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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La alternativa ácrata

Entre la plétora de literatura política que actualmente nos abruma, más rica en apologías de siglas y de nuevos organismos con ambición legislativa que en planteamientos imaginativos de la auténtica revocación de lo vigente, las publicaciones anarquistas se van abriendo trabajosamente camino. No les debe ser nada fácil, pues chocan con dos oposiciones frontales: por un lado, con la hostilidad de los partidarios de la revolución instituida, más dispuestos a tolerar a los aspirantes a burócratas de confesión opuesta que a quienes representan el rechazo de la opción política misma en lo que tiene de lucha por el poder y no contra el poder; por otro, deben arrostrar la espesa capa difamatoria de absurdos y medias verdades que ha convertido para muchos palabras como «anarquía»- o «ácrata» en sinónimos de «caos criminal» o «iluso agresivo». Los ecos de aquel libelo de Lombroso, pseudo-científico al servicio de la policía, en el que pretendían de mostrar que los anarquistas llevan el asesinato impreso en los rasgos fáciles y al que respondió brillantemente Ricardo Mella en su primer libro, todavía no se han disipado del todo y perviven en muchas descripciones caricaturescas de los luchadores libertarios. Tampoco falta quien recurre al cómodo expediente de asimilar sin empacho la crítica anarquista del juego político o de las siniestras dictaduras llamadas socialistas con las opiniones bien pensantes de la derecha conservadora, aprovechando el casi indiscutido monopolio marxista de lo, «revolucionario» y la supuesta connotación subversiva que la palabra «política» ha llegado a adquirir en un país del que estaba desterrada por decreto. Pero más urgente que combatir unas falacias y otras -al fin y al cabo, los anarquistas no buscan votos...- es explicitar y difundir el ideario ácrata, sus enfoques críticos y también sus planteamientos alternativos a lo vigente, es decir, al Estado moderno (no hace falta adjetivarlo «capitalista», pues no hay Estados de otra clase). En modo alguno hay, que suponer, sin embargo, que el pensamiento libertario es una doctrina establecida sistemáticamente y acabada, con pretensiones de universalidad y generalidad científicas, con unas obras canónicas sometidas a lecturas ortodoxas o heterodoxas por distintas capillas. Los anarquistas tienen clásicos, no evangelios. La vitalidad del anarquismo no está en ningún corpus teórico dado, sino en una perspectiva ética de experimentación social, que ha estimulado los planteamientos críticos más radicalmente innovadores de este siglo: desde los frankfurtianos hasta mayo del 68, con precedentes tan ilustres como Cronstadt o Cataluña y ramificaciones entre los mejores radicales americanos o en la antropología más actual de un Pierre Clastres.Juego

Un debate imaginario entre Carlos Marx y Miguel Bakunin

De Akurice Cranston, Tusquets editor, Cuadernos Infimos.Breves apuntes sobre las pasiones humanas De Ricardo Mella, Tusquets editor, col. Acracia

Libros recibidos

La economía del amor y del temor, de Denneth E. Botilding. Alianza Editorial. Madrid, 1976. 158 páginas. Estudio de los fenómenos económicos como un solo segmento dentro del sistema social.Robots pensantes, de George Langelaan. Editorial Caralt. Barcelona, 1976. 217 páginas. Ciencia-ficción.

La inevitabilidad del patriarcado, de Steven Goldber. Alianza Editorial.. Madrid, 1976. 265 páginas. Explicación desigualdad social de los dos sexos.

Gitanos al encuentro de la ciudad: del chalaneo al peonaje, del equipo Giems. Editorial Cuadernos para el Diálogo. Madrid, 1976. 196 páginas. Datos sobre esta minoría tras una convivencia prolongada con ellos.

Carnaval de pasiones, de Rona Jaffe. Editorial Caralt. Reedición. Novela que se desenvuelve en el carnaval de Río de Janeiro. 323 páginas.

