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Novillada muy seria en Las Ventas

Los novillos que se lidiaron el domingo en Las Ventas, todos con el tres en el brazuelo, eran muy serios. No cabe pedir más, en cuanto a trapío.Sus cabezas, armoniosas, bien armadas y astifinas, ejemplo de como deben ser las defensas de un toro, infundían respeto. Seis novillos, en fin, que habrían podido ofrecer un gran espectáculo -en sí mismos lo eran- de no haber salido varios de ellos renqueantes y dos que no se tenían en pie. Les faltó bravura, pues en varas cabeceaban y se iban de la suerte, pero en todos prevaleció la casta y en el último tercio peleaban con genio. Ni aún los más nobles y más flojos dejaron de exhibir esa acometida vivaz que siempre fue característica de la res encastada.

El domingo se lidiaron en Las Ventas novillos de Luis Frías, para José Lerma (aviso y silencio; silencio), Sánchez Puerto (silencio, aviso injusto y saludos con división de opiniones) y Lázaro Carmona (vuelta con algunas protestas; aviso y silencio)

San Juan Evangelista.Orq. Sinf, de Radio Bratislava. Director: O. Lenard. Flautista: W. Brunner. Obras de Wagner, Benda y Beethoven. 27/marzo.

De aquí vino el mérito de los tres espadas, que no se arredraron ante las dificultades, y al valor cierto añadían un especial empeño en hacer el toreo serio, según la concepción que cada cual tiene del mismo. Otra cosa es, naturalmente, que lo lograran, pues en este oficio, muy duro y difícil, no basta la voluntad, por decidida y abnegada que sea, para alcanzar el éxito. La calidad cuenta especialmente y pocos son quienes la poseen.

Pero el domingo pudimos verla en Sánchez Puerto, que tiene el corte inconfundible del torero de escuela, y lo mostró en derechazos naturales y pases de pecho, en ayudados por bajo de verdadera enjundia, en otros por alto de gran sabor, en trincherazos molinetes y recortes, todo ello ejecutado con temple y mando. Y en ese indefinible saber estar en la cara del toro, e irse de ella, y sobre todo en la colocación para citar, medio de frente («se coloca el diestro ofreciendo medio pecho a la res» -venían a decir las tauromaquias clásicas-), tanto con la muleta como en los lances a la verónica.

Sus dos faenas no pudieron resultar lucidas, sin embargo, pues los novillos se le derrumbaban fatalmente en cuanto les obligaba, y ese fue el error: que instrumentó toreo hondo donde la debilidad extrema de las reses exigía un repertorio breve y superficial. Quisiéramos que no ocurriese de nuevo con este novillero lo del día de su debut: que tardó casi un año en volver. Es momento de comprobar aquí, en la primera plaza del mundo, si tiene futuro, y ojalá así sea, pues la fiesta necesita toreros de clase, tanto como le sobran jornaleros del natural y el derechazo a destajo.

José Lerma dio verónicas con suavidad y empaque, y ganaba terreno en cada lance, aunque empleó demasíada tela. Banderilleó vulgar. Y con la muleta no encontró ni los terrenos ni la distancia. El genio del primero insuficientemente picado, y la corta embestida, del cuarto -que además se vencía- le hicieron pasar muchos apuros, y hasta se llevó un pitonazo en la nalga, de pronóstico leve.

El tercero se fue arriba en banderillas y aunque Carmona trató de hacerse con él mediante ayudados por bajo, toda su voluntariosa faena resultó destemplada, con el novillo cada vez más crecido y dueño de la situación, hasta atrapar al torero y pegarle un volteretón tremendo. Al sexto lo lidió con valentía y recursos el peón Luis Redondo, que fue muy aplaudido, y Lázaro Carmona, no se, enteró hasta el último tercio de que tenía toro. De que además era noble no se apercibiría hasta bien avanzada la faena, cuando acertó con el terreno adecuado, en los medios. Pero al entusiasmo indudable no le acompañó la brillantez, porque torea agachado, con la pierna contraria atrás y remata mal; y con tales trazas, mandar y ligar constituyen un vano sueño.

El presidente retrasó en un minuto el aviso que envió a Carmona, fue cronométricamente exacto en el de Lerma y se precipitó, con dos minutos de adelanto, en el que ordenó para Sánchez Puerto. Primero y tercer novillo quedaron sin castigo suficiente en varas y segundo y quinto debieron ir al corral, por flagrante invalidez, como exigía el público.

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