España ha perdido el tren en el mercado árabe
Una representación de cincuenta empresarios españoles convocados por los bancos Urquijo, Bilbao y Banesto participaron en el Simposiun de Cooperación Euro-Arabe celebrado en los tres primeros días de esta semana en la localidad suiza de Montreux, del que dimos cuenta en sus líneas más generales en la edición de ayer.
España parece jugar el papel de pariente pobre en el marco de éstas relaciones euroárabes. En una de las sesiones del Congreso el representante español del Banco de Urquijo, señor Pascual, tuvo que, recordar a sus colegas europeos que el continente es algo más que la Comunidad Económica Europea y que además de los nueve existen otros países (Noruega, Suiza, España ... ) que tienen algo que decir en el comercio entre ambas áreas.La tradicional amistad española con los árabes y los buenos oficios que supusieron los viajes del entonces Príncipe de España a Arabia Saudita y a Irán -aunque hay que señalar que este último país no está directamente incorporado al mundo árabe-, no han sido bazas para desarrollar el comercio entre ambos pueblos. Los árabes, sobre todo saudis, kuvaitis y libios, han visto multiplicar el valor de las compras españolas por efecto del aumento del precio del petróleo sin que las ventas españolas hayan seguido similar camino.
En 1975 el comercio hispano-árabe supuso un total de 252.330 millones de pesetas, de ello fueron importaciones por parte de España 203.153 millones (80,5 %) y el resto exportaciones españolas. En la cifra de importaciones el petróleo supone 186.651 millones de pesetas (91,4% del total de crudos importados). Arabia Saudita, exclusivamente, comparte con los Estados Unidos el primer lugar entre los acreedores de España.
Esta posición, de comprador fuerte y la tradicional amistad no han servido para que productos españoles de consumo, bienes de equipo, tecnología, etcétera, tengan una mayor penetración en el mercado árabe. Por otro lado, el reciclaje de petrodólares hacia España en forma de depósitos o de inversiones directas o de créditos tampoco ha sido tan importante como pudo pensarse en un principio.
Según nos señalaban españoles participantes en el Congreso de Montreux -buenos conocedores del mundo árabe-, España ha perdido el tren en buen número de estos países, la Administración no ha sabido conducir y defender las ofertas nacionales, los empresarios no han sabido penetrar en ese mercado y los financieros no han percibido la importancia del mismo. Las oportunidades, ahora, hay que buscarlas en el área pobre de los países árabes: en Egipto, en Siria, en Sudán. Lugares con riesgo, con menos capacidad financiera, pero con necesidad de desarrollo.
En Montreux los ejecutivos de empresas españolas que participaron trataron de consolidar relaciones y ofertas a empresarios árabes, conocerlos y entrar en contacto con ellos, y en algún caso concreto de casar operaciones ya iniciadas.
En el sector del cemento, Asland tiene en marcha una operación importante para la venta de una planta llave en mano a los argelinos y sigue de cerca la evolución de este producto en Libia y otros países árabes. En la automoción Enasa, trata de mejorar su posición en Egipto y sus posibilidades en otros países. En el textil la empresa fabricante de ropa interior, denominada Jim y Miss, consiguió un acuerdo para instalar una planta en Egipto. En bienes de equipo se iniciaron algunos contactos para futuros concursos.
De cualquier forma, la presencia española, no reconocida, ni utilizando el castellano como idioma oficial -al lado del árabe, francés, alemán e inglés-, no parecía importante entre el millar y medio de participantes.
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