Después de las elecciones
Cuando estas palabras se impriman, Estados Unidos habrá elegido una vez más en su historia Habrá tomado en sus manos su destino y lo habrá lanzado hacia adelante. ¿Su destino? ¿No es excesiva esta palabra? ¿Es tan importante lo que se juegan los americanos el 2 de noviembre? No creo que el resultado de las elecciones sea tran grave que pueda afectar sustancialmente la vida del país; por eso escribo sin esperar a conocer su resultado ni me interesa predecirlo. Pero el destino nacional es lo que lo americanos van a tomar en sus manos al votar dentro de cinco días. Se lo van a jugar «a plazos» un modesto plazo de cuatro años Pero no hay nada más peligros que desdeñar los plazos cortos porque de ellos se compone nuestra vida, ellos son -unos tras otros- nuestra vida.Este breve espacio de tiempo va a hacer avanzar al país en uni dirección o en otra. No muy distintas, sólo ligeramente divergentes, porque ambas alternativas tienen presente la realidad, ella impone su estructura y su condiciones. Pero lo que pase en estos cuatro próximos años va dejar a la sociedad americana al mundo en un grado menor- en otro lugar, en otra posición, con algunas posibilidades abiertas otras cerradas, algunas ilusione realizadas, y otras alumbradas, otras maltrechas. Y en 1990 se v a partir de ahí, no de donde estamos hoy, sino de donde nos habra puesto la decisión americana del 2 de noviembre.
Por esto he hablado de «destino», que si se mira bien no es un palabra melodramática, si no simplemente dramática, como lo a vida por debajo de todo, aun que se quiera hacer de ella una farsa. Yo quisiera que en otros países el mío, en los de lengua- los pueblos tomar efectivamente en sus manos su destino política, histórica, temporal, civilizada. Quiero decir «a plazos», sin que una generación se ,considere autorizada a jugarse el destino de las futuras, sin rectificación posible; menos aún sin que esto lo haga un puñado de hombres dominados por la más peligrosa de las actitudes políticas: la frivolidad. -Es increíble la proporción en que los hombres proponen, defienden, sostienen lo que no quieren, ni desean, ni estiman, ni respetan. Cuando escucho o leo a muchos españoles que hablan de política, don demasiada frecuencia tengo la impresión de que les horrorizaría conseguir lo que proponen; y uno se pregunta por qué lo proponen. Yo diría que la mitad por falta de imaginación, porque no tienen ante los ojos lo que sería en realidad eso que defienden; la otra mitad porque creen que no se va a conseguir, que no van a triunfar, y su supuesto programa les interesa para otra cosa. Quizá esto explique el uso de esa fea palabra «plataforma»: es la plataforma desde la cual pretenden saltar a un lugar bien distinto. Yo invitaría a los posibles lectores, en todos los países, a examinar, antes incluso que los programas, esta cuestión: en qué medida los que los defienden desean que se realicen. (En el fondo, y permítaseme la pedantería, ¿no es esta la última sustancia de lo que Kant llamó el «imperativo categórico» y expuso siempre de manera literaríamente poco feliz?) He viajado considerablemente por Estados Unidos en los últimos dos meses, de Nueva York a Nueva York pasando por Indiana, Ohio, Oklahoma, Texas, Louaisiana, Washington, la capital; ahora estoy fuera y dentro, en Puerto Rico, que también va a tener «sus» elecciones, las propias, bastante distintas, en la misma fecha. Tan distintas, que su resultado no depende de las de Estados Unidos, ni es forzoso que la victoria- vaya al partido con más afinidades « continentales ». Sin contar con que es posible que un partido sea victorioso en las elecciones para el Congreso y otro en las que llevan a la presidencia (y en Puerto Rico esto sería sobremanera inverosímil). . Si no hubiera estado más que en el Este, probablemente tendría una impresión diferente. Los periódicos de mayor prestigio y difusión, las revistas, la televisión, reflejan sobre todo las tendencias dominantes en el Nordeste (o quizá el Nordeste está más influido por la presión en esos medios). Pero el país es muy grande y es el conjunto el que va a