Los programas agrarios
Se acusa en estos días a la oposición -y, por supuesto, al Gobierno- de carecer de programas económicos capaces de hacer frente a la actual situación.En lo que respecta al sector agrario el problema es menor o mayor según se mire. Es menor porque nunca ha habido realmente un programa definido por parte de los poderes públicos por tanto, que ahora no lo tenga ni la actual Administración ni la de posible recambio es circunstancia a la que el agricultor se halla de sobra acostumbrado, Es mayor porque el sector, radicalmente «desplanificado» ' durante decenios, podría sufrir un colapso definitivo si el resto de la economía entrara en una fase de crisis profunda.
Lo cierto es que lijar objetivos de política agraria a, corto, medio o largo plazo resulta tarea harto difícil.
En primer lugar, carece de sentido tratar de señalar direcciones de actuación para la agricultura de forma aislada, es decir, que no estén en consonancia con las líneas generales de política que se dicten para otros sectores. Aquí aparece la primera dificultad: aunque tales líneas generales estuvieran definidas con claridad -que no lo están- su aplicación al sector primario no es automática. No habría ya que insistir en que la agricultura tiene caracteres muy peculiares. Hablar de autogestión a secas a los campesinos de Zamora no parece tener mucho sentido; intentar un cambio rápido en la política de producciones es inviable; lanzar, en fin, un sindicato à la Alombiedro carece de respuesta entre los interesados.
Entonces, vuelve la tentación de concebir la agricultura como una actividad que necesita cuidados intensivos y favores excepcionales ya que -se argumenta- es fuente de bienes insustituibles para la comunidad y, lo mismo que la educación y la sanidad, goza: de la categoría de servicio público. Esta concepción, si bien puede tenerse en cuenta a largo plazo, no debe plantearse como política a seguir de forma inmediata: resulta muy . cara en las actuales circunstancias y aisla totalmente al sector agrario del resto de la economía, lo cual, repetimos, carece de sentido.
No sirve la aplicación automática de líneas generales a la agricultura, pero tampoco se sostiene el peculiarismo excesivo cuando todas las ramas de la actividad económica sé encuentran deprimidas.
Si esta primera dificultad fuera superada, surgen en seguida otras no menos peliagudas. Todo el mundo parece estar de acuerdo, por ejemplo, en que una reforma agraria a la antigua carece ya de vigencia. Pero entonces, ¿cuál es el tipo de reforma consonante con las circunstancias actuales?, ¿o quizá la reforma ya se hizo sola mediante el desordenado abandono de la actividad fomentado desde hace más de quince años? Si se plantea una agricultura de tipo colectivista, ¿se sabe qué pasos son los primeros para su restablecimiento?, ¿cómo serían esas explotaciones colectivas?, ¿qué se, hace con la pequeña y mediana explotación familiar?, ¿de quién es la propiedad de la tierra?
Si se pasa a actuaciones más concretas, los problemas no desaparecen. Tomemos, por ejemplo, la política de precios. Se afirma que las medidas de sostén y subvención de los precios agrarios tienden a favorecer al gran propietario en detrimento del pequeño y a perpetuar las actuales estructuras productivas. De acuerdo. Pero el tema es más complicado: hay que reconocer que, en alguna medida, el gran agricultor comparte hoy día los problemas del pequeño y que plantear un cambio estructura] como previo a la política de intervención en los precios sería suicida para la generalidad del sector. .
Otros aspectos de la realidad agraria presentan problemas similares. En general, el establecimiento de un programa agrario con cierta viabilidad tropieza con graves obstáculos e innumerables contradicciones sea quien sea quien se lo proponga. No se trata de agravar desde aquí el ya de por sí confuso panorama tanto de los grupos gubernamentales como de la oposición, sino, muy al contrario, de apuntar modestamente ciertas ideas de sentido común que ayuden a quemar etapas. Empezar desde cero podría, llevar a discusiones bizantinas y_un planteamiento electoral va exigir por parte de todos mucha sensatez en base a la gravedad de la coyuntura económica.
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