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El señor subsecretario no aclara dudas

Las declaraciones del señor Ortí Bordás no aclaran ninguna de las contradicciones, expuestas nada malévolamente por periodistas asistentes a las diversas ruedas de prensa dadas por la policía. Pese a que el señor Ortí Bordás insista en que hubo resistencia por parte de los secuestradores, los inspectores que participaron en la operación han declarado que «no tuvieron tiempo de reaccionar» dado que fueron cogidos por sorpresa. En ambos casos, por dos veces, exactamente igual. El aserto que Pío Moa fue identificado veinticuatro horas más tarde del secuestro, es un dato nuevo, y contrasta con el hecho de que esta identificación no se hiciera pública hasta el mismo viernes que vencía el plazo de los secuestradores para ejecutar a Oriol. Parece como si el Gobierno hubiera querido avisar a los terroristas que conocía quienes eran, antes de que dichos terroristas se decidieran a asesinar a su rehén. Un dato no conocido, y que hoy se puede revelar, es que el ultimátum de dicho viernes, día 17 de diciembre, y que en principio expiraba a las doce de la noche, fue esa misma tarde adelantado en una hora por los secuestradores.El adelanto del ultimátum fue comunicado a EL PAIS y a Informaciones y los periódicos lo pusieron en conocimiento del Gobierno, pero silenciaron el dato. De este modo, cuando el ministro de la Gobernación apareció en las pantallas de RTVE para anunciar que el comunicado no sería atendido, el plazo estaba expirado en ese mismo momento y no una hora más tarde, como todo el mundo creía. El señor Oriol ha declarado a nuestro director, después de su liberación, que los secuestradores le habían dicho que dijera lo que dijera Martín Villa no pensaban matarle y que le pondrían en libertad el sábado. No obstante, como el ministro dio una esperanza a una ampliación de la amnistía, los secuestradores prefirieron retener a Oriol, siempre según declaraciones de éste. En la noche del viernes al sábado, el presidente del Gobierno y varios ministros permanecieron hasta pasadas las dos de la madrugada en su despacho, y, probablemente, con el temor de que el cadáver del señor Oriol apareciera si los secuestradores habían cumplido su amenaza de ejecutarlo.

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El autor de la entrevista sostiene que «no se ha omitido ni una sola pregunta». Quizá no sea así. En todo caso, la versión fundada en una doble influencia del factor sorpresa en el rescate de los secuestrados podría resultar excesiva.

El subsecretario descarta por último algunas hipótesis apuntadas por la prensa, no sólo española, sino también por los periódicos occidentales de mayor solvencia. Esas hipótesis son calificadas nada menos que de «insinuaciones insensatas». Pero no se demuestra con datos su invalidez. Se trata de simples afirmaciones del señor Ortí. No es bastante.

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