El extraño caso de un Estado que secuestra sus propios libros
Los lectores de este periódico gozan de un privilegio insólito, conocer, aunque sea a través de un comentano tan somero como éste, lo esencial del contenido de dos libros publicados por el Estado y, acto seguido, secuestrados por el propio Estado.Hace unos meses este crítico tuvo ocasión de subrayar las incongruencias del sistema de publicaciones oficiales. No se entendió bien el alcance de su comentario, que no se refería en modo alguno a Editora Nacional, sino al conjunto de las publicaciones del Estado; uno de los sistemas burocráticos más absurdos y costosos del régimen anterior, aceptado íntegramente, sin el menor sentido de reforma, por el régimen actual. Las autoridades no pueden en esto alegar ignorancia. De forma directa, documentada, reiterada, les hicimos llegar, a principios del otoño, datos suficientes para llamar su atención sobre este asunto. En las alturas se nos prometió una acción ,inmediata, y hasta la fecha, si te he visto no me acuerdo. Seguramente éste será uno de los pequeños poblemas que el actual Gobierno de transición deje para que lo resuelvan las Cortes Constituyentes, cuando podría encauzarse en tres días con un poco de decisión y de sentido común, sin pérdidas para nadie y ahorro de centenares -o más- de millones.
Servicio de Estudios del Banco de España
El Banco de España, una historia económica. Madrid, 1970; Angel Viñas Martín, El oro español en la guerra civil, Ministerio de Hacienda, Instituto de Estudios Fiscales, 1976.
Pero esta critica no se hace para despotricar, sino para informar. Los dos libros citados fueron secuestrados por el Gobierno; los dos se refieren al tema del oro español en la URSS.
El Banco de España, una historia económica se refiere, además, a muchas otras cosas. Es una síntesis de la historia de política financiera del Estado, desde 1782 hasta nuestros días. Felipe Ruiz Martín estudia los antecedentes de la Banca en España hasta 1782. Earl J. Hamilton sigue el nacimiento y la trayectoria del Banco Nacional de San Carlos entre esa fecha y 1829. Autor de un sugestivo resumen histórico sobre la España borbónica, el profesor Gonzalo Anes estudia la marcha de la economía española entre 1782 y 1829. Su colega Gabriel Tortella Casares, especialista en historia económica del XIX, analiza las etapas para la formación de un Banco Central entre 1829 y 1929. Los profesores Jorge Nadal Oller y Juan Sardá Dexeus componen un díptico lleno de interés sobre las finanzas españolas entre 1829 y 1931, el primero; y desde 1931 a 1962, el segundo. Por último, el profesor Gonzalo Pérez de Armiñán comenta la Ordenación Bancaria de 1962 y la nacionalización del Banco de España.
Puede que, algún punto del interesantísimo ensayo de Sardá -el que se refiere al oro de España en Rusia-, subrayado por los comentarios del gobernador del Banco de España, don Mariano Navarro Rubio, quien se refiere en su prólogo al «desván de los trastos inútiles» al que deben arrojarse determinadas leyenda; provocasen el secuestro de este primer libro.
Pero este secuestro sucedió en 1970, y el libro del profesor Angel Viñas acaba de secuestrarse en plena predemocracia, en 1976. Desde la espectacular aparición de su estudio sobre La Alemania nazi y el 18 de julio, el profesor Viñas se consagró como uno de los primeros expertos en los más vidriosos y escondidos temas de nuestra historia económica reciente. Este libro secuestrado nos parece el mejor de todas sus publicaciones hasta hoy. Su base documental ha sido ladel archivo del Banco de España; pero el joven autor ha demostrado en obras anteriores su conocimiento profundo, de primera mano, de archivos extranjeros. En este libro demuestra Viñas que «la transformación de los stocks auríferos del Banco de España para financiar las necesidades impuestas por la guerra se produjo de manera casi inmediata tras el estallido de ésta». Viñas establece de manera definitiva las existencias de oro en España al comenzar la guerra civil. Expone a toda su luz el decreto reservado de 30 de agosto de 1936. Aborda, por primera vez, el tema de las reservas de plata. Sigue muy de cerca el tema de la financiación de la guerra civil en la zona nacional, con perfecta exposición del gran misterio: Franco, sin reservas, obtiene todo cuanto necesita mediante créditos; la República, con casi todas las reservas, debe pagarlo todo al contado y sufrir, además, abusos increíbles por parte de los proveedores. También se aborda, por primera vez, un tema de gran interés económico y político: la suscripción nacional como medio muy importante para la financiación de la guerra civil en la zona de Franco.
Es interesante señalar que el análisis de Viñas confirma los resultados generales comunicados por el ministro Larraz -con la tenaz oposición de la Falange- al público español en agosto de 1940. Viñas fija en 748 millones de dólares de la época el techo mínimo de la financiación exterior republícana. De ellos, que deben aumentar a 755 millones de dólares, si, se añade el montón de las divisas generadas por la exportación de la zona, «132 se destinaron a pagar directamente a Moscú los suministros bélicos soviéticos más o menos identificables. El resto de la inversión sin recursos destinados a la guerra o a la cobertura de las necesidades de la población en zona republicana no podemos determinarlo por ahora.» Si bien apunta el autor que «la Unión Soviética se convertiría, según el pacto de No intervención, en el principal suministrador de ayuda bélica a los Gobiemos republicanos».
Basten estas notas para señalar el interés del libro de Viñas. Y cerraremos el comentario con la noticia de una especie de secuestro preventivo: un volumen extra de la revista Hacienda Pública Española, dedicado a la financiación de la guerra civil está preparado y compuesto desde hace tres años, mientras una mano misteriosa retiene su salida. Este es un Estado muy especial, que secuestra sus propias publicaciones; quizá por herencia de los absurdos del régimen anterior, que prohibió formalmente la publicación de las obras completas de don José Calvo Sotelo, el prohombre que pasaba oficialmente como su propio precursor.
Babelia
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