La pasta de la CIA
Parece que anda por ahí una pasta, la pasta de la CIA. El quiosquero estaba afeitándose en la garita:-Hay que aprovechar cualquier ratillo, don Francisco.
Hasta las máquinas de afeitar son multinacionales y parece que algunas multinacionales funcionan con pasta de la CIA. Cada día me hablan de un intelectual, de un político, de un señor que trinca pastizara de la CIA. A mí no me llega nada. Yo, que soy el más venal de todos, no recibo un duro de la CIA. El traveller por dólar y medio, que me llega cada tres meses, es de unos articulillos que me publica la prensa americana del cono Sur. Una vez hubo una revista mexicana y otra vez una revista norteamericana que se insinuaron, pero se conoce que yo no sé poner el cazo, porque no acabó de caer. la pasta de la CIA.
Me llama García de la Vega, el televisivo:
-Que quiero sacarte con Nadiuska en un musical.
-¿No será cosa de la CIA?
Parece que no, pero habrá que pensarlo, porque si el personal de base de la tele hace huelga, no voy a ir yo ahora de esquirol con abrigo de garras, que es mi abrigo. Vino Miguel Delibes con su boina de rabito y gafas nuevas:
-Si a los agricultores les suben una peseta en la remolacha, y luego el azúcar sube treinta pesetas en el mercado, comprenderás que tienen que echarse con los tractores a las carreteras de la historia.
Bien hablado, hermano. Frente a los caballos con alas del Ministerio de la Gobernación, los tractores Land-Rover de los castellanos viejos. Pero hay quien dice que a la larga estos trastornos mitológicos benefician a la CIA. El rey Hussein tenía o tiene un jornal de la CIA, y dice que algunos locutores también. Entre el locutor y Hussein estoy yo, que no las cazo. ¿Es que yo no le intereso nada a la CIA, es que yo no soy nadie, que pasa conmigo, tíos?
Voy a comer a una tabernita de Chamberí. En una mesa está Hedilla y en otra Pablo Castellanos. Saludo a unos y a otros. Me parece que a esta tabernita venimos los olvidados de la CIA, los íntegros, los puros y los parias. O sea, los que no recibimos un clavo de la CIA. Menos mal que el potaje es bueno y barato.
Vázquez de Sola me envía desde París una caricatura que me hizo como Caperucita Roja.
Estas cosas me están haciendo mucho daño, porque la CIA no acaba de fiarse de mí. Me toman por lo que no soy. El pintor Onésimo Anciones, vallisoletano, me lleva a su estudio a ver lo que está pintando. Onésimo es el Van Gogh de Valladolid pasado por el periodismo
madrileño. Me cuenta de cuando tenía que pintar bodegones realistas a trescientas pesetas para los americanos de Torrejón. Todos estamos o hemos estado alguna vez en poder de la libertad USA.
-Por lo que veo, tú también, macho -le digo.
-A ver qué vida.
Y en esto que sube el portero con unos cuantos recibos atrasados. Onésimo pinta ahora más libre y vive más libre, pero todavía debe recibos de cuando le explotaban los compradores de Torrejón. A los yanquis se les puede sacar un gran dinero, que es el dinero de la CIA, o un pequeño dinero, que es el del flamenco, el clavel, el bodegón en serie o la buenaventura. Parece que en la huelga de penenes de la Universidad hay algunos esquiroles que están dando clases y pasando apuntes a escondidas. El hombre traiciona al hombre desde que la tierra empezó a girar alrededor de Galileo, y la CIA ha contado siempre con eso, dicen: con que todo hombre tiene un precio. Menos yo, claro.
No es que yo no tenga un precio, sino que la pasta de la CIA no la veo por parte alguna. La pasta de la CIA está empastando el sistema de vida español a ver si lo inmoviliza. Por todas partes me encuentro gente empapelada en dólares. Creo que soy el único madrileño quesigue cobrando en pesetas. Y encima pocas.
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