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Reportaje:

"La ética y la sociología son actividades críticas y utópicas"

Publicamos la primera lección que el profesor José Luis L. Aranguren pronunció el pasado lunes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense. En su reincorporación a la cátedra de Etica y Sociología, el profesor Aranguren se refirió al sentido social y comunitario de la Universidad, la actualidad de las distintas corrientes filosóficas y el entendimiento de la ética y la sociología como actividades críticas y utópicas. Este es su texto.

«Regreso a esta casa tras once largos años, casi doce. La emoción natural que siento en este momento se ve acrecentada, multiplicada por la asistencia numerosa, por la cordialidad con que me reciben ustedes. Alumnos, supongo que algunos de este curso; alumnos también de otros y de otras facultades; antiguos alumnos, segunderos, amigos y rostros para mí desconocidos, pero que son, sin duda, los de otros amigos que me esperaban en su escondido anonimato para este día.No está aquí una persona que yo desearía mucho que pudiese acompañarnos, habiéndole resultado ello imposible por razones académicas. Se llama Javier Muguerza. El fue mi adjunto en los últimos días que estuve aquí, en aquel curso interrumpido por mi suspensión de empleo. El fue quien ocupó mi puesto, defendiendo el resto del curso esta avanzadilla de libertad académica, de libertad sin más. Su presencia haría patente mi vinculación con los llamados filósofos jóvenes, los posteriores a nosotros.

Es literalmente verdad que nunca hasta hoy había estado desde entonces dentro de esta casa. Sólo una vez vine a sus inmediaciones para hacerme una foto que tuvo, como fondo la fachada de este edificio. La foto estaba destinada a ilustrar un libro mío que se llama Memorias y esperanzas españolas. Memorias y esperanzas: he aquí un buen compendio de la actual composición de lugar de mis sentimientos. A nadie debería faltarnos la esperanza. No se puede vivir sin ella, y particularmente durante todo este tiempo siempre he tenido alguna esperanza de que llegase este día. Y memorias, sobre todo memorias, de esta clase, de esta casa.

Decíamos ayer

Tengo que confesar que, aunque quisiera, no podría comenzar esta lección con el famoso «decíamos ayer». Ni siquiera entiendo muy bien cómo Fray Luis pudo hacerlo; quizás porque su tiempo era más homogéneo que el nuestro. Comenzar así supondría un gesto de retórica jactancia, como si «aquí no hubiera pasado nada». Sí han pasado muchas cosas, cosas importantes tanto en mi vida como, sobre todo, en la de España. En España, lo que pasó apenas fuimos despedidos, fue un recrudecimiento de la represión en la Universidad; y luego, mucho después, el cambio que, ha dado lugar a que yo pueda estar ahora sentado entre ustedes. Todo ello, en tan larga interposición de tiempo, me hace buscar, y espero que encontrar, la Universidad de hoy desde la de ayer. Un reencuentro que sea el del sentido social, comunitario, de la Universidad. ¿Lo tiene realmente? A primera vista yo diría que no, al menos dentro de esta vetusta facultad albergada sin embargo, en un edificio bien conservado, edificio construido durante la República. Se dice que los Estados fascistas son Estados de obras públicas, pero el franquista no queda muy bien parado en lo que se refiere a las construcciones universitarias. El edificio B se agrieta y -curioso simbolismo del franquismo- no puede resistir el peso de los libros. La Universidad Autónoma se derrumba sola.El intelectual, el profesor intelectual, necesita de la Universidad como de su comunidad de base, expresión esta que se ha creado en el entretanto de mi ausencia. (Y por cierto que hablando de este entretanto les diré a ustedes cuál ha sido la fórmula administrativa empleada para mi retorno. He tenido que firmar el libro que muchas veces firmaba cuando me iba de viaje, que había que firmar al marcharse y al volver; de modo que la Administración, haciendo gala de humor burocrático, supone que he estado de viaje, en un larguísimo viaje, en un congreso de filosofía del que acabo de volver.)