decidir, después de escuchar a unos y a otros, ver los debates -he visto los tres y el de los candidatos a vicepresidentes, Mondale y Dole-, escuchar los comentarios, leer los periódicos, hablar con la familia, los amigos y los vecinos, repasar las cuentas, y, finalmente, consultar con la alniohada. Sigo creyendo que innumerables americanos no están aún decididos, que van a decidii el día 1 de noviembre o acaso el 2, unos minutos antes de votar Se dice que muchos no van a votar. ¿Apatía? ¿Desinterés? No estoy seguro. Hay un malestar evidente en muchos.de simpatías habitualmente democráticas, que tienen cierta hostilidad a los republicanos, pero que no acaban de sentirse expresados por el Partido Demócrata en los últimosaños, con su negativismo, su «pesimismo», sus ocasionales jeremiadas. No se «ven» a sí mismo votando a los republicanos, por imagen asociada a este partido durante muchos años, pero n( acaba de gustarles la orientación demócrata. Los republicanos tienen menos dudas, pero son pocos: si triunfan, será, como siempre, con los votos de los no afiliados (y de algunos demócratas). No voy a decir que no me interese el «resultado» de la elecciones, pero no es lo que me interesa. Me parece más ni portante el temple con que se salgas de ellas. El crepúsculo que es todo cambio de equipo, ¿se sentirá como vespertino o matutino ¿Tendrán los americanos la impresión del atardecer o del amanecer? Se dirá: depende de quién: gane; los victoriosos tendrán la mañana por delante, los vencidos mirarán hacia el poniente.
Creo que habría que plantea la cuestión en otra forma. Se cualquiera el desenlace, lo decisivo es que se tome como anochecer o una alborada. Lo primero sería un error; lo segundo el reconocimiento de la realidad Quiero decir que empieza un fase nueva, y de un modo o d otro, con el Congreso que se elegido, con Ford o Cartei tendrá que comenzar. Los americanos de cualquier partido y opinión, si se disponen a iniciar un nueva empresa, habrán acertado es decir, habrán «ganado» la elecciones. Si creen que se está e una fase de declinación o que 1, cosas se van a arrastrar mortecinamente, se habrán equivocado habrán «perdido». Paradójicamente, Carter, candidato del partido habitualmente más innovador y progresista, el challenger y, por tanti «nuevo.», se ha dejado arrastrar demasiado por el hábito quejumbroso, crítico, negativo que los demócratas arrastran desde poco después de la muerte de Kennedy, me parece advertir una considerable fatiga en los americanos ante esa actitud; sobre todo porque va contra demasiadas evidencias. ¿Cómo se puede atacar a Ford a causa de la inflación, cuando en Estados Unidos es la tercera o la cuarta parte que en los países de Europa occidental (salvo Alemania y Suiza), para no hablar de Hispanoamérica o del resto del mundo? ¿Cómo se puede sostener que el país está «mal», cuando está tanto mejor que la inmensa mayoría de los del mundo, y, por supuesto, mucho mejor que hace dos años? Hay una expresión de Carter que me parece infortunada: habla constantemente de «la Administración Nixon-Ford». Es un recurso electoral no muy limpio, intentar vincular, a Ford a las desagradables -experiencias del mandato anterior; dudo mucho de que el sentido de fair play de los americanos acepte esa implicación- es posible que provoque irritación contra el que la hace. Pero hay otra cosa más grave: al decir da Administración Nixon-Ford», vincula el presente con el pasado, intenta relegarlo hacia el pretérito (los españoles hablarían quizá de «ruptura»). Ford, en cambio, pretende continuar hacia adelante. Cree que la variación emplezóya, después de Nixon, que se está en una nueva etapa que no ha hecho más que comenzar. Como el cambio es evidente, este punto de vista es confirmado cuando se vuelven los ojos alrededor, en vez de leer un periódico o mirar la pantalla de la televisión. Será, interesante saber con qué gesto empiezan el día, los americanos el próximo martes, qué han mirado antes de ajustar su conciencia y elegir el plazo inmediato de su destino y una fracción del nuestro.
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