El gran cine de aventuras
Durante muchos años ha existido una clara discriminación entre los criticos y aficionados hacia determinados géneros, tachados de populares, comerciales y entretenidos, en favor -claro está- de un cine considerado serio, riguroso, dramático, único capaz de merecer los elogios de los entendidos. No importaba que el público prefiriese las comedias, las películas de aventuras o los «westerns», porque los especialistas sesudos seguían recomendando, impertérritos, los graves dramas, las historias sesudas y profundas.No es que hoy haya desaparecido esta grave o injusta discriminación, pero al menos se ha suavizado. Se ha logrado, al menos, que los entusiastas de ciertos géneros no tengan por qué avergonzarse de sus preferencias y se ha llegado a un cierto acuerdo -especialmente entre los críticos jóvenes- sobre la rotunda legitimidad de todas las líneas cinematográficas y el soberano derecho de los autores a moverse en la órbita que mejor se acomode con su temperamento artístico. Viene esto a cuento del reestreno entre nosotros de un magnífico filme, Los Wkingos, clarísimamente perteneciente al viejo y menospreciado género de aventuras, lo que no le impide estar lleno de aciertos que muchas obras petenciosas y aburridas jamás llegan a alcanzar.
Los vikingos (The vikings)
Director: Richard Fleischer. Productor. Jerry Bressler.Intérpretes: Kirk Dougías, Tony Curtis, Janet Leigh, Ernest Borgnine. Reestreno en el cine Espronceda.
El cine moderno -también con todo derecho- ha planteado el problema de una nueva concepción de lo dramático, con formas nuevas de contar las historias, cuyo primer objetivo no es entretener, y que se dirige, en primer lugar, a un público capaz de aceptar nuevas experiencias y ritmos distintos de los habituales. Los vikingos, en cambio, es una obra tradicional