Dos versiones de una misma novela
Compulsar las ediciones catalana y castellana de este último libro de Porcel, y empezar a hacerlo por su presentación externa, es instructivo y plantea un interesante problema de sociología de la literatura. La versión catalana, aun cuando que, como catalana, debiese ser comprada por todos los catalanes de una cierta cultura —y por eso está ya en la segunda edición—, aparte ese consumo de motivación nacionalista, estaba destinada a un público minoritario. La bella cubierta, inspirada en un Bosco pasado por la cita inicial de Julio Verne y por el surrealismo, ya lo advertía así a su potencial lector. Y los Premios Prudenci Bertrana, de la Crítica Literaria y Serra d'Or, galardonaron, por supuesto, su catalanidad mallorquina, pero sobre la base de una escritura muy rica y de gran calidad, que hace del autor el primer prosista, probablemente, de su generación. Con la edición castellana cambia totalmente el modo de lanzamiento al mercado: anuncios hasta en las vallas de los solares y «Asómbrese con un autor insolitamente audaz», dice la cabecera de la cubierta, en la que, con un realismo elemental, se presentan, a modo de resumen plástico de la novela, un hombre arrodillado contra el cuerpo de una mujer desnuda, y, a un lado y otro, escenas de un auto de fe, y de violación y matanza, con fondo de un vitral de iglesia. Lo que en el primer caso se ofreció al lector es una gran novela catalana. Lo que se le promete en el segundo es una novela de lujuria, violencia, torturas y venganza, es decir, un best seller.
Baltasar Porcel, Cavalls capa la fosca,
Edicions 62. Barcelona 1975;Caballos hacia la noche, Plaza & Janés, Barcelona, 1977
Si cotejamos uno y otro texto, advertirnos que en la traducción, dentro de lo posible bastante liberal, el autor ha introducido un par de innovaciones cuando menos, precisamente en la línea de lo que se hace esperar a su nuevo lector: en las cartas —falsas— del antepasado Leandre Antoni, la descripción de una escena de cunilinguus, y en el encuentro erótico del narrador, todavía adolescente, con la tía Amalia, un posarse la mano de ésta en el sexo de él.
¿Cómo es posible que una misma novela se presente en un caso como novela de élite, en el segundo como best seller? Porque en verdad quiere ser, y doy por cierto que va a ser, lo uno y lo otro. Veámoslo a través de su estructura.
Estructura
Se trata de una novela de reencuentro consigo mismo a través de la búsqueda y reconstrucción de la propia genealogía y, en especial, del conocimiento del padre, complicado personaje. El narrador, que hacia el final del libro juega a identificarse —como autor de Los chuletas mallorquines. Siete siglos de racismo- con el propio autor, estando en París, al topar en una gran librería de lance con un viejo libro que buscaba hace tiempo, se propone establecer la relación genealógica de sus antepasados, atando cabos de libros, archivos, papeles de la casa y relatos familiares. Y en tal iluminación del pasado consiste toda la novela, ¿Para qué hacerla? Es un viaje de ida y de vuelta: remontarse hasta el origen cognoscible de la familia, recorrerla toda, y alejarse luego de ella, como se ha alejado del pueblo, Andratx, y venir a vivir, exorcizados los fantasmas, liberado ya de ellos, en el presente de la aventura con la muchacha árabe estudiante de la Sorbona. La revitalización de lo aparentemente libresco y archivero, el talento de sacar vida de viejos papeles, es uno de los mayores méritos de este libro, Esa vida es, en gran parte, de erotismo y violencia. Agregaré que de sensualidad, en el amplio sentido de la palabra. Es difícil encontrar un libro que «huela» tanto como éste: olor de aceite y de las «animetas» —bella palabra catalana por «mariposas»—, almillas encendidas por las «animetas del purgatori» en la víspera de Todos los Santos, perfumes de apio, menta y «herbassana» o hierbabuena, fragancia de las magnolias, olores del mar y del huerto, olor de cuerpo de mujer y olor de sangre, olor del humo y de los eucaliptos, olores, hedores y pestilencias los más variados... El preciosismo literario se halla emparentado en esto, y no sólo en esto, con un cierto gusto fin-de-siècle.
El título hace referencia al pabellón que, por usurpación a través de horrendos crímenes, llegó a serlo de la familia Vadell, la familia del narrador: tres pequeños caballos dorados sobre un campo negro. Mas también a los caballos de otro Vadell, Jacinto, matado a hachazos por su hermano, y al mejor de todos ellos, el negro, en el que, montado a pelo, venía a su prima Amalia el padre del protagonista. «Es una tontería («niciesa», ya lo sé, pero pensé que era como si los caballos hubieran galopado hacia la noche («cap a la fosca») y hubiesen aplastado a todo el mundo que se les hubiera puesto delante... Si, no los veía muertos en el patio («clastra») a los caballos. No los veo así. Que deben galopar siempre. En la noche, sin jinete. Y dejan detrás la destrucción...», también la del turbio amor de Amalia, la de ella misma, la de todos los Vadell. Emblema de los Tres Caballos, oráculo de la Durmiente del Coll de l'Aire, Amor de las Tres Toronges, transferencia ritual del amor del padre al amor del hijo, símbolos de acceso a un espacio esotérico donde ocurrirían todas las revelaciones, si se tuviese valor para dar «la passa a laltra banda».
Hemos aludido a lo que la no vela tiene de erudición vivida y revivida, precisamente en novela de aventuras, de piratería. Por el otro lado, la búsqueda erudita desemboca en páginas de novela histórica —personalmente, las que menos me interesan, las que no sé bien por qué, además de esto, me han hecho recordar aquel Mare Nostrum, de Blasco Ibáñez—, y, por esta vía, se abre a novelación de herejías e inquisiciones.
En suma, Baltasar Porcel nos ha dado de todo en su novela. Una novela en la que a retazos de libros más bien más que menos imaginarios, de legajos, de relatos, de recuerdos, el narrador va evocando el ámbito histórico y geográfico de una genealogía de aventureros, centrada en Andratx, pueblo natal del autor; de hombres y mujeres locos de odio y amor, apasionados, implacables, turbulentos, atroces. Novela, en un sentido, de introversión parental, de autoconocimiento a través de la identificación del padre. Novela, vista por otro lado, de cuadros y escenas de bravoure y brillantez. Novela de discreta prosa castellana y de excelente prosa catalana. Novela mediterránea, inundada de luz y anegada de oscuridad.
Babelia
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