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La economía española, condicionada por el precio de los crudos

La fijación del nuevo precio del petróleo, que decidirán en Qatar los países exportadores agrupados en la OPEP, constituye un acontecimiento económico de la máxima importancia por la serie de interrogantes que plantea el problema de la energía a escala mundial. El primero de ellos consiste en que la diferencia actual entre producción y consumo de energía va, según todas las previsiones, a aumentar en los próximos años. Con toda seguridad, este hecho realza el papel que cobran las decisiones de Arabia Saudita. Dado que este país es, no sólo el máximo productor. sino también el que cuenta con mayores reservas de petróleo, su actitud será clave en las discusiones de Qatar. Para ilustrar su postura. reproducimos parcialmente unas recientes declaraciones del Jeque Yamaní. ministro de Hidrocarburos, a la revista Business Week.

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La afirmación de que Arabia Saudita es la pieza clave de este complicado juego se entenderá mejor si se tiene en cuenta que si dicho reino decidiera aumentar su producción diaria de ocho a doce millones de barriles. haría descender inmediatamente cualquier precio fijado por los restantes países de la OPEP. Dicha organización, fundada en 1960 por la propia Arabia, Venezuela. y otros tres países más. libró su primera batalla para impedir que la compañía Esso redujera el precio del barril de petróleo. y con ello los ingresos de los países exportadores. Desde la histórica reunión del otoño de 1973. en la cual los países exportadores triplicaron el precio del petróleo los expertos occidentales han apostado innumerables veces por la ruptura del cartel, sin que hasta ahora se haya producido.

Lo que si parece claro es que los países consumidores no han conseguido formar un frente unido. La Agencia Internacional de la Energía (ATE). constituída a instancia de Estados Unidos en 1974, ha sido incapaz de establecer un esquema de formación de precios aceptable para los países productores, así como moderar debidamente el consumo de energía de sus diecinueve países miembros.

Aun cuando en 1975 los países miembros de la AlE redujeron su consumo casi un 5% por debajo del de 1973, no pocos expertos opinan que ese menor consumo fue debido, sobre todo, al estancamiento que atravesaban sus economías. Para desgracia nuestra, España es el único país que incrementó su consumo de energía durante esos dos años. El futuro no es, precisamente, de color de rosa para los países consumidores. Las esperanzas de conseguir una sustancial independencia energética se van difuminando con el paso de los meses y la realización de nuevos cálculos. A comienzos dé la crisis, los expertos de la OCDE indicaron que para 1985 los países miembros producirían entre veintiséis y veintisiete millones de barriles de petróleo diarios, de los cuales dieciocho corresponderían a Estados Unidos. Hoy en día se han visto obligados a reducir sus estimaciones a diecinueve, veinte millones de barriles, con una contribución americana de unos doce millones. En el campo del gas natural. Lo malo es que las objetivos programados y las últimas previsiones es de mil millones a setecientos.

Ante esta situación, el occidente industrializado podría verse obligado a llegar a un acuerdo global con su rival ideológico, la Unión Soviética, a fin de asegurarse el suministro de petróleo y gas natural. Lo malo es que las necesidades propias parecen estar creciendo en el inmenso país euro-asiático a un ritmo muy superior a su producción, reduciendo así el margen de seguridad que le daban unas gigantescas reservas que, para su desgracia, están localizadas en las remotas regiones al este de los Urales.

La única solución para esos países parece hallarse en el desarrollo de fuentes alternativas de energía. El empeño no es ni fácil ni rápido. La más asequible de todas ellas, la energía nuclear, es objeto de un amplio debate dado los peligros potenciales que encierra; las restantes -energía solar ,geotérmica, marítima, energía por fusión- son todavía hoy alternativas problemáticas.

España se encuentra en una situación dramática. Apenas sin recursos interiores -si bien los recientes descubrimientos en el Mediterráneo y el Cantábrico abren un portillo a la esperanza-, el déficit energético, se ha agravado por obra de una política de precios inexplicable. pues en jugar de restringir el consumo se ha estado subvencionándolo. Las tímidas medidas adoptadas en los últimos meses han sido incapaces de contener unas importaciones que. de no racionarse. pueden provocar un desequilibrio exterior imposible de financiar. El comercio con los grandes países suministradores de crudo a España tendría que constituir prioridad esencial en nuestra política comercial.

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