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Sige la guerra en Angola

«Desgraciadamente correrá mucha sangre», me dijo Agostinho Neto, líder máximo del MPLA, en julio de 1975, al regreso de un corto viaje a la República Popular del Congo. Mientras hablábamos en el aeropuerto de Luanda, se oían disparos, los primeros tiros de una batalla urbana que duraría quince días y produciría más de 10.000 muertos.La profecía de Neto, el poeta- médico-ideólogo, se cumplió implacablemente. Cuando los últimos buques portugueses abandonaban, hace un año, la espléndida bahía de la capital angoleña, a varias millas del puerto esperaban dos cargueros soviéticos con material de guerra y los primeros soldados cubanos. El puente aéreo Habana-Azores-Bissau-Luanda comenzó inmediatamente a funcionar, y la guerra se generalizó.

No vale la pena ahora repetir lo que tantas veces se ha dicho sobre la lamentable descolonización portuguesa en Angola. Los «retornados»,que ahora abarrotan Lisboa, lo hacen todos los días y a gritos: aquello no fue una descolonización, sino la estampida... La solidaridad internacionalista de Cuba, el apoyo de la Unión Soviética y la sorprendente neutralidad yanqui condujeron a la derrota de la coalición UNITA-FMLA en pocos meses. Los sudafricanos, que deseaban proteger las presas que lindan con Namibia, enviaron una columna motorizada que después retiraron. El Gobierno de Pretoria deseaba evitarse problemas en un momento en que Africa austral podía convertirse en un Vietnam todavía más sangriento.

Aunque según fuentes cubanas la situación, militar en Angola está controlada, el MPLA (convertido ahora en partido de vanguardia revolucionaria) tiene todavía problemas estratégicos graves. El FLEC (Frente de Liberación del Enclave de Cabinda) sigue actuando en el riquísimo territorio. En las zonas fronterizas con Zaire algunas bandas, residuos del ejército del FNLA, se mantienen en pie de guerra. Y en el Sur, en las fronteras con Namibia, la UNITA reorganiza sus fuerzas como acaba de reconocer la radio oficial de Luanda. La guerra, pues, no ha terminado.

En el terreno económico, las cosas son más difíciles todavía. La producción de café y petróleo ha descendido en más de un 60%, la agricultura está prácticamente paralizada y la incipiente industria se encuentra al borde del colapso. Los 7.000 técnicos cubanos que según La Habana ayudan ahora a la recuperación económica del extenso país luchan con una tasa altísima de analfabetismo y deben suplir con entusiasmo las bajas producidas por la guerra y el éxodo de los colonos portugueses.

Aunque el país ha gozado de cierta estabilidad en el seno de las fuerzas gubernamentales, mientras hubo guerra abierta, no se descarta la posibilidad ahora de que estallen las diferencias larvadas que siempre hubo en el seno del MPLA entre la rama militar (representada por los comandantes Alves y Carreira, ministros del Interior y Defensa, respectivamente) y la rama política, encabezada por el propio Neto y de la que forman parte Lopo do Nascimento, Dos Santos y Boavida.

La reciente -y todavía no confirmada- caída de Alves está siendo interpretada de muy diversos modos. Para algunos, el reajuste gubernamental angoleño es un triunfo de la línea cubano-soviética, mientras que otros lo consideran como la reafirmación de la línea nacional-popular, que algunos predican. Sea como sea, el papel de Neto parece reducirse cada día más, en el terreno de las decisiones: el pacífico y afable doutor de Coimbra podría muy bien regresar a sus poemas, cediendo el puesto a los «halcones» militares.

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