Robert Redford
O sea que viene el Robert Redford a España, que lo cantan ya los reporteros, y en qué momento, señora, cuando las jais andan amotinadas en las Salesas con la causa del adulterio, que las liberadas y las progres se han hecho una pegatina: «Yo también soy adúltera.»Y esto, después de cuarenta años de Sección Femenina. No se pueden arruinar cuarenta años de Sección Femenina trayendo de pronto, a Robert Redford, que se nos pone levantisco el mujerío, lo cual que Perlita de Huelva, acusada de adulterio por su minimárido (que dice que la requirió de amores a cuchillo), a lo mejor es la primera que da la cara, que van a llevar a Robert Rédford hasta las Salesas, a hombros, las de Vindicación Femenina, para montar un adulterio colectivo y contestar el Código Civil.
Lo que se dice un corte. Me lo contaba anoche Florinda Chico:
-La única vez que me han dado una escena de cama, en el cine, ha sido con un tipo que parecía un cereal. Con el Robert Redford no me toca nunca.
Las muchachas, las muchachas colombianas, las muchachas bogotanas no saben ni dar un beso; en cambio, las españolas, caramba, besan que es un embeleso, caramba. En estos cantables perdimos nuestra juventud, creyendo que realmente había que ir al matrimonio para asegurarse el embeleso perpetuo de la española, y ahora resulta que sale una adúltera en cada instancia unitaria, y el que está libre. de pecado, o sea el marido de Perlita de Huelva, no sólo arroja la primera piedra, sino que saca la navaja.
La pierna quebrada, la camisa acartonada de Isabel la Católica, la madre de posguerra que le daba a su hijo el seno derecho por más patriótico, cuarenta años de Sección Femenina y asignatura de hogar en el bachillerato para chicas (el otro día se me quejaba una madre), han venido a parar en que con el solo paso de Robert Redford por el matriarcado español se viene abajo la familia, el municipio y hasta el sindicato. Puede acabar, el bellezo con las células fundamentales sin pararse en contrafueros, mal que le pese a don Blas en las Cortes.
«Divorcio, sí; adulterio, no», dicen las progres de las Salesas. Perlita de Huelva for President y se acabó la fórmula tradicional de honestidad a la española, o sea el adulterio, que era una institución burguesa que funcionaba como la seda en los vodeviles de Marcel Achard y los matrimonios de pro vincias.
Me lo dijo Pitigrilli cuando estuve en Roma trabajando de latin-lover:
-En toda mujer hay cromosoma de madame Bovary
Pero resulta que el cromosoma estaba en el Código Civil, porque madame Bovary no hay más que una (ni siquiera Flaubert es madame Boyary), y las madres de familia han empezado a lucir la pegatina cuando bajan al hipermercado: «Yo también soy adúltera». No lo dicen por decir, ni porque tengan una experiencia paralela a nivel de cama, como dicen ahora los ligones del estructuralismo, sino por contestar al machismo del carnicero, que todos los días sube la carne y, por otra parte, el hombre no se ha metido en nada. Pero he aquí que ahora llega Robert Redford, que ya no es el gran Gatsby, sino el Virginiano del sexo, a hacer justicia y vengar la humillación secular y la discriminación jurídica de la hembra nacional. Todas van a ser adúlteras mentales (las peores, según Nietzsche) con el último rubio de Hollywood, y el Código Civil queda contestado para siempre.
Eran tan quebradizas las nociones de la moral franquista; eran tan de repuesto las teofanías matrimoniales del director espiritual, que basta el viento multinacional y albino del gañán americano para que el machismo ibérico en bloque se quede cornudo para siempre, pues si la adúltera de Zaragoza adulteró con un amigo, y la de Madrid con un compañero de trabajo, y Perlita de Huelva con un onubense, supongo, el censo femenino en bloque va a adulterar hipotéticamente con el rubio y transparente Robert.
Ya dicen que lo ha dicho una faraona de fama: «¡Ay!, como me lo maravillaría yo al Robert Redford, tú.»
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