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Muntadas: hacia una estrategia de los medios

La irrupción dentro del campo del arte de una serie de nuevos medios, fundamentalmente del video o cinta magnetoscópica la cual, con un equipo muy manejable y de fácil uso, permite la grabación simultánea de imágenes y sonidos, borrar y regrabar de nuevo, etc., ha abierto una serie de posibilidades inéditas dentro del campo de la comunicación y, por tanto, de la práctica artística en general. Para los defensores de esta nueva modalidad, «lo que se ha venido en llamar provisionalmente «arte video», amplía la noción de arte y le da la vuelta, del mismo modo que el video, al cuestionar la naturaleza de la comunicación, cuestiona la naturaleza de las relaciones sociales». «Aunque, por una parte, los artistas que utilizan el magnetoscopio tienen un nombre y, por otra parte, el material del equipo que utilizan sigue siendo relativamente caro, parece claro que el videoarte se perfila con los rasgos de un «arte popular» en gestación» (1). No disponemos aquí de espacio para entrar en profundidad en la polémica que estas nuevas prácticas han abierto (otros ya lo han hecho en estas mismas páginas (2), pero hemos considerado interesante mantener la siguiente conversación con el pionero en nuestro país de este tipo de experiencias, el catalán Antoni Muntadas, que durante el mes de octubre ha presentado una serie de trabajos y propuestas en Barcelona (Galería Ciento, BCD y Distrito l).

De los subsentidos a la sociología

A. Muntadas: Mi primera experiencia de contacto con las ciencias humanas -psicología, sociología, etcétera- y su aplicación al arte fueron los trabajos que realicé sobre los subsentidos en 1971 y 1972. Por ejemplo, la «experiencia número 3», en la que utilizaba a trece personas que no se conocían, a las que situaba con los ojos vendados, en un espacio -ambiente creado por mí. Me interesaba estudiar las relaciones de las personas entre sí, con el espacio y con diversos objetos (experiencias táctiles, olfativas y gustativas) que había colocado en el mismo. Luego me enteré que experiencias similares se estaban realizando en psicología, por ejemplo, en California. Podíamos decir que eran trabajos sobre microcomunicación. En los últimos años he ido evolucionando hacia trabajos sobre la macrocomunicación, es decir, hacia el estudio de problemas relacionados con la inserción del hombre en la sociedad, en el entorno cultural, etcétera. Se trata ahora de analizar situaciones en las que la sociología te aporta mucha mas información que la psicología. Incluso la misma antropología cuando ya no se trata de manejar datos sólo en el espacio, sino también en el tiempo.El trabajo de Cadaqués es un ejemplo de este sentido. Cuando una galería me pidió que realizara un proyecto, no quise limitarme a pasar los videos que había estado haciendo anteriormente en E U, ya que se trataba de un entorno cultural muy distinto y sólo resultaría asequible a las veinte o treinta personas que se desplazaran desde Barcelona. Junto a un grupo de gente joven propuse un proyecto de canal alternativo de televisión con programas referidos a la realidad y problemática del pueblo y que se pasaron en el casino y lugares donde la gente acostumbraba a ver la televisión.

Estructura mercantil del arte y nuevas prácticas

Utilizar un modelo de comunicación con un sentido alternativo a lo establecido implica un acto de transgresión de las estructuras de control ideológico del sistema. Una «televisión» que no sea «telesumisión», por ejemplo, abre posibilidades de gestión de los medios por parte de aquellos a los que el sistema condena a solo sufrirlos. El artista realiza un papel de vanguardia al demostrar en la práctica la posibilidad de subversión de los medios a partir de los medios mismos. Y aunque el grado de desarrollo de estas experiencias no ha pasado todavía de un nivel artesanal, los trabajos-piloto en este sentido pueden considerarse positivos.Sin embargo, el sistema ejerce sus mecanismos de recuperación y, a la larga, siempre acaba triunfando. Lo que se inicia como experiencias subversivas pronto acaba pasando al catálogo de «originalidades» y «ocurrencias inventivas». El elemento fundamental para esto lo constituyen las galerías de arte que ya han demostrado su capacidad para convertir en inocuas mercancías no sólo a los clásicos objetos o cuadros, sino también a todo tipo de «procesos», «sucesos» o «acciones» que se autoconsideren artísticos. Sentar las bases de una estrategia frente a las galerías constituye uno de los puntos más complejos y delicados de estas nuevas prácticas.

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