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La inhibición es culpable

Numerosos grupos empresariales (Cámaras, Uniones, Agrupaciones ... ) han reiterado en los últimos días la urgencia de que se adopte un programa serio y consecuente para hacer frente a la grave situación económica del país. Al mismo tiempo, la clase laboral ha iniciado la gimnasia reindicativa de conflictos con precisión germánica que hace temer que la temperatura del otoño supere los límites verosímiles de hace unos meses. El Gobierno, ante esto, da la callada por respuesta.La política económica de la Administración va por libre, sin objetivos, ni diagnósticos, ni tratamientos. De las reiteradas y duraderas reuniones del equipo económico ministerial no salen medidas coherentes que todos los sectores reclaman. Desde la oposición tampoco llegan planteamientos serios ni esperanzadores, tanto para el empresariado responsable como para los trabajadores. Mientras, las expectativas del empleo son cada vez peores, crece el paro y disminuye la población activa; las alternativas de inversión son nulas y la capacidad del consumo disminuye sensiblemente..

El programa político oficial, con unas elecciones planteadas para un verano lejano, tampoco aporta elmentos de claridad en esta escena nada alentadora. ¿Quién va a tomar decisiones económicas antes de las elecciones? ¿Cómo va a reaccionar la Bolsa que canaliza parte del ahorro de cinco millones de personas? ¿Qué sector laboral va a a reducir el nivel de sus reivindicaciones con una idea de tregua propia de momentos delicados?

Gobierno y oposición tienen la responsabilidad de pronunciarse como hombres de Estado ante la gravedad de la situación si no se quiere que el país salga de esta fase de, transición más pobre, más enfrentado y menos preparado para el ejercicio de las libertades y de la democracia.

No basta con hacer retoques presupuestarios que laven la cara al edificio de la hacienda pública dejando la porquería dentro; no basta como medida aislada que no tiene ninguna eficacia. Es preciso claridad de planteamientos y voluntad política de adoptar soluciones urgentes válidas para salir del atolladero en que nos encontramos. Si el país acaba el año siendo más pobre y repartiendo más in justamente su renta, la democracia sera imposible. Si el Gobierno no encuentra soluciones, lo más honesto que puede hacer es decirlo y dejar que otros lo hagan. La inhibición no hace más que hacer más difíciles soluciones posibles.

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