_
_
_
_
_
Entrevista:

"Las ortodoxias del siglo XX crearon dictaduras peores que la de la Inquisición"

España es un país atractivo para las otras naciones. La forma de ser de sus gentes, tanto de las humildes como de las intelectuales. Yo vine a España por una pleuresía que me impidió continuar mis estudios clásicos. Más tarde dejaría esos estudios clásicos para estudiar sólo lo español. Recuerdo uno de mis primeros viajes. Viví en Sevilla, en un hotel modesto, en la plaza de San Fernando. Por la tarde paseaba por el parque de María Luisa con Juan María Aguilar, un español que sería más tarde diputado del Frente Popular y que murió en Panamá en agosto de 1948. De Sevilla me impresionó su tono de vida: un modo de ser libre y es pontáneo.Menciona frecuentemente el anciano Bataillon su amistad con Juan María Aguilar _. Como si allí hubiese comenzado su amistad con lo español. Y fue el de los dos amigos un diálogo religioso:

-Los dos éramos descreídos. El era anticlerical y yo, aunque bautizado, no era practicante. Observábamos juntos las procesiones. Yo siempre he mantenido y mantengo un gran interés por las formas interiorizadas de la religión: por el erasmismo que, era una forma de religión interior. Fue entonces cuando decidí mi dedicación al estudio del hispanismo. No obstante, el cónsul francés en Sevilla, tras un reconocimiento, me devolvió a la guerra. Después, al acabar ya decidí -cambiar el latín y el griego por el español. Volví. Un esputo de sangre me hizo residir en El Pardo. Fui a Salamanca en 1921 a reposar claustros. Quise estudiar el humanismo de la España de Carlos I. Descubrí a Juan de Vergara, colaborador con Cisneros de la Biblia Políglota. Me pareció un personaje interesante, víctima de la Inquisición por erasmista. El inquisidor general Alonso Manrique protegía a los erasmistas mientras los otros les perseguían como sospechosos de luteranismo. Un grupo de investigadores norteamericanos ha puesto esta situación en relación con las sospechas que invadieron ciertos sectores de Estados Unidos hace unas décadas, cuando, bajo el dominio de la obsesión maccarthysta de las actividades antiamericanas, cualquier liberal era tachado de comunista.

Cristianismo e Inquisición

-Su interés por el erasmismo y por la persecución que sufrieron los erasmistas en nuestro país es su interés por la religión interior, por la que no está a ,merced de las prácticas exteriores, ¿no es así?

-Sí. Comencé a leer el Enquiridión, de Erasmo. Comprendí el interés enorme por esa forma de cristianismo interior que ponía el sentimiento por encima de las prácticas exteriores. Este es el mensaje del Manual del caballero cristiano que más tarde prologué cuando fue reeditada, por Dámaso Alonso, la traducción, del Siglo XVI. Más tarde comprendería al desarrollar Erasmo y España, el empalme entre el erasmismo y el iluminismo. Tardé quince años en preparar ese libro. Le conocí en 1921 en Salamanca. Dábamos caminatas por las carreteras de Zamora. Le oía hablar. Yo siempre tuve una relación fácil con los creyentes, sin serlo yo. Sentimos un respeto mutuo. Ellos saben que la fe es un don de Dios, y que el que no la tiene no es culpable. El que cree, forzando su voluntad para acomodarla a lo que cree la Iglesia, es poca cosa. Este es el fundamento de la creencia cristiana.

-En relación con su vida de un cristianismo libre e interior está lo que ha sido una preocupación constante en su vida: el tema de la Inquisición...

-La Inquisición es para mí la institución que persiguió ese cristianismo interior, personal..., a mediados del siglo XVI en España porque sabía a protestantismo. Me fijé en un gran proceso, el de Juan de Vergara. Le dediqué un capítulo en mi obra sobre Erasmo. Aprendí de ese proceso la forma en que se trataba al reo. Se reunían testimonios tendenciosos. También vi la manera de defenderse. Vergara jugaba con sus inquisidores habilísimamente. Se le acusó de comunicarse, desde la cárcel, con el exterior escribiendo cartas a su hermano con tinta simpática. Escribía con zumo de limón letras que ennegrecía después junto al fuego. El proceso acabó con una condena moderada. Tuvo que abjurar de una vehemente sospecha de luteranismo que era en realidad erasmismo.

-Todas esas persecuciones condujeron a la cuestión de los libros.... precisamente de los mejores libros de espiritualidad.

-España no tuvo el privilegio de ser la única perseguidora de autores. Se hizo una lista sacada de los teólogos de Lovaina, al que se añadieron libros españoles. Los primeros índices importantes datan de 1552: Toledo, Valladolid, Sevilla, Valencia... Después se hizo el gran índice de 1559 del inquisidor Valdés que ya fue una creación propia. Primero hay un catálogo de libros en latín y luego de libros en romance. La característica de ese índice es que se ensaña contra la literatura espiritual en lengua vulgar contra lo que el inquisidor llamaba «cosas de espiritualidad para mujeres decarpinteros». Entre las víctimas del índice figuran los acusados de tendencias luteranas, protestantes y los defensores de la oración mental, de la oración interna. En este índice figura el Libro de la oración, de Fray Luis de Granada. La persecución afectó al maestro San Juan de Avila, asus libros (Aviso y Reglas cristianas), considerándolos én una línea iluminada y peligrosa. Obras de San Francisco de Borja también -se incluyeron entre los textos perseguidos.

