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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuarenta arquitectos de Londres

Pese a la inequívoca indicación, de sus titulares, esta exposicion parece más propia del arte en general que de la arquitectura propiamente dicha, pudiendo incluso entrañar una cierta mediación entre la ineficiente actitud del llamado arte conceptual y la efectividad empírica de un arte del objeto. Referidas al campo de la arquitectura, las propuestas de los cuarenta londinenses son sólo imágenes, alumbradas de espaldas a su verificación objetual (como edificios). Desde el punto de vista del arte, se consuman, por el contrario, y se ofrecen a la contemplación bajo la especie de objetos creados (de obras artísticas).Imágenes, en cuanto que imágenes, concebidas y plasmadas al margen enteramente de utilidades y funciones, y como siguiendo, muy a propósito, un proceso inverso al de la propia historia de la arquitectura. Si al haber perdido (o por haber perdido) su específica función, muchos de los ejemplos de la arquitectura universal pasaron a ser solas y ejemplares imágenes artísticas, dijérase que las propuestas de nuestros cuarenta arquitectos renuncian de entrada, y con toda intención, a la expresión de sus propios significados (utilidad, función, fin), para acoger puros e intrínsecos significantes (concepto, forma, imagen).

Forty London Architects

Galería Buades. Claudio Coello, 43

«La imagen adquiere su vida propia -escribe Juan Navarro Baldeweg, a título de presentación-, su preeminencia, desembarazada de sus fines, de otra razón de ser que su pura existencia. En ese espacio de liberación surgen imágenes que parecen transgifuraciones, metamorfosis de un repertorio extraído del movimiento moderno(...). Las propuestas de esta exposición tiene fundamentalmente sus motivaciones en la imagen. Difícilmente se encontraría esa atmósfera creada por las esperanzas y la razón de un socialismo utópico o por la añoranza de sinceridad en la indagación de la popular y lo vernáculo como fuente de toda creatividad.»

No. De ningún modo puede tildarse de utópico cuanto aquí se expone, si se tiene en cuenta que ha sido concebido y elaborado de espaldas a toda hipótesis de realización. Conscientes, sin duda, de que la porción más creadora del movimiento moderno paró en obligada utopía (quedando, nonnatos, los más y mejores de los proyectos en las carpetas de sus hacedores, o en las ilustraciones de las revistas del ramo), Stirling, Cook, Wilson, Price... y los otros ingleses aquí representados, repudian de antemano el ejercicio de la arquitectura y se limitan a regalarnos índices e imágenes (ideas y formas de indicar e imaginar el universo).

¿Qué ha sido, en buena medida, la historia de la moderna arquitectura sino utopía obligada? ¿Acaso no nos es dado contemplar en sus páginas la intención primera y el frustrado destino de los más grandes maestros de nuestra edad? Idearon ellos, con plena adecuación histórica, una nueva faz del mundo, que, al concretarse en la realidad sociopolítica más idónea para su despliegue, distó mucho de plasmarse en el suelo de las cosas, o lo fue por vulgar remedio, e incluo llegó a encarnar la contradición más asombrosa, el reverso mismo de aquel primer impulso renovador (tal como usted puede comprobarlo a su paso por las calles).

¿Cómo explicar de otro modo, que Van Doesburg realizara un solo edificio, quedando en utopía obligada el resto de su investigación? ¿Qué fueron, sino utopías a la fuerza, las mejores ideas de Mies y Le Corbusier? ¿A merced de qué, sino de una cálida y exigua iniciativa privada, lograron escapar, a duras penas, de la utopía sin razón unas cuantas (sólo unas cuantas) propuestas de Frank Lloyd Wright? En tanto sus proyectos se hacían utópicos, o quedaban nonnatos prosperaban los de sus émulos más infames, convertidos en fórmula universal de la rapiña (de las ideas y del suelo) y del más detestable espectáculo urbano.

Conscientes o no de ellos, es lo cierto que los Gowan, Wilkinson, Koolhaas, Burrows... y demás compañeros de viaje, rehuyen toda tentación de utopía, entregados como están a la oferta de lo inútil, de lo apriorísticamente irrealizable, de lo que, nacido en sí, se transforma en sí, y en sí concluye. Ni ellos caerán en la utopía, ni les serán dadas a plagiarios y mixtificadores nuevas oportunidades de devastación (a no ser que acepten el modelo de un trolebús en un campo de amapolas. La exposición está destinada a usted y a mí, simples ciudadanos, que en ella podemos vislumbrar nuevas pautas orientadoras del estar en el mundo o imaginar el mundo.

Anticipándose a la erosión dél tiempo, los Shepheard, Asop, Jowsey, Hawley... y el resto de la risuena caravana londinense, ofrecen un amplio e intencionado paréntesis de liberación, unos proyectos sin otra entidad que su propia estantía, proyectos ,desprovistos de sus significados específicos (utilidad, función, fin) y convertidos en puros significantes (idea, imagen, forma). ¿Es posible la com unión entre los términos enconados del arte conceptual y el arte del objeto? La admirable exposición que comentamos parece poseer la clave: lo que en ella se presenta como concepto arquitectónico, se consuma como objeto artístico.

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