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Más detalles sobre la violación de correspondencia en Lugo

Filiberto Alvarez Marín, jefe provincial de Correos en Lugo, negó ayer rotundamente a EL PAIS la supuesta violación de correspondencia denunciada por varios funcionarios de dicho cuerpo, a mediados de febrero. Sin embargo, diversas informaciones publicadas por los medios de comunicación parecen confirmar la verosimilitud de la hipótesis, según la cual durante toda la época de¡ franquismo se han venido cometiendo irregularidades que podrían atentar contra la inviolabilidad de la correspondencia, de cuya investigación está encargado actualmente el Juzgado número 2 de esta capital gallega. Lugo fue precisamente el primer punto de España donde se registraron denuncias en este sentido.

Según los datos que ha podido consultar este periódico, en la Administración Principal de Lugo, una persona ajena al cuerpo de funcionarios de Correos acudía diariamente para controlar determinada correspondencia. El supuesto censor tiene alrededor de cincuenta años, estatura media, es padre de dos hijos y alférez provisional. Desde hace cerca de veinte años se desplazaba desde la cercana casa consistorial, en la que presta servicios en alguna oficina encargada de la zona azul, tres veces al día, a la entrada de las sacas de Correos que llegan tanto del extranjero como de los distintos puntos de España. Abría personalmente dichas sacas delante del personal que trabaja en la sala de dirección o batalla (unas diez personas) y escogía algunas cartas. Las envolvía en un periódico de los que estaban en curso en los casilleros y se dirigía a un despacho de la primera planta, en el que se encerraba a solas, aproximadamente durante media hora.Nadie sabe exactamente lo que hacía con las cartas en el despacho que le prestaba el jefe de cartería, y que ocupaba durante unas cinco horas al día, pero sí se pudo comprobar que se trataba con gran frecuencia de los envíos dirigidos a algunos personajes de la política, curas (incluso obispos), alcaldes, guardias civiles, etcétera. Mostraba especial predilección por la correspondencia procedente del extranjero. En algún caso, cuando se trataba de efectos dirigidos a la cartería de la capital, entregaba una lista de nombres para que le fuese dada toda la correspondencia a ellos dirigida. Rara vez revisaba paquetes o envíos conteniendo periódicos y revistas.

Por lo que ha podido saber EL PAIS, el censor (por este nombre era conocido entre los funcionarios de la casa) realizaba su trabajo con suma corrección en lo que se refería a los trabajadores que le rodeaban. Jamás hacía comentario alguno en relación con sus funciones, y no mostraba ningún signo o dato político, aparte de la estrella de alférez provisional que permanentemente ostentaba en la solapa. Los domingos y días festivos no acudía a realizar los controles.

Mientras para algunos funcionarios de Correos parece clara la hipótesis de que lo que hacía era violar realmente la correspondencia, tarea en la que anteriormente fue precedido, por lo menos, por otras dos personas (una de ellas, actual presidente de la Hermandad Provincial de Alféreces Provisionales), para el jefe provincial de Correos, según su propia declaración a este periódico, se trataba simplemente de comprobar que no pasasen objetos prohibidos por la reglamentación legal (drogas, objetos obscenos e inmorales, metales, armas, etcétera). Este mismo portavoz dejó entender que se trata de un empleado contratado por Correos y no de un funcionario.

«Los funcionarios de Correos -declaró a EL PAIS uno de ellos- sabemos muy bien lo que supone la inviolabilidad de la correspondencia y el secreto profesional, por lo que siempre actuamos con las máximas garantías para el público. Nos alegramos, por tanto, de que ahora parezca próxima la desaparición de las censuras.» En el caso de Lugo, dejó de practicarse el aludido control una semana antes de que El Ideal Gallego, de La Coruña, informase de la primera denuncia. Según declaró ayer a este corresponsal el señor Alvarez Marín, la ausencia del supuesto censor se debe a su baja por enfermedad. Preguntado si volvería a reincorporarse a su tarea habitual, una vez curado aseguró que, en su opinión, no hace nada delictivo.

Información procedente de La Coruña asegura que también allí fue detectada la existencia de cuatro supuestos censores (alguno de ellos sería mujer), en este caso, policías.

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