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"Nunca pasa nada"

El casi 40 % de abstenciones en el electorado portugués durante las últimas elecciones representa algo más que la indiferencia y el cansancio de una buena parte de la ciudadanía de aquel país hacia, la menuda política que se ventilaba en estos comicios. Hay síntomas de que el desinterés creciente de los portugueses hacia las elecciones viene dado por su progresivo convencimiento de que las urnas son incapaces de resolver ahora los graves problemas sociales y económicos con que el país se enfrenta.Como casi siempre suele ocurrir cuando los resultados electorales no ofrecen cifras tajantes, todos los partidos se dicen ganadores, todos creen haber avanzado y ninguno -salvo la extrema izquierda, desmenuzada por sus querellas internas- ha perdido posiciones.

Mario Soares, que ahora se apresta a viajar a Brasil para restablecer unas relaciones profundas y de paso convencer al gran capitalismo luso de que vuelva a casa, no arriesgaba mucho en estas elecciones, transcurridas sin plena ni gloria. Pero este nuevo episodio apenas si servirá para acreditarlo como gobernante sagaz Q como figura histórica. Al posponer para «principios de año» las medidas económicas urgentes que el país pide a gritos, el líder socialista sigue tercamente en su línea de ganar tiempo. Pero el tiempo, lo mismo que las reservas de oro, es cada día más menguado en Portugal.

Después de dos años y medio de intenso y contradictorio proceso hacia la democracia, el Gobierno minoritario y monocolor que preside Soares debe plantearse con grave dad los problemas acuciantes, ante los cuales los votos parecen impotentes: una moneda deteriorada, una inflación desbocada un paro insuperable, una reforma agraria paralizada y una espectacular falta de fondos y divisas. Para nada le servirá ahora al líder socialista y a sus colaboradores culpar al difuntofascismo de las dificultades del presente. Para poco parecen servir, al menos a corto plazo, los limitados préstamos y las ayudas que Europa occidental y Estados Unidos concedieron recientemente. La etapa de las «cuentas de la lechera» no funciona ya en Portugal, ni siquiera electoralmente. Este pueblo de patriotas y románticos comienza a deslizarse peligrosa mente hacia un pesimismo nihilizante.

La moderación de que hasta el momento han hecho gala la izquierda tanto como la derecha sólo podría compararse con los excesos verbales de ambos. Ese abarrote de palabras y frases originales, de discursos encendidos y promesas incumplidas ha servido para que, al fin y a la postre, el país tropiece ahora con los mismos problemas que hace un año, agravados por la vehemencia de unos y la indiferencia de otros.

Es pronto todavía para hablar de remodelaciones gubernamentales Pronto también para sugerir, como alguna prensa europea hace sin tapujos, la vuelta al Gobierno de lo militares. Pero la conciencia generalizada de los portugueses es que si bien en el país «nunca pasa nada», precisamente por ello las cosas no pueden seguir así...

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