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Inflación y precio de la energía

GRUPO AFETras incontables vacilaciones, el Gobierno ha decidido actuar de nuevo sobre los precios de la energía. A excepción de la gasolina que registró una elevación del 8% aproximadamente en septiembre del año pasado, los precios de los principales productos energéticos han permanecido inalterables durante dieciséis meses. Entre tanto la inflación se adueñaba de la economía, con un descenso del poder de compra de un 25% durante este mismo período de tiempo. El abaratamiento relativo de la energía probablemente ha sido causa de la fuerte aceleración del consumo en el año 1976.

Con las sustanciales elevaciones de precios aprobadas ahora creemos que se pretende hacer frente a dos situaciones claramente diferenciadas:

- Recuperar la pérdida relativa en valor de los combustibles, carburantes y otras formas de energía en el nivel general de precios,

- Modificar la actual estructura relativa de los precios de la energía de tal manera que la destinada a usos industriales se encarezca relativamente a la utilizada por el consumidor final.

Si el alza de precios es o no suficiente para restablecer la demanda interior a los actuales niveles, tendremos oportunidad de verlo en los próximos meses: Pero lo que la evolución de los hechos nos está enseñando son las dificultades de una política de precios en esta importante parcela de la economía en el contexto de una inflación generalizada.

En 1974 y 1975, las elevaciones de precios de las distintas formas de energía superaron con creces las alzas de los restantes precios, de esta forma se logró mantener estable la demanda global de energía. En 1976 se aceleró la inflación en España y los precios de la energía se mantuvieron sin alteraciones importantes, situación que coincide con un crecimiento de la demanda de energía no inferior al 7%. Si estas apreciaciones son ciertas, la política de precios de la energía tendrá que mantenerse continuamente, por lo menos, al nivel de la tasa de inflación general de la economía, si se pretende en último término que un descenso relativo de los precios no se traduzca en una aceleración del consumo. Ello será, sin duda, un elemento más en la bien rodada espiral precios-salarios de nuestra economía.

La justificación de la aceleración del consumo de energía en condiciones de una aceleración generalizada en el nivel de precios es preciso buscarla esencialmente en el comportamiento de sus grandes usuarios: el consumidor final, que utiliza energía en la medida que se lo permite en renta disponible, y el usuario industrial, que no frena el consumo de energía en tanto el coste de ésta pierda importancia relativa entre los crecimientos de los otros costes de producción y cuanto mayor facilidad tenga para trasladar su importe a sus precios de venta. Así, pues, una política de precios de energía que pretende contener la demanda deberá observar atentamente tanto la inflación general de la economía como el mantenimiento de su posición relativa en las rentas de los con5umidores y en los costes de los empresarios. Y, en su continua actualización, será un factor más en las tensiones inflacionistas, de la economía.

Sin embargo, los problemas de la energía en España no terminan con evitar que su consumo crezca; es preciso tomar posición sobre el alto nivel de consumo si se consideran los escasos recursos internos y, por tanto, la elevada dependencia de abastecimiento exterior. El consumo de energía por unidad de producto interior bruto es mayor en España que en la mayoría de los países de la OCDE, lo que sugiere la necesidad de hacer algo para disminuir la intensidad de consumo. En este sentido parece que sería aconsejable actuar en tres direcciones:

- En la industria. Existen sectores con alto consumo de energía -siderurgia, industria auxiliar de la construcción, producción de aluminio, etcétera- cuyo nivel actual del mismo y futura expansión deben ser cuidadosamente discutidos.

- En el transporte. Casi una cuarta parte del consumo interior de energía se destina al transporte, y habría que pensar si una mayor racionalización tanto a nivel de producto -transportes masivos de productos alimenticios (leche, aguas minerales) o industriales en una complementariedad de los distintos medios de transporte (ferrocarril, carreteras), así como una mejora en el tráfico interior de las grandes ciudades, serían aspectos que, debidamente resueltos, supondrían un ahorro significativo de energía.

-En el propio sector energético. Por último, el sector energético es quizás el mayor consumidor de energía: directamente, en la generación, e indirectamente, en el transporte y distribución. También aquí hay que pensar que sí se está consiguiendo una utilización óptima del sistema; dado el peso excesivo que tiene la energía eléctrica, cuyo coste por pérdida en generación es máximo y su alto coste de transporte y distribución. superior al 10%, suponen una carga importante en el coste global de la energía en España.

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