El mundo del dinero desconfía de Carter
En Wall Street y en los despachos de los ejecutivos de las grandes corporaciones industriales, una victoria de Jimmy Carter en las elecciones de hoy se vería con el recelo propio de lo desconocido, mientras que el triunfo de Ford provocaría sin duda un suspiro de alivio.
De hecho, la controversia económica ha sido la única de cierto relieve en la campaña electoral y se ha limitado, esencialmente, a las distintas concepciones de cada candidato sobre la inflación y el desempleo.La política económica desarrollada por la Administración Ford logró reducir a la mitad la tasa de inflación, que es actualmente del 6%, y alcanzar un idéntico porcentaje de crecimiento económico, pero a costa de un desempleo ligeramente superior al 7%, lo que equivale a siete millones de trabajadores en paro.
El candidato demócrata, en cambio, basó buena parte de sus argumentos electorales en su promesa de reducir el paro forzoso, mediante una política de gran gasto gubernamental y su apoyo a la enmienda Humphrey-Hawkins, presentada en el Senado, que pregona el pleno empleo de la población adulta, aunque ello sea a costa de subir la tasa de inflación.
Presumiblemente, a las grandes corporaciones les preocupa más la inflación que el desempleo, pero no se reduce a esto su desconfianza hacia Carter, sino que se centra esencialmente en la reforma fiscal anunciada, de forma bastante vaga, por el candidato demócrata.
Los Sindicatos , tradicionalmente prodemócratas, apoyaron con entusiasmo a Carter, que presenta un programa objetivamente más beneficioso para el mundo del trabajo. Por su parte, los republicanos señalaron durante la campaña que el desempleo sólo puede reducirse drásticamente mediante grandes inversiones federales, lo que supondrá, a más o menos largo plazo, un aumento de los impuestos, mientras que Ford predica una progresiva reducción de los mismos.
En cualquier caso, y aunque Carter, de ser elegido, hoy presidente, no podría tomar drásticas medidas económicas en los primeros meses de su mandato y heredaría un presupuesto federal aprobado bajo la presidencia de Ford, a los hombres de negocios norteamericanos no les hace demasiada gracia la posibilidad de una administración demócrata que podría suponer, a la larga, una reducción en sus beneficios.
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