventas
Primera corrida de feria. Cinco toros de Cortijoliva, serios aunque desiguales de presentación : cumplieron en varas, tres nobles (de éstos, uno inválido), los otros reservones. Derribó el primero. Y un sobrero de Antonio Pérez (el sexto), viejo, grande y manso.Tinín. Pitos y algunas palmas con saludos. Oreja protestada. Raúl Aranda. Silencio. Silencio. El Regio. Palmitas. Silencio.
Por otra parte el festejo fue lo que se preveía. Toros desiguales muy serios, fuertes, algunos con poder suficiente para derribar, como hizo con estrépito el primero, varios broncos o reservones, otros nobles, pero se vieron cosas. Nadie podrá decir con razón que se aburrio porque cuando en el ruedo hay toros de respeto, el aburrimiiento es impensable. La lidia del que abrió plaza, precisamente por la espectacularidad del primer encuentro con el caballo, del que hubo que sacarle coleándole, y por su condición de incierto, tuvo emoción. Tinín le sacó tres derechazos templados y fue absurdo que intentara torearle por izquierda, pues ya en la brega se había visto que la fiera estaba imposible por ese lado.
En el cuarto, que tomó un puyazo crecido para venirse abajo en los siguientes vimos unas chicuelinas de Tinín y un magnífico quite de Aranda compuesto de verónica chicuelina y media verónica, esta auténtica estampa de una antología de la lidia, por la hondura del lance y el temple conque lo ejecutó. Muy noble el toro, Tinín le hizo una faena aseada y reposada, hubo varios derechazos de calidad -aunque con su miajita de pico- y una tanda de tres naturales inipecables. El resto, sin embargo, ya fue en tono menor. En los siguientes pases con la izquierda le pudo el genio del toro; hubo ayudados y de la firma, ganando terreno hasta los medios, pero a renglón seguido tuvo que llevarse trabajosamente el toro a tablas para acabar allí de un bajonazo sin paliativos. No merecía la oreja que le regalaron.
La plaza vibró con la pelea del segundo de la tarde. Aranda lo lidió muy bien, lo colocó de largo para la suerte de varas. El toro tardaba pero acudía con alegría. Hubo un primer puyazo de mucho castigo, en el que recargó fuerte: el siguiente fue un marronazo con caída en picado del varilarguero; protestó en el tercero y cabeceó en el cuarto. No era un toro bravo, y en los siguientes tercios se quedó reservón y embistiendo a oleadas. El matador le porfió sin poder sacar nada en limpio. El quinto también acudió al caballo de largo para dos encuentros y le picaron muy mal, trasero y con la salida tapada. Se fue arriba en banderillas y Aranda lo castigó por bajo con dobladas de gran eficacia. Tenía toro. Mas el torero no tuvo corazón para sacarlo á los medios. En las cercanias de tablas el animal se le revolvía. Hubo demasiadas dudas del espada. La oportunidad de verse anunciado en San Isidro debló espolearle para poner más decisión en su tarea.
A pesar de las fuertes protestas del público por la invalidez del tercero. El Regio quiso hacerle faena y hasta se perniltió el lujo de encararse con el tendido. Hubo algunos derechazos bien trazados, pero no se les dio importancia. El sexto un cinqueño de apé, grandón, serio y feo, salió manso, avisó en seguida y no permitió nigún lucimiento. Un macheteo por la cara fue el epílogo a la desvaída actuación de El Regio, quien permaneció de incógnito durante toda la lidia de este toro escondido tras el capote mientras su peón José Luis de la Casa llevaba todo el peso de la brega. Está claro que en cuanto sale el toro el panorama cambia. A El Regio se le acabaron las ganas de hacerse notar con ostentosos gestos dirigidos al respetable.
Babelia
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