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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aumentan las amenazas a la seguridad nacional

La SEGURIDAD nacional está registrando en estos meses síntomas de aumento de la vulnerabilidad de España como Estado y como nación.

La caída de los factores de seguridad durante los últimos meses del franquismo, con el aislamiento a que Europa sometió al régimen en septiembre de 1975, y con la presión de la marcha verde, un mes después, fue detenida por las expectativas internas y externas creadas por la Monarquía, las expresiones de simpatía o apoyo de numerosos países al proceso de cambio español, el tratado con Estados Unidos, las conversaciones mantenidas por España en las nueve capitales de la CEE en el invierno del 76.

El análisis de los factores adversos a la seguridad de España puede ser tan conciso como impresionante. Cuando se despejen los impedimentos políticos para la solicitud española de ingreso en la CEE se elevarán los impedimentos económicos creados por las resistencias agrícolas de la Comunidad y la debilitación inducida por la inflación española, anormal en un contexto europeo. El apoyo otorgado por el presidente Giscard a la Monarquía de Don Juan Carlos puede ser reemplazado por una actitud más distante por parte de un eventual Gobierno francés de centro-izquierda. A nivel europeo surge otra incógnita en el horizonte con el avance del eurocomunismo en el proceso electoral de Italia. Europa, por su parte, viene padeciendo un envolvimiento estratégico a lo ancho y largo de África, que acerca a la línea de tensión nuestras islas Canarias.

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El cerco se produce también por el interior. La Internacional Fascista y sus delegados españoles han asentado golpes contra la estabilidad interna, de tal calibre, que sólo ha hecho posible la torpe complacencia de algunas autoridades, a lo largo de años de régimen franquista. El absurdo movimiento independentista canario se une ahora al cerco interno, y no por su volumen sino por la facilidad con que puede destruir el débil sistema de infraestructuras y servicios, que es la parva herencia que las décadas pasadas han dejado a esa pequeña España ultramarina.

Hasta ahora los puntos vulnerables han ido multiplicándose. Sólo un proceso de liberación de recursos puede poner fin a esa adversidad: liberación de las fuerzas políticas y liberación de los factores que propician el crecimiento de la fuerza material, esto es, del poder del Estado y de la sociedad para hacer frente, con libertad de movimiento a los desafíos desestabilizadores o a las presiones externas.

La liberación de las fuerzas democráticas sólo será posible cuando se rompa el cerco interior de los privilegios políticos y económicos, de modo que sea posible elevar a la clase trabajadora a niveles cualitativos de existencia, dignos de ser defendidos; y cuando se integre la causa de los derechos humanos en el proceso social. La lucha contra los privilegios y la corrupción, y la defensa de los derechos de los individuos y de los grupos son factores, pues, que contribuyen a la seguridad nacional.

La sociedad española debe liberar fuerzas que configuren factores de poder. Estos son esencialmente la fuerza armada (no represiva, sino defensora de la nación frente a la amenaza exterior) y la diplomacia. Si se acrecen y perfeccionan estos instrumentos, se aumenta la soberanía y el poder político del Estado; éste se hace respetar, y si se sienta a una mesa es para negociar, no para capitular.

La crisis interna española puede enlazar pronto con una crisis en el contexto internacional. Estados Unidos, Europa occidental, China, India y casi toda África atraviesan una visible etapa de cambio. Urge ver los problemas desde el punto de vista de los intereses superiores. El Gobierno debería desprenderse de intereses meramente coyunturales y electorales. Las Fuerzas Armadas deberían acelerar con sentido renovador la reforma ya emprendida.

En los cinco primeros años del nuevo Régimen —una Monarquía democrática y constitucional, homologable con Europa, según se dice—, España debe demostrar, entre otras cosas, si aspira a reafirmar su soberanía y su capacidad negociadora, o si se dejará caer por la pendiente de la dependencia exterior, militar y económica.

La seguridad nacional existe cuando esa seguridad es verdaderamente nacional, es decir, al servicio de todos los sectores, niveles y grupos de la nación. Cuando la seguridad de una nación es embargada por un grupo dominante deja de existir como tal, surge una contradicción demasiado flagrante, y todas las sorpresas resultan posibles.

La sociedad debe reforzar la seguridad nacional. Pero ese sentido nacional debe ser recuperado.

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