La resurrección de Chu En-lai
Inmediatamente después de la caída de la banda de los cuatro (octubre de 1976), las directrices políticas y económicas preconizadas por el primer ministro fallecido Chu En-lai, han vuelto a la actualidad. Nuestro colaborador Joan Senent-Josa comenta desde Pekín en este segundo artículo la resurrección política del primer ministro, blanco de los ataques radicales.
Si la crítica al oportunismo «derechista» de un Liu Chao-chi había sido relativamente fácil, por sus analogías con el modelo soviético de desarrollo económico y político, la denuncia y crítica de los errores del oportunismo « izquierdista» era una tarea mucho más ardua, pues se trataba de errores aparecidos en el movimiento de masas desde la Revolución Cultural Ello no constituye una novedad en la historia del movimiento obrero.Bajo nuevas formas, el oportunismo «izquierdista», el dogmatismo como forma de revisionismo, también anidaba en la escena política china. Ya en plena Revolución Cultural, Chen Po-ta, entonces jefe el grupo de la Revolución Cultural en el C. C. el partido, fue criticado por Mao Tse-tung y Chu En-lai por la violencia y excesps de la extrema izquierda contra el Gobierno y las misiones diplomáticas.
A principios de 1974, cuando se inicia el movimiento de crítica contra Lin Piao y Confucio, relacionando el idealismo de ambos personajes, aparece en la escena un hecho nuevo de gran interés. Chiang Ching, Wang Hong-wen, Chang Chung-chiao y Mao Wen-yuan, a espaldas de Mao Tse-tung y del C. C. del partido, lanzan violentos ataques al «archiconfuciano» y a los «confucianos dentro del partido». Hoy sabemos que la punta de lanza de las criticas, la alusión concreta al «archiconfuciano», no iba dirigida en realidad contra Teng Hsiao-ping, reaparecido en 1973, sino contra el propio primer ministro Chu En-lai. Chu En-lai ya había sido también atacado un año antes en ocasión de la interpretación en China de obras de Bach, Mozart, Schubert, Strauss y Beethoven, que fueron calificadas por los radicales de Shanghai de «basura burguesa».
Según muchos observadores residentes en Pekín, en 1975 se empiezan a percibir en esa época los primeros signos de cansancio y de reacción a nivel de masas contra, el dogmatismo de los radicales de Shanghai. Al caos político se une el Caos en numerosos sectores de la producción que se ven paralizados por el ataque indiscriminado a cuadros que siguen la «vía capitalista».
En esa coyuntura aparece ya constituido abiertamente dentro el partido la fracción de los cuatro, contra la cual Mao Tse-tung ya había lanzado una advertencia en 1974.
El periodo comprendido entre la muerte de Chu En-lai, el 8 de enero de 1976, y el fallecimiento de Mao Tse-tung, el 9 de septiembre el mismo año, será el el desenlace de la crisis. Desaparecido Chu En-lai, las críticas a Teng Hsiao-ping y a los «seguidores el camino capitalista» se amplian aún más, a través de unos medios de información firmemente controlados por los radicales de Shanghai.
La paralización de los organismos del partido y del Gobierno alcanzan cotas sin precedentes, lo cual incidirá meses más tarde en los fallos en la previsión del terremoto de Tangshan. Es en esa coyuntura dramática que Mao Tse-tung, en un intento de salvar la tormenta que se avecina, designa personalmente (febrero de 1976) a Hua Kuo-feng como primer vicepresidente del C.C. el partido y primer ministro del Consejo de Estado. Es la resurrección política de Chu En-lai. Para la banda de los cuatro la batalla está ya casi perdida, sólo queda el recurso a las armas, al golpe de Estado. Así, mientras a través de la prensa que aún controlan, Hua Kuo-feng es comparado a Confucio («fue ascendido a los 56 añosde edad, de ministro de Seguridad Pública a primer ministro el Estado de Lu»), la huída de los cuatro ultima los preparativos de una insurreccíón armada en Shanghai.
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