Cinco jóvenes atracan una fábrica y se llevan catorce millones
Catorce millones de pesetas es el producto del atraco efectuado por cinco desconocidos armados a última hora de la tarde del lunes en las oficinas de la fábrica Izar, SA, de Amorebieta (Vizcaya). Serían las siete y cuarto de la tarde cuando los cinco jóvenes cruzaron la puerta metálica de la fábrica a bordo de un taxi marca Seat 132 que habían sustraído en el barrio de Larrea, de Amorebieta, dejando maniatado y abandonado a su propietario en un pinar cercano a aquella barriada.
Tras franquear la puerta se dirigieron con el mismo coche hasta la puerta de la portería que se halla justamente a la izquierda de la entrada. Uno de ellos se introdujo en ella antes de que Miguel Hidalgo, el portero, saliera a preguntarles por el motivo de su visita. «El joven que entró —dice el portero— me agarró del pecho con la intención de sacarme de la portería. Yo me resistí y forcejeamos hasta que sacó la pistola —de marca extranjera— y me encañonó. Salí con él y entonces se unieron otros dos compañeros armados. Yo sólo vi otra pistola marca Star. Entonces todavía no habían sacado las dos metralletas. » Los tres desconocidos le pidieron, encañonándole, que les acompañara hacia el edificio de oficinas de la empresa que queda justamente a unos veinte metros de la portería. «Como me vieron preocupado —añade el conserje, guardia civil retirado— me dijeron que no tuviera miedo, que no me iba a pasar nada. Yo les contesté que si no dejaban de apuntarme si podría sucederme algo.»
Mientras caminaban al edificio central y a su paso hacia las oficinas, los atracadores obligaban a todos los empleados que encontraban —dieciocho concretamente— a seguirles. Posteriormente, encerraron a las diecinueve personas en el vestuario de los administrativos que se encuentra ubicado en la segunda planta del edificio. Uno de los trabajadores afectados cuenta que los atracadores eran todos muy jóvenes «ninguno pasaría de los veinticinco años —dice—. No tenían rasgos llamativos salvo en el caso de uno de ellos que era rubio y tenía la cara como un hematoma y un parche de esparadrapo. Otro tenía gafas era alto y de nariz pronunciada».
Nómina de la empresa
En cuanto al número exacto de los hombres que efectuaron el atraco no se conoce con seguridad. Hay algunos testigos que afirman haber visto a cuatro y otros a cinco personas. Pero la opinión más generalizada es que la operación la realizaron tres de ellos, esperándoles un cuarto en la planta del edificio, de dos pisos. Se sabe que actuaron a cara descubierta, aunque hay quien asegura que uno de los individuos cubrió el rostro con una media.
Antes de encerrar definitivamente a los diecinueve empleados los cuatro desconocidos montaron dos metralletas cortas con las que penetraron en la sección de caja en donde sustrajeron una cantidad aproximada de catorce millones de pesetas. Dicha cantidad aparecía distribuida en sobres para ser entregados en la mañana de ayer a los trabajadores de la empresa, cuya plantilla asciende a un total de 850 personas. En aquel momento preciso algunos empleados de la sección terminaban la operación de meter el dinero en los sobres.
«Al haberse aprobado el nuevo convenio colectivo, el pago del mes no se hizo con normalidad. El día 23 se pagó un anticipo sobré el sueldo y hoy —por ayer— se debía pagar el resto hasta la cantidad efectuada por dicho convenio.»
Quien habla es el gerente de la empresa que, pese a tener su despacho a escasos metros de donde sucedió la acción no se enteró del atraco. Otro tanto ocurriría con la inmensa mayoría de los empleados de la empresa que se enteraron de lo ocurrido un buen rato después de que los atracadores hubieran desaparecido.
Una vez perpetrado el robo los individuos metieron el dinero en bolsas de deportes y bajaron a la planta baja frente a la cual detenía en aquel momento su coche —un Citroën GS. BI-2156-G— Julio Esturo Izaguirre «Cada día esperaba la salida del edificio central de mi compañero Robi que fichaba por mí. Al ver que no bajaba dejé el coche en marcha y me fui hacia la puerta principal con la intención de fichar. Cuando bajé del automóvil vi salir dos individuos a los que no di importancia. En un momento determinado noté que los dos jóvenes me cogían por detrás y me empujaban hacia dentro del portal del edificio central. Venga, venga, vamos adentro!, me repetían. Una vez junto a la fichadora otro joven con una pistola me apuntó al pecho sacándome entre los tres hacia fuera. Hubo un momento de confusión y nerviosismo entre ellos pues no sabían dónde encerrarme. Primero intentaron meterme en un almacén, pero se dieron cuenta que aquél comunicaba con la fábrica y me llevaron entonces hacia la portería. Ni el almacén ni aquélla tenían luz en aquel momento.» Entre los tres le metieron en la portería arrancando el cable del teléfono y cerrándole por fuera con llave que se llevaron los atracadores. «Yo no les vi la cara, pues sólo estuve atento para mirar la pistola. Lo que sí puedo decirles que los tres jóvenes se mostraban inquietos y solamente uno de ellos, el más alto, parecía tranquilo.» Luego los jóvenes, al parecer en compañía de sus dos compañeros, montaron en el coche que Julio Esturo había dejado en marcha dándose a la fuga.
Identidad desconocida
Cinco minutos después de desaparecer aquéllos, el mismo joven vio pasar frente a la cristalera de la garita del portero a una cocinera de la empresa a la que pidió diera aviso de su situación en la enfermería. Allí se encontraban en aquel momento el médico y la enfermera, Begoña Azorlaz —que no se habían enterado del atraco— quienes corrieron a la portería. Esta última, en vista de que Julio Esturo había quedado encerrado, le sugirió que abriera una ventanilla que da al patio de la empresa y saliera a través de ella, cosa que hizo aquél quedando en libertad.
Minutos después de las siete y media de la tarde un vecino del barrio de Nazárroa de Amorébieta encontró abandonado el coche de Julio —al que conocía— a unos quinientos metros de la fábrica robada en un puente de acceso a aquella barriada. El automóvil tenía abiertas las ventanillas y no presentaba ningún daño aparente. El citado individuo cerró las ventanas y dio parte a continuación a la Guardia Civil del puesto de Amorebieta que encontraría un revólver abandonado junto al automóvil robado.
Ayer al mediodía, el propietario del coche recibió aviso de la Guardia Civil para que se trasladara a donde se había encontrado el coche con el fin de identificarlo.
Por el momento se desconoce la identidad de los autores del robo; la hora de redactar esta información ningún grupo político armado había reivindicado el atraco.
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