Semántica y sintaxis en la lingüística transformatoria, de Víctor Sánchez de Zavala. Alianza Editorial. Madrid, 1976. 460 páginas. Detalle de los momentos más significativos de la semántica.

El matrimonio, ¿tópico social o institución permanente? Ediciones Universidad de Navarra. 637 páginas. El matrimonio enjuiciado por varios autores.

Salida con Juan Ruiz a probar la sierra, de Rubén Caba. Editorial Helios. Madrid, 1976. 240 páginas. Recorrido en la ruta donde centra su obra el Arcipreste de Hita.

Conocer a los demás. La caracterología, de Gabrielle Gatien. Ediciones Mensajero. Bilbao, 1976. 250 páginas. Diccionario con las nociones esenciales.Dos publicaciones recientes de la en este campo insustituible editorial Tusquets contribuyen a ampliar el número de los textos ácratas de interés accesibles al lector de nuestra lengua. El más venial de ambos es «un debate imaginario entre Carlos Marx y Miguel Bakunin», escrito por Maurice Cranston para la BBC y traducido por el historiador cenetista José Peirats. Se trata de un sencillo diálogo entre ambos revolucionarios, centrado fundamentalmente en el tema del Estado y en el que se hilvanan con naturalidad citas literarias de sus obras más importantes. El juego está llevado con honradez, sin traiciones al pensamiento de ninguno de los dos y sin más defecto que las excesivas simplificaciones impuestas por la brevedad del folleto. Es una introducción elemental al problema, de la que más que una contraposición irreductible y excluyente es preciso deducir la imprescindibilidad de ambos pensadores para la formación de la conciencia auténtica y reflexivamente rebelde. Mucho más interesante es la publicación de unos cuantos artículos largos de Ricardo Mella, uno de los más lúcidos y honrados escritores libertarios de comienzos de siglo. Utilizando una prosa sencilla, pero no desprovista de elegantes y eficaces artificios retóricos, Mella realiza una labor de divulgación razonada de los principales puntos por los que combatían los ácratas de su época y, en no corta medida, también de hoy mismo. Destacan por su particular interés las páginas dedicadas al tema de las pasiones humanas, en las que critica la concepción estoica que pone la felicidad en suprimirlas, es decir, en reprimirlas: nunca se insistirá suficientemente en las vinculaciones necesarias que refieren el pensamiento ético (y la concepción científica) de los estoicos, de Zenon a Spinoza, el fundamento coactivo y mutilador del Estado moderno. Toda ética libertaria se quiere pasional, esto es, anti-estoica. En otros artículos, Mella expone las líneas generales del socialismo anarquista, saliendo al paso de quienes le reprochan imprecisión, y falta de detalles, que es como echar de menos en lo concebido para la libertad los atributos del dogma. Expone larga y discutiblemente el principio de coacción moral, que en su opinión podría llegar a sustituir en el mantenimiento del orden social a las represivas y clasistas fórmulas estatales. Acaba con unas reflexiones sobre el sufragio y la ley del número, particularmente aptas para servir de antídoto a los fervores parlamentaristas y, en general, a los de todos quienes creen que la separación del poder se excusa con la representatividad de éste. En todo momento, la postura de Ricardo Mella es un canto, pero un canto pensado, a la abolición de todo poder separado y al libre acuerdo entre los trabajadores y entre las. federaciones o consejos de trabajadores. Naturalmente, los casi cien años que nos distancian de algunos de estos escritores se dejan sentir en muchos de sus planteamientos, sobre todo en ciertos arrebatosde positivismo cientifista que le llevan a sostener posturas de un determinismo difícilmente compatible con el primado de la libertad a ultranza qué es base de su pensamiento. Pero lo esencial de su talante ético permanece vivo y activo: el repudio del fanatismo, de la coacción, del entreguismo que delega en poder lo que debería conservar en fuerza, de la explotación de los cuerpos y del avasallamiento de las almas, de lo organizado para administrar y perpetuar la desdicha, frecuentemente apoyado por coartadas de signo supuestamente revolucionario.

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