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Carter sacó a Ford casi dos millones de votos

La voluntad de cambio se impuso. James Earl Carter Jr., un granjero del «profundo Sur», de 53 años de edad, baptista de religión y políticamente demócrata con ciertas inclinaciones liberales, será el 39 presidente de Estados Unidos. Con la salida de Gerald Ford de la Casa Blanca, sin que consiguiera ver cumplido su sueño de ratificar con el voto el puesto que le dieron las circunstancias, Norteamérica pone fin a ocho años de Administración republicana, marcados por el estigma del escándalo Watergate.

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Reacción negativa en Wall Street
Votó más del 53 por 100

La tenacidad de Carter obtuvo su premio el martes, después de casi dos años de campaña electoral. El oscuro ex gobernador de Georgia, al que se denominaba burlonamente «Jimmy woh?», ¿Jimmy, qué?, comenzó su vertiginosa ascensión al ganar las primarias de los estados del Sur en la pasada primavera y colocarse, antes de que los caciques del partido pudieran darse cuenta, en condiciones de ganar la nominación presidencial demócrata y, cuatro meses después, la Casa Blanca.La victoria en las urnas de Jimmy Carter fue ciertamente estrecha, pero más que suficiente. Un 51 % de los electores le dieron su voto, con lo que superó a su adversario en tres puntos de porcentaje y en aproximadamente dos millones de sufragios. En cuanto a los votos electorales, Carter obtuvo 297, 27 más de los necesarios para ganar la presidencia, mientras que su adversario sólo consiguió 241. El candidato independiente, Eugene McCarthy, recogió más de seiscienlos mil sufragios, aproximadamente el 1% de los emitidos.

Los primeros análisis de los resultados electorales indican que el candidato demócrata se benefició de los votos de las minorias étnicas: la mayor parte de los hispanoparlantes, de los negros, de los judíos, y de los católicos votaron por él. Las zonas urbanas y los «blue collars», o trabajadores manuales, dieron también su voto a Jimmy Carter, que contaba con el apoyo oficial de las grandes centrales sindicales.

Geográficamente, el voto se distribuyó, más o menos, como se esperaba. Carter venció rotundamente en el Sur, y ganó estados como Louisiana, donde parecía dominar Ford. Cuando el estado de Texas, con sus 26 votos electorales, se inclinó claramente hacía Carter, el signo de la elección comenzó a definirse. El ahora presidente electo venció también en los más importantes estados de la costa Este, tradicionalmente demócratas, aunque pasó serios apuros en Nueva York, donde Ford llevó ventaja en los resultados parciales durante buena parte de la noche, sin conseguir finalmente el triunfo que, de producirse, hubiera dado la vuelta a la elección.

El presidente saliente ganó, como se esperaba, en los estados del Oeste y del medio Oeste, pero atravesó dificultades en California y en su propio estado natal, Michigan, que finalmente pudo superar.

Los llamados «estados clave», como Ohio, Illinois, Mississippi y Pennsylvania, lo fueron realmente, y mantuvieron la incógnita final durante más de ocho horas, de recuento, sin que hubiera un claro vencedor. Con excepción de Illinois, Carter se llevó finalmente los votos electorales de todos esos estados, que le dieron la ventaja definitiva.

Hacia las tres de la mañana, hora de la costa Este, (nueve de la mañana del miércoles en España), los estados de Hawaii (sólo cuatro votos electorales) y de Mississippi (siete votos) se inclinaron al bando de Carter, lo que hizo superar a este ligeramente la barrera de los 270 votos electorales requeridos. La agencia United Press se apresuró a dar la victoria del candidato demócrata, que era confirmada poco después por la cadena de televisión NBC. Cuando aún no existía certeza total del resultado -se hablaba de una impugnación del recuento de los votos de Nueva York, y quedaban por contabilizar más de la mitad de los sufragios de California-, el diario Daily News ponía en marcha sus máquinas y lanzaba una edición de urgencia en la que se leía: «Es Carter».

La noticia sorprendió a Ford en la Casa Blanca, donde, con su compañero electoral, Robert Dole, seguía por televisión el resultado del escrutinio.

Según su secretario de prensa, Ron Nessen, el presidente se fue a la cama poco después de las tres de la madrugada, convencido de que «todavía podía ganar». Mientras tanto, Carter y Mondale comenzaban a celebrar su victoria en un hotel de Atlanta (Georgia), y el nuevo presidente electo subía al escenario para dar las gracias a todos los que habían trabajado en su campaña y dedicar un recuerdo al presidente Ford, que había sido «mi mayor rival posible».

«Volveré como presidente electo de Estados Unidos», había dicho Carter a sus vecinos de Plains poco antes de trasladarse a Atlanta para esperar los resultados electorales. Y cumplió su promesa.

Con su victoria, Carter ha batido dos récords: el primero conseguir un que un sudista alcance la Casa Blanca, cosa que no ocurría desde hacía más de cien años. El segundo, vencer a un presidente en ejercicio, cosa que sólo ha sucedido en raras ocasiones, y vencer también al conformismo habitual de los electores, que suelen inclinarse por lo conocido, aunque sea evidentemente peor que lo que está por conocer.

La incógnita real se inicia ahora. El presidente electo sigue siendo un gran desconocido y su triunfo recuerda en cierto modo el de John Kennedy en 1960. Pero el presidente asesinado se convirtió en un líder popular en sólo unos meses de mandato, algo que no le será tan fácil de conseguir a Carter, máxime cuando ha basado toda su campaña en la necesidad de un nuevo liderazgo que restablezca la confianza en la presidencia perdida por el pueblo norteamericano tras el escándalo Watergate.

Por cierto que, contra lo que pudiera pensarse hace unos meses, el escándalo que costó la presidencia a Nixon no tuvo tanta influencia en los votantes. Prueba de ello es que Carter ganó sólo por algunos millares de votos en varios estados y que la elección ha sido una de las más reñidas de la historia política norteamericana.

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