El ministro del Interior alemán envuelto en un nuevo escándalo
Apenas superado el caso Traube, el ministro del Interior, Maihofer (liberal), se ve envuelto en otro escándalo de magnitud aún superior: la escucha policial de las conversaciones mantenidas en la cárcel de Stuttgart entre detenidos de la organización Baader-Meinhof y sus abogados.Un diputado de la oposición ha comentado sarcásticamente que Maihofer ha alterado básicamente el aforismo in dubio pro reo. El ministro prefiere traducir: «en caso de duda, por el chinche». Con este nombre se ha bautizado al pequeño emisor protagonista de los dos escándalos que, por ahora, han trascendido a la luz pública.
Según la primera cadena de la TV alemana, Malhofer estaba al corriente del control ejercido sobre las conversaciones de los acusados con sus abogados. En relación con este punto, la oficina de prensa federal se ha negado a todo comentario. El ministro del Interior de la región de Baden-Wuerttenberg, donde se encuentra el penal, ha dicho que Maihofer «no estaba enterado oficialmente, aunque conocía suficientemente el desarrollo de la operación de control».
Apens conocida la noticia, el cancillr Schmdt llamó a su despacho a los ministros del Interior y de Justicia. Por el momento se desconoce el contenido de la conversación, aunque se da por seguro que - en ella se ha tratado de encontrar un resquicio legal para justificar la acción de la policía política, conocida eufemísticamente como «brigada para la defensa de la Constitución».
Se encuentre o no esta salida legal, el prestigio del ministro está más que dañado y no parece fácilmente recuperable. No hace un par de días, el propio Maihofer pedía disculpas al científico nuclear Traube por haber autorizado tina operación de control sobre él. Maihofer aseguró ante el Parlamento que el caso Trauhe era único. Ahora la realidad desmiente al responsable de la seguridad interior de Alemania: hay por lo menos otro caso o algunos más, según suponen los abogados del grupo Baader-Meinhof. Los defensores de éste, que anunciaron hace ya dos años las dificultades que tenían que superar para mantener un diálogo productivo con sus mandantes, han declarado ahora que, en las actuales condiciones, no procede continuar con unos procesos llenos de vicisitudes, entre ellas la retirada «por orden superior» de un juez, comprensivo, y la excesiva prolongación del período de internamiento previo al juicio.
Las misteriosas circunstancias que acompañaron la muerte de Ulrike Meinhof (suicidio, según la policía), tampoco se han podido aclarar hasta hoy, a causa de los obstáculos interpuestos por la policía. La Vista de la causa contra Ándreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan Carl Raspe, se ha interrumpido hasta el martes, a la espera de un cambio en el Ministerio del Interior, o al menos, una explicación de la policía a los abogados.
El escándalo de la escucha policial en las cárceles alemanas ha surgido a raíz de la declaración de dos ministros democristianos de Baden-Wuerttenberg, los señores Schiess y Bender, según los cuales, «para evitar nuevos actos de terrorismo» se procedió a escuchar secretamente a los detenidos tras el atentado contra la embajada alemana en Estocolmo, en abril de 1975.
La oposición democristiana tampoco puede que salga muy bien parada. Acaba de exhumarse una orden secreta que data de los tiempos de la gran coalición -entre socialdemócratas y democristianos, en 1967. En el texto se especifica en qué casos podrá recurrirse a los miniespías cuando esté en juego la «seguridad del Estado».
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