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Entierros de los abogados laboralistas

Unos cien madrileños, en orden y silencio

Ayer tuvieron lugar las exequias fúnebres de las víctimas habidas en el asalto, en la noche del pasado lunes, de un despacho de abogados laboralistas situado en la madrileña calle de Atocha. La capilla ardiente quedó instalada en la sede del Colegio de Abogados de Madrid, situado en el Palacio de Justicia, donde ondeaba la bandera nacional a media asta. A las cuatro y media de la tarde se inició el cortejo, en medio de un impre sionante silencio, sólo roto por el ruido de unos helicópteros que sobrevolaban la zona. Los féretros, cubiertos de claveles rojos, fueron transportados a hombros a lo largo de la plaza de la Villa de París hasta la calle de Génova, donde quedaron instalados en los furgones. Un espectacular dispositivo policial aseguró un orden que, por otra parte, ninguno de los asistentes intentó perturbar.

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En el cortejo figuró en lugar destacado Antonio Pedrol, decano del Colegio de Abogados de Madrid y presidente del Consejo General de la Abogacía. Inmediatamente después se colocaron los diputados de la junta de gobierno del Colegio, vestidos de toga, y los decanos y representantes de otras corporaciones. Detrás de ellos seguían dirigentes de gran número de partidos políticos, así como el comité ejecutivo del Partido Comunista de España, presidido por su secretario general, Santiago Carrillo.Media hora antes comenzaron a colocarse las coronas mortuorias en siete furgones funerarios preparados al efecto. Eran varios cientos de coronas, enviadas por asociaciones de barrios madrileños, despachos de abogados, partidos políticos y organizaciones sindicales, grupos de trabajadores y una de los presos de Carabanchel. Al paso de las coronas, numerosas personas de las miles que se hallaban congregadas en la plaza de París, enfrente de la salida principal del Palacio de Justicia, levantaron el puño. Un momento de tensión se produjo en el tramo de confluencia de la calle de Génova con la calle por donde salía el cortejo, lugar en el que se encontraban los coches fúnebres en espera de los cadáveres. Un par de trabajadores que llevaban una corona de flores en forma de hoz y martillo arrancaron un aplauso de las miles de personas que se encontraban en el lugar. El aplauso, como una ola, se fue extendiendo entre los miles y miles de presentes que llenaban la plaza de la Villa de París y las calles adyacentes. El servicio de orden, que controló con eficacia a la muchedumbre, insistió en que se guardara silencio, lo que en ese momento se consiguió a duras penas. Otro momento de cierta tensión se produjo cuando llegaron los tres féretros a los coches fúnebres, situados exactamente en la confluencia de la calle de Génova con la plaza de la Villa de París. Un jeep de la Policía Armada, seguido de un autobús de la misma fuerza, intentó romper la barrera humana y seguir la calle de Génova abajo. La muchedumbre comenzó a silbar con cierta intensidad y a dar algunos gritos. El servicio de orden pidió calma y los coches policiales desistieron de seguir adelante.

A las 4.45 de la tarde comenzó el público presente en la plaza deja Villa de París a desplazarse hacia la calle de Génova y la plaza de Colón, que se encontraban abarrotadas de público, para intentar presenciar la salida de los féretros camino del cementerio. El cuerpo de Angel Rodríguez Leal, auxiliar de despacho, fue llevado al cementerio de la Almudena, antiguo cementerio del Este, y los cuerpos de los abogados Enrique Valdelvira y Francisco Javier Sauquillo fueron conducidos al nuevo cementerio de Carabanchel. Numerosas personas contemplaron el acto desde árboles, terrazas y balcones, sin que se rompiera el silencio en ningún momento. Algunos números de la Policía Armada vigilaban la zona desde las terrazas de edificios colindantes, pues se temía, según se informó en círculos allegados al Colegio de Abogados, que en el tramo que va desde el Palacio de Justicia a la calle de Génova pudiera apostarse algún francotirador que, desde un tejado o ventana, hiciera algún disparo en el momento de pasar el cortejo fúnebre...

Minutos antes de las cinco de la tarde, el séquito emprendió la marcha hacia los cementerios de la Almudena y Carabanchel. Miles de personas acompañaron los furgones hasta la glorieta de Atocha, por los paseos de la Castellana y el Prado. No se registró el más mínimo incidente ni intervención de la fuerza pública. Los numerosos efectivos de la Policía Armada quedaron sumergidos entre la muchedumbre de los presentes.

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