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Crítica:MUSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El retorno de "Aida"

Desde 1965 no se representaba Aida en el Festival de la Opera. Ahora ha vuelto, para goce de los operófilos italianistas, que en Madrid son muchos, y también de los no comprometidos con el melodrama como expresión única del teatro musical. Pues, en definitiva, Verdi fue mucho Verdi y Aida mucha Aida. Por eso, no obstante lo endeble del libreto de Ghislanzoni, que desarrolla un tema de Mariette Bey y C. du Locle, la historia de la princesa Amneris, la esclavizada Aida y el apasionado Radamés, permanece en todos los repertorios gracias a la partitura verdiana. Y, a título de curiosidad, recordaremos que Aida fue la ópera más representada en el Teatro Real madrileño, pues desde su estreno -1874- (tres años después de la primera mundial de El Cairo), hasta 1925, subió a la escena 353 veces.Las melodías de Aida, su Ritorna vincitor, los trompetazos de la marcha triunfal, sonaron prácticamente como música de acompañamiento a la Restauración: el Teatro de la Opera recobraba su nombre de Real y un joven rey, Alfonso XII se disponía a entrar en Madrid, y en lo sucesivo, a asistir con frecuencia a las funciones operísticas. Pasó mucha agua, muchos barcos y muchos conflictos por el Canal de Suez, para cuyas fiestas inaugurales se compuso Aida; ardió no hace mucho, el teatro de la capital egipcia en que Aida se estrenara. Pero continúa plena de vitalidad la invención verdiana, una de las más geniales de la creatividad musical latina.

Teatro de La Zarzuela

Aida, de Verdi.Directores: Frusco y Gatto. Marton, Nave, Ortiz, Farrés, Petkovy Catania. 1 de mayo.

Otra vez, pues, Aida ha tenido estupenda recepción por parte de los madrileños. También muy considerable interpretación. Señalemos en primer lugar a Eva Marton, soprano verdiana, cuya voz se adapta perfectamente al ideal del personaje. De bello color, consistente, entre lírica y dramática, la materia de la Marton está gobernada con gran talento musical. Posee lo más importante: emoción, mordente. A diferencia del mundo de la razón, en el de la lírica no vale quien convence sino quien vence. A la Aida escuchada ahora nos entregamos todos de buen grado: no podíamos hacer otra cosa. Gran calidad la de la mezzo María Luisa Nave, algo débil en los graves, pero segura y potente en los demás registros. Cierta frialdad expresiva se me antoja esfuerzo interpretativo para diferenciar, adecuadamente, los dos personajes femeninos. El tenor Francisco Ortiz, salió más que airoso de un empeño erizado de dificultades. No era la menor cantar Radamés en la primera función para que las siguientes lo haga un divo absoluto y mundialmente reconocido como es Plácido Domingo. Ortiz superó la prueba gracias a la belleza de su voz, a la mesura de su dicción y a la valentía de sus ataques. Se ha abierto, en una noche, un puesto en el panorama lírico madrileño, poblado de exigencias como bien sabemos. Debe trabajar sus pianos y filados, inseguros y febles a veces. Pero Farrés dio la nobleza requerida a Amonasro, y Petkov hizo otro tanto con Ramphis. Dueño de recursos y a la altura de sus mejores intervenciones, Julio Catania.

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