Referéndum: así, no
NADA MAS vencer una batalla a favor de la democracia, el Gobierno Suárez amenaza con caer en las tentaciones franquistas inherentes a su origen: la manipulación del referéndum, en lo que debería ser su primer acto público de pureza y credibilidad democrática. La indecisión de dos ministros del Gabinete, y de los responsables del aparato de propaganda oficial, a la hora de responder sobre si darán opción a los partidos de oposición democrática a exponer su postura sobre el referéndum frente a las pantallas de televisión fue ayer notable. Con toda clase de contradicciones, dieron a entender que efectivamente la postura abstencionista preconizada por diversos partidos encontraría una respuesta beligerante del Gobierno. Por dos veces los ministros aseguraron la ilicitud de dicha postura aunque posteriormente el de la Gobernación rectificara diciendo que le parecía lícita pero no recomendable. También pusieron en entredicho la identidad democrática de grupos y personas que ahora recomiendan abstenerse del «ejercicio de un derecho como el del voto» y se mostraron inflexibles acerca de la ilegalidad del Partido Comunista y deseosos en cambio de que el Partido Socialista Obrero Español pasara por ventanilla. Dieron a entender que los partidos legalizados tendrían muchas más oportunidades de expresión en los medios oficiales que los que no lo estén, y en cualquier caso mostraron la disposición del Gobierno a decidir unilateralmente sobre el comportamiento de la Televisión en el proceso del referéndum.El tema de la utilización de los medios de información del Estado en este referéndum nos parece de extraordinaria importancia. El referéndum ha sido unilateralmente planteado, sin contar con las fuerzas políticas reales del país y su propaganda -para la que hay destinados quinientos millones del erario público- no va a poder ser controlada por nadie que no sea la Administración. Resulta así que un director general designado por un Gobierno no democrático sería el único valedor de la fiabilidad e imparcialidad del comportamiento televisivo.
Hay que decir que si todo transcurre como ayer confesó el Gobierno que debía transcurrir, la reforma Suárez no resultará ni tan prometedora ni tan reformista como se decía. El Gobierno debería estar preocupado desde, ya en dar cancha y acceso a la tribuna pública, a todas las fuerzas políticas que necesariamente han de contribuir al Proceso constituyente. A cuatro meses vista de unas elecciones generales, los ministros se muestran sin embargo tímidos al hablar de la oposición, indecisos a la hora de escucharla y arbitrarios y prepotentes en la utilización de los resortes de poder.
Si el referéndum no es diáfano en su realización dará lo mismo que lo gane el Gobierno: habrán perdido la Corona y el país entero. Sólo si todos los grupos -incluidos los que promueven la abstención en el voto- tienen un trato paritario y sin discriminaciones por parte de los órganos de difusión de propiedad estatal, la reforma Suárez podrá tildarse de democrática. El recuerdo del referéndum del 66 es todavía demasiado vivo e hiriente entre los españoles. Pero los gobernantes no parecen querer apearse de las tácticas dictatoriales. Se ha preferido, en plena crisis económica, perder un día laborable en vez de realizar la votación en domingo, precisamente para no favorecer la abstención. Los centros oficiales solicitarán sin duda certificado de voto para dar permiso a sus empleados que quieran ausentarse so pretexto de cumplir con dicho deber cívico. Y se pone en duda al tiempo, de manera pública y formal, la licitud o el carácter democrático de la opción abstencionista.
Pero en todo referéndum es perfectamente legítima una triple opción: El sí, el no, y la abstención en su doble forma de voto en blanco o de no votar. Las razones para abstenerse pueden ser múltiples y entre ellas destacan:
a) La inexistencia de garantías de la libertad de la consulta.
b) La falta de comprensión de lo que se somete a consulta.
c) La disconformidad parcial y no absoluta con lo que se pregunta.
Hay que decir por ello muy claramente que no es el Gobierno Suárez el mejor de los llamados a definir qué es democrático y qué no lo es. Y reservándonos desde luego, por el momento, la actitud de este periódico sobre el referéndum mismo, y sobre lo que se debe hacer ante él, no es posible reservarse, en cambio, el primer juicio sobre cómo el Gobierno ha comenzado a plantear las cosas. Estamos seguros que la inteligencia política del presidente Suárez rectificará a tiempo tantos errores como parece que se amenazan cometer. La capacidad del presidente para rectificar sobre la marcha ha sido hasta ahora asombrosa. Y no puede haber una reforma democrática aprobada con métodos autoritarios.
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