Comunicación y participación

Pero volvamos a nuestro asunto. El profesor necesita intercomunicación con los estudiantes. Se trata de una comunicación en dirección doble: enseñanza que el profesor otorga y aprendizaje de la misma por los estudiantes; pero también aprendizaje del profesor de lo que los estudiantes le enseñan. El estudiante viene a la Universidad tanto más que a aprender una asignatura a iniciarse en una convivencia de carácter político. La Universidad tiene siempre que ser política. A veces intenta no serlo, esto es, intenta que no lo sea, y entonces es cuando hace política vergonzantemente. El político se apoya en su partido; el profesor se afirma en sus cursos. El político, pronuncia discursos; el profesor, lecciones magistrales. Uno y otro género diría yo que están en decadencia. Los discursos de los políticos debieran ser sustituidos por un estilo de democracia participatoria en la que el político se hiciese portavoz de la base, de aquellos a los que representa. El profesor tiene que multiplicar los seminarios, es decir, la participación activa de los estudiantes en una enseñanza que, ellos aprenden y de la que aprende el profesor.En nuestro caso, la enseñanza lo es de filosofía. Trazaremos un rapidísimo panorama de las corrientes filosóficas de hoy comparadas con las de ayer. Es decir, con las de hace doce años. La escolástica estaba ya mortecina en aquella época, pero era mantenida gracias a una especie de UVI terapéutica, pseudocultural, que reflejaba el grado de vida inauténtica del régimen imperante. Hoy la escolástica es una especie de elefante muerto que se mantiene de pie durante algún tiempo tras el fallecimiento. Preferiría decir buey muerto, pero no estoy seguro de que los bueyes posean esta curiosa propiedad. La filosofía marxista de aquella época pertenecía sobre todo a la cultura estudiantil. Los profesores la ignoraban casi totalmente. Resultaba un tanto dogmática, quizá porque se contagiaba de la escolástica. Hoy creo que tiende a ser más crítica, alejándose de la burocratización. Había también la filosofía analítica, que particularmente contribuí a introducir en esta casa. Su peligro es el de la trivialización de los temas filosóficos, así como el de un carácter aséptico que se presta a ser utilizado por el stablishment. La filosofía existencialista de entonces ha pasado de moda y ha sido sucedida por la estructuralista y por los movimientos neonietascheanos. Estos, últimos movimientos son los mas próximos a la literatura. Esta es hoy más «filosófica», ya que incorpora su propia crítica y hace su ficción más reflexiva, a veces paródicamente, como en Torrente Ballester, a veces en cuanto negación de la sedicente filosofía de la historia de España, como en Goytisolo. Hoy es un ejercicio tan arduo la lectura de una novela de Benet como la de un artículo de filosofía de Muguerza. Ya Paul Valery se adelantó a considerar que un tema filosófico es una bella composición literaria. Y ese gran escritor, hombre deficiente y lamentable ciudadano que es Borges, estima a la metafísica como una rama de la literatura fantástica. Para nosotros, la filosofía, la ciencia, la literatura son hasta cierto punto juegos; eso sí, juegos serios. El juego es lo serio de la vida o, si ustedes quieren, otro nombre para la vida. Fue Ortega el primero que aceptó de este modo la vida y consiguientemente la filosofía. Es justo

y necesario dedicarle aquí un recuerdo, porque, nos sintamos lejos o cerca de él, fue quien fundó la Filosofía española contemporánea. ¿Tomar las cosas a juego no es arriesgar, puesto que nos conduciría al escepticismo? Seguiremos entonces el consejo de Antonio Machado y llegaremos a ser escépticos hasta del escepticismo.

Etica y sociología

Mi cátedra es de Etica y Sociología. Antes del franquismo la ética era enseñada por Morente y la sociología por Severino Aznar. El franquismo, que para hacer economías presupuestarias prefirió la Universidad a otro ámbito cualquiera, fundió las dos disciplinas en una cátedra única. Confieso mi desconcierto al opositar a ella y ganarla. Parecía la ética una filosofía práctica enraizada en el tesoro de las enseñanzas tradicionales. La sociología se me antojaba una ciencia empírica. Sin embargo, fui dándome cuenta a lo largo de mi enseñanza y me confirmo en ello, hoy más que nunca, de la conveniencia de enseñarlas de consuno. La ética debe ser fundamentalmente social y, para no perderse en la abstracción, es bueno que esté en contacto directo con la sociología. Es obvio que la sociología que hagamos aquí no será instrumentalizable al servicio de los diversos poderes establecidos, sino que tanto ella como la ética no disciplinable serán ejercidas por nosotros a la vez en cuanto críticas y utópicas. La sociología se ha situado tradicionalmente dentro del sistema establecido. Al salir de él ha aprendido desde la antropología cultural que estudia otras culturas primitivas. Ambas disciplinas, la sociología y la ética, van detrás de la praxis para comprenderla, no en el sentido de bendecirla, que eso lo harían la sociología establecida y la ética conservadora, sino para criticarla. Pero en cuanto ciencias con función utópica deberán elaborar modelos alternativos de comportamiento y estructura social. En este momento utópico caminan por delante de la praxis política. Se diría que están siempre condenadas a no ir con la praxis, junto a ella, sino por delante o por detrás. Que yo sepa, sólo un filósofo y un sociólogo, Karl Marx, llevó a cabo la tarea sincrónica de interpretar el mundo a la vez que transformarlo. Los demás hacemos lo uno o lo otro, y en el más completo de los casos lo uno y lo otro, pero, o bien alternativamente, o bien sucesivamente. Si ustedes conmigo y yo con ustedes logramos cumplir esta tarea, podremos darnos por contentos.»

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