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Italia: secuestro judicial de "Novcento", de Bernardo Bertolucci

La película de Bernardo Bertolucci, Novecientos-acto primero, ha sido secuestrada por obscenidad. La denunció a primeros de septiembre el bibliotecario de la Biblioteca Provincial de Salerno a unos 50 kilómetros de Nápoles, pero el fiscal de la República archivó la denuncia. El juez, sin embargo, ha instruido proceso -y la película ha sido automáticamente retirada de todas las salas cinematográficas de la península.Corresponderá ahora pronunciarse sobre la obscenidad del filme a los jueces de Ortisei, en el norte del país, que es donde se estrenó. En Savona, por consejo del fiscal de la República, la prohibición del filme había sido extendida a los menores de dieciocho años.

La reacción de Bertolucci ha sido amargamente tajante: «Creo que a un cineasta italiano no le queda más que la triste alternativa de emigrar y trabajar en un país más libre, mientras que Mussolini siga estando presente en nuestra vida a través de su código penal ».

Las reacciones de los ambientes culturales, que suelen ser de izquierdas, han sido unánimes: se asesta un duro golpea una película de autor, de ideas, con una precisa connotación política y social, mientras el más podrido y escuálido celuloide circula impune e impasible por todas las salas del país. Las críticas se concentran en primer lugar contra la magistratura, «que implacablemente trata de quitar credibilidad y prestigio a toda la categoría» según Corriere della Sera.

En cuanto al viejo problema de la relación entre poesía y política, el caso Bertolucci no hace más que recrudecer una vieja herida. Se repite periódicamente. A Bertolucci le ocurrió no hace mucho con Ultimo tango en París. Partner la vieron pocos. Pero ha ocurrido también recientemente con Salo, de Pasolini, que sólo se puede ver en París, con Bordella, de Pupi Avati y con Vicios privados, públicas virtudes de Miklos Jancso.

El mecanismo social que se pone en movimiento suele ser el mismo: frente a un moralismo furibundo y enfático, casuístico y físiológico, enristran su protesta el intelectual en defensa de los valores estéticos e ideológicos y el productor, que tiene que echar cuentas sobre todo con el crédito recibido.

Obra de arte

El filme Noveccento -acto primero es, sin duda alguna, una obra de arte que narra la lucha de clases entre patronos y campesinos en el valle Padano, desde primeros de este siglo hasta los días de la liberación del nazi-fascismo. Bertolucci lo hace con ojo penetrante, rico, colorista, con un ritmo narrativo que, a veces, resulta lento a causa del respiro épico y coreográfico que quiere darle a la trama.En el conjunto cuenta muy poco un par de escenas de cama de los dos protagonistas con una epiléptica y un amplexus de Rorbert de Niro con Dominique Sanda en un pajar. En general, suele ser más obscena, desde este punto de vista fisiológico, la publicidad que introduce o anuncia la película.

Lo que cuenta socialmente es que el filme de Bertolucci levanta polvareda de críticas, debates, suscita inquietudes, plantea problemas y esto no suele gustar a gentes, como el bibliotecario de Salerno, que ama la tranquilidad de la provincia, la neta e indiscutible distinción de lo público y lo privado, el pudor entendido como pura formalidad exterior, la paz social entendida como negación de todas las tensiones.

Algunos cines de Florencia y Milán anticiparán el estreno de 900-segundo acto, que es la continuación del 900 secuestrado, colosal fresco histórico que Bertolucci ha podido rodar gracias al crédito norteamericano y gracias a su arte que no obedece solamente a impulsos eróticos.

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