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Primera exposición póstuma de CaIder

Este mes de diciembre se ha inagurado en París, en la Galería Mahegt, la primera exposición del escultor americano Calder, celebrada después de su muerte que sorprendió al artista en pleno trabajo. Estaba preparando una retrospectiva suya en el Whitney Muscum de Nueva York, cincuenta años de trabajo creador, dos exposiciones de dibujos y guaches también para Nueva York y otro de sus últimos objetos para la Sala Mahegt en París.Además de estas actividades, controlaba la fabricación de grandes móviles bien en Tours. bien en Connecticut.

La exposición de la Mahegt se compone de 46 piezas entre móviles, estables, móviles murales, móviles sobre pie y estables-móviles, obras todas ellas realizadas en el período 1972-76.

-En 1926 se traslada a París y frecuenta La Grande Chumiére y ese gran mundo de entonces, Josefina Baker, Mondrian, Miró, Arp y los poetas surrealistas.

Participa en el Salón de los Humoristas con sus marionetas de alambre expone en 1929 en la Galería Billet. Dos años más tarde se adhiere al movimiento Abstraction Crealion (compuesto entre otros por Mondrian, Arp, Delaunay, etcétera).

Un momento crucial en la trayectoria artística de Calder fue la visita en 1930 al taller, de Mondrian Calder quedó impresionadísimo: Delante de las formas geométricas, rojas, verdes, azules, sobre muros blancos yo pensaba: qué hermoso sería que todo esto se pusiera en movimiento.» Calder se siente proyectado en un cosmos que gira y se mueve y decide crear sus esculturas móviles abstractas (ya para entonces había realizado stables de factura abstracta), y surgen formas suspendidas del techo o de los muros que se mueven en el espacio como astros y asteroides unidos por nervios rígidos y que se balancean.

En la primera exposición Marcel Duchamp se refirió a estas esculturas denominándo las mobil nodelbre con el que se las definió desde entonces y calificó el arte de Sandy, como la sublimación de un árbol en movimiento, para Calder, estas primeras esculturas eran únicamente, Mondrians en movimiento.

Comienza su celebridad y trabaja intensamente, en 1933 vuelve a los Estados Unidos. Con la liberación regresa a Francia y continúa realizando sus obras monumentales como el gran móvil para el palacio de la UNESCO de París. Desde 1950 sus stables de grandes dimensiones, comienzan a enrigirse en gran cantidad de ciudades: Nueva York, Los Angeles, Saint Paul de Vence, Francfort, Berlín, Roterdam. Amsterdam, Sydney, Montreal, Estocolmo, etcétera.

En 1953 se fija en Saché (Touraine) donde Calder, un trabajador incansable, amador del buen comer el buen beber, sigue realizando sus variadas actividades. Además de los dibujos, los móvilés y estables (monumentales o no), realiza objetos con los más diversos materiales que encuentra como al azar (en realidad con una gran intuición) joyas para su esposa e hijas en latón, aluminio, alambre, etcétera (collares, pulseras, brazaletes, colgantes, pendientes), maquetas, etcétera. Pero tiene también que controlar la realización de las obras monumentales en una fábrica de Tours (agrandadas de dos a diez o más veces la maqueta original), discutir con los obreros e ingenieros que realizan el trabajo, modificar sobre la marcha formas o dimensiones en una palabra seguir la obra hasta su instalación en el lugar elegido.

Nada mejor que un extracto del texto El soñador, los astros y el ganso, incluido en el catálogo que la Galería Mahegt ha editado con motivo de esta exposición póstuma, para definir los móviles de Calder: «Soy un perfil anónimo que gira sobre él mismo. en ciertos momentos me pierdo y ustedes no ven más que mi delgada nuca, pero es que me vuelvo para enseñarles mi revés.

Si ustedes me soplan, yo presento la otra mejilla, pero no se tomen este trabajo, el viento se encargará:

No ocupo mucho sitio, no molesto a nadie. Me dan horror el espesor y la más pequeña hinchazón. Estoy reducido a mi más simple expresión.

No soy de los vuestros, yo no tengo, como se dice, los pies sobre la tierra, soy un soñador, un simple quizá un sabio...

Mi ocupación preferida es contemplar el curso de los astros, que me rodean. Después de un instante, yo confieso no saber si mi mirada les sigue o si les manda. Y ocurre que me tomo -¡oh fugitivamente!- por el dueño de mis planetas: pero no dura mucho, tengo poco interés por el poder».

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