Los faisanes
Referéndum, reforma, terrorismo, tensión. Bueno, pues hay una dorada minoría que se dedica a la caza de faisanes. Para los domingos 19 y 22 de este mes se anuncian fastuosas cacerías de faisanes, patos azulones, perdices y caza mayor, en mano y ojeo, en un coto experimental, para madrileños exquisitos.Hay que ver esos señores dominicales y distinguidos que aparecen por lontananza, con su sombrerito verde y sus escopetas pavonadas, para matar lo que sea. Digo yo que las reformas, las rupturas, las revoluciones y las democracias, los referéndumes (nos recuerda Torrente Ballester que hay que decir referéndumes) y las elecciones tienen que ganarlas el faisán, el pato azulón y otras delicadas especies. Me lo dijo don Ramón del Valle-Incián en La Granja del Henar, echándome por los hombros el brazo que le faltaba:
-Mire usted, joven, yo dejé la política porque había un diputado que cazaba faisanes con sus amigotes, en Aranjuez.
Y eso no podía ser, claro. Se cambia la historia para que la gente deje de matar gente (o de explotarla), pero también para que deje de matar faisanes. En estos momentos de crispación nacional, cuando estamos viviendo un tránsito político difícil e incómodo, resulta como un poco insolente, insultante, desafiante y espectacular la convocatoria para una cacería de faisanes y patos azulones, que son tan bonitos.
El faisán es en sí un bicho arístocrático. Parece un duque con plumas. De modo que venía otro duque, con escopeta y diabetes, y mataba el faisán. Era una manera de pasar el tiempo, porque entonces los duques tenían la historia a favor, y claro, se aburrían. Luego, cuando los faisanes eran ya una especie a extinguir (y los duques también), la heroica montería contra el pájaro heráldico ha pasado al horterismo enriquecido del fin de semana.
Un señor de clase media, un intermediario enriquecido, uno que negociaba en camiones después de la guerra, un especulador de ésos que compran y venden el suelo de Madrid como si fuera suyo, sale hoy al campo, en esta víspera suave de la Navidad, para matar faisanes como si matase duques, porque así hace la revolución pendiente, la lucha de clases que nunca se ha atrevido a hacer, y. se cura un poco el trauma de no ser duque.
Y de que el faisán esté mejor educado que él."
Yo no soy el Rodríguez de la Fuente de los duques, ni el Pablo Iglesias de los faisanes, yo ni siquiera soy manco', como don Ramón del Valle-Inclán, pero escribo con la mano derecha, y la izquierda en el corazón, que no está bien, que no me parece serio, que el salario mínimo no da para pollo congelado de plástico y en cambio hay señores que matan el faisán. que ni siquiera se. van a comer, porque son unos inapetentes. Eso es lo que hay que arreglar.
Me lo dijo una vez mi amigo Miguel Delibes:
-En algunos ríos castellanas hay furtivos que cazan ratas de agua para comerlas y venderlas.
Luego hizo un libro magistral con esa delicada historia tercermundista. Porque en la Castilla que llaman imperial y centralista, la gente come ratas de río. Pero en ambas Castillas y en todas las instancias unitarias del Estado español, como se dice ahora, hay unos españoles exentos que cazan y comen el faisán por estas fechas, cuando la Navidad se anuncia ternurista por la tele. Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad. Pero a los faisanes que les parta un rayo. O una perdigonada. No quiero que me salga un artículo de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas. Ni de la sociedad protectora de duques, que es la nuestra. (El faisán sí que es un duque natural) Pero entre el faisán y la rata de río, me parece que hay un término medio gastronómico y democrático que es por el que hay que luchar en el país. Con algo más que la reforma y con algo menos que la escopeta de caza. O sea con mi justicia.
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