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Italia y Francia convocan a una "cumbre" económica europea

Italia y Francia, por sugerencia concreta del presidente francés Giscard d'Estaing, han propuesto una conferencia cumbre de los países industrializados a realizarse en el primer semestre del año entrante. La «cumbre» sería precedida por una sesión especial del Consejo Europeo o asamblea de jefes de Estado o de Gobierno de los nueve países del Mercado Común.

Cumbres análogas, como las de Rambouillet y Puerto Rico, han servido para poco. Giscard quisiera ahora revisar la situación, a la luz de la actual crisis económica, no sólo para reconocer el fracaso, sino para salir de él. Giscard se ha interesado sobre todo en la actitud positiva de los comunistas italianos ante las elecciones del próximo Parlamento Europeo.La conciencia, según palabras de Giscard, de que la crisis de la Comunidad no es coyuntural sino que afronta «problemas nuevos» y «datos de hecho nuevos», ha movido a Giscard a proponer a ltalia encuentros periódicos, preparatorios de las decisiones comunitarias. Entre esos hechos nuevos no es de extrañar que se cuente con la presencia de España en la CEE a más o menos corto plazo. El problema preocupa más a Giscard que a Andreotti. El ingreso español en la CEE plantea al Gobierno italiano problemas de orden político y también de competencia económica.

La propuesta presentada por el presidente francés en la finca presidencial de San Rossore, cerca de Pisa, durante su entrevista con Leone, y en Villa Salviati, en su encuentro con Andreotti, no ha sido recibida con gran entusiasmo en los ambientes políticos italianos. Existe una cuestión previa para la unificación política europea: la elección directa por sufragio universal del Parlamento Europeo, asunto que todavía no se ha aclarado del todo. Entretanto, el problema más urgente e inmediato es el costo del petróleo. La iniciativa italo-francesa en La Haya, de fijar un «techo» al consumo europeo, cayó en el vacío. Sobre problemas de estructura o simplemente, sobre las nuevas adhesiones a la Comunidad (Grecia, Turquía, Portugal, España), Italia prefiere, por tanto, esperar a ver que fisonomía futura cobrará la CEE económicamente. Y en ello parecen haber convenido tanto Giscard como Andreotti, quienes se han despedido prometiéndose más frecuentes visitas sin institucionarlas, como Francia ha hecho con Alemania o Gran Bretaña y prometiéndose reducir a la mínima sangre querellas como la llamada guerra del vino.

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