-¿Asistimos entonces a una persecución de la interioridad como fuente de discrepancias?

-Consideraban peligrosa esa interioridad como fuente de herejías y desviaciones personales de la fe. Prohibían leer la Biblia en lengua vulgar. Leerla en la intimidad del cuarto era considerado peligroso... Aseguraban que bastaba la lectura tal como se efectuada en la liturgia de la misa.

Las dictaduras

El proceso no es nuevo ni está superado. Se trata, según el investigador francés, de la anteposición de la ortodoxia sobre cualquier otro valor:

-La ortodoxia siempre pretende imponerse al sentimiento individual, a la opinión personal. La ortodoxia sólo respeta esa opinión personal cuando acata. Las religiones políticas de hoy siguen teniendo sus ortodoxías y sus inquisiciones. Cuando vino el fascismo yo me encontraba en las listas de antifascistas y tuve que ir al. campo de concentración alemán de Compiégne en el año 1941. Relaciono esto con el affaire Dreyfus, que vivieron los hombres de la generación anterior a la mía, la de mi padre. Fue un proceso, como usted sabe, donde un oficial fue acusado de traidor. Todo el proceso fue una falsificación indecente. Luego fue rehabilitado. Unamuno llamó al asunto «nobilísima guerra civil» porque dividió a los franceses en dos bloques: los defensores de la obediencia ciega y por otro lado, los defensores del espíritu crítico, los que luchan contra los' errores judiciales. Yo lo viví a través de mi padre que era un liberal, un dreyfusard. Pertenecía a la liga de los defensores de los derechos del hombre.

-Su análisis de la España actual, también percibe estos mecanismos inquisitoriales, esta dialéctica entre la obediencia ciega y el espíritu crítico?

-Yo creo que España ha estado privada durante muchos años de vida civil y cívica. Poco a poco, a pesar de las trabas de un régimen dictatorial, llegó a manifestarse una vida cívica, una vida de reivindicación de derechos. Esto es lo que se intenta ahora legalizar con el reconocimiento de los derechos políticos, las libertades de asociación y expresión. Es justa la reivindicación de los obreros y los estudiantes españoles a tener sus asociaciones con sus líderes elegidos y no nombrados desde fuera.

-La Inquisición sigue viva hoy, ¿no?

-Bueno, a mí me llama la atención el que, en el proceso famoso de la Inquisición al arzobispo Carranza, se manejaban acusaciones tendenciosas con las mañas empleadas por el inquisidor general Valdés. Pero había en todo caso precauciones y garantías jurídicas. Los regímenes dictatoriales, como era el régimen franquista, no tienen tantas precauciones. Detienen a la gente y basta. Son admirables en la Inquisición, a pesar de la antipatía que despierta, las garantías jurídicas que ofrecían en sus procesos. Las dictaduras modernas -blancos o rojos- meten a la gente en la cárcel e inventan los juicios sumarísimos. Lo que hemos vivido en el régimen hltleriano o en el Gulag supone una negación de los derechos individuales. La Inquisición respetaba ciertas normas canónicas. Lo que hemos visto en el siglo XX nos vuelve un poco indulgentes respecto a la Inquisición.

Subdesarrollo moral

-¿Puede decirse que vamos a peor?

-La humanidad progresa técnicamente. Las mismas guerras incluso favorecen eso: nuevas formas de energía, etcétera. Pero moralmente puede decirse que la humanidad no progresa. El progreso es entonces algo individual. Cada uno intenta progresar a su modo. Pueden corregirse cosas: existe una disciplina moral que es eficaz. Pero el único progreso que hemos visto en los últimos años es el reconocimiento del poder internacional. ¡Pero qué mal encauza ese poder los conflictos! En la cuestión libanesa asistimos de nuevo a la impotencia de los organismos internacionales. No obstante, para los que hemos vivido guerras tan tremendas como las dos mundiales, resultan progresivos los intentos de crear organismos internacionales. La Sociedad de Naciones fue un fracaso. A las dictaduras de la época las importó un bledo lo acordado por aquel organismo. La ONU también manifiesta en muchas circunstancias su impotencia. Pero supone progreso el que haya una entidad supranacional considerada superior a los egoísmos nacionales. Realmente este siglo XX ha sido un siglo desdichado. El progreso técnico es admirable pero la humanidad no lo domina. Llegamos a esas situaciones como el accidente contaminante en Milán. Eso es una muestra de que sólo ahora se empieza a tomar conciencia de la destrucción de la naturaleza. Es una toma de conciencia zigzagueante, insegura. Ya hay ministerios de medio ambiente en casi todos los países.

Quedan más cosas fuera del papel. Marcel Bataillon se levanta y se dirige hacia un estante donde unas pastillas le ayudan a continuar viviendo, tras una reciente operación donde le han seccionado, según él mismo explica, una buena parte del estómago afectado de cáncer. Hace una vida física que sorprende a sus 81 años. En sus gestos y movimientos, una nostalgia que no es desesperación. Es sólo el conocimiento del «desdichado siglo».del que fue testigo de excepción.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_