La dificultad de ser... presidente
Francia acaba de iniciar un año cuajado de incógnitas. En política interior, las elecciones municipales serán un test de las legislativas del 78. La situación económica, seria ya, influirá en los resultados electorales. En el plano comunitario, la batalla en favor o en contra del Parlamento Europeo, divide la mayoría y la oposición. Nuestro corresponsal en París, Feliciano Fidalgo, analiza este panorama a través de los líderes políticos más significativos. Hoy inicia una serie sobre el presidente de la República, Valery Giscard d'Estaing.
El año 1977 será decisivo para Francia. En consecuencia, el balance del «ejercicio.» repercutirá de manera no despreciable. en Europa occidental y, más aún, en el sur del continente. La fragilidad de la situación del presidente Giscard d'Estaing, las elecciones municipales de los próximos 13 y 20 de marzo el resultado del plan Barre, las divisiones en la mayoría gubernamental con el duelo Giscard-Chirac, la relación de fuerzas en la oposición de izquierdas entre comunistas y socialistas, así como el problema de la elección del Parlamento Europeo por sufragio universal, que confronta entre ellas a las derechas y a las izquierdas, determinarán la fecha de celebración y el resultado de las legislativas «históricas» que, normalmente, debieran tener lugar en 1978.Cuatro nombres, al poner pie en 1977. configuran este panorama en la escena política de Francia: Giscard d'Estaing y Jacques Chirac en la mayoría gobernante, contra, François Mitterrand y Georges Marchais como líderes indiscutidos de la «Unión de la Izquierda». En la derecha y en la izquierda, en privado y en público, al hacer el balance de 1976 se coincide: paradójicamente, el más débil de los cuatro es quien tiene toda la fuerza, el presidente de la República. Es menester llamarse príncipe Poniatowski, conde de Ornano, o Jean Lecanuet, o Jean Jacques Servan Schreiber, es decir, hay que ser líder de los grupos centristas de derechas, los menos representativos del país, para seguir apostando por la estrella de Valery Giscard d'Estaing.
¿Qué le ha ocurrido, en menos de tres años de mandato, a aquel candidato a la presidencia que, en la primavera del 74 metió a sus conciudadanos en el bolsillo con una simple frase literaria:francesas,franceses, quiero mirar en el fondo de vuestros ojos?
Después de la elección presidencial, el 20 de mayo del 74, la juventud, la brillantez y el nuevo estilo de Giscard hicieron concebir esperanzas a muchos franceses. La tragedia cotidiana gaullista les había cansado y creyeron, según anunció el presidente, que una nueva era ha empezado. Sin embargo. al alba de 1977, frente a la amenaza de la izquierda, el recurso de la derecha vuelve a ser... un sobrino de De Gaulle: Jacques Chírac. El país, explicaba un comentarista moderado, no supo discernir la voluntad reformista de Giscard, que no se pone en duda, pero que nunca expresó claramente salvo cuando «robó» algún fragmento al programa común de la izquierda. Otro elemento del divorcio entre los franceses y su presidente: Los cambios, tan frenéticamente anunciados, consistieron fundamentalmente en pretender someternos a su ritmo de «protagonista de su vida», sin comprender que cada uno tiene su existencia propia. Quiso el poder, es decir, quiso todos los poderes, olvidando que para ello hay que ser un De Gaulle, con su estatura histórica. Otro comentario: Rodeado por amigos políticos que, después de servirlo, se sirven sin vergüenza, ha terminado por convertirse él en representante de una casta a la queja no se le concede ni el mérito de la buena voluntad. Así ha renacido como remedio, el populismo gaullista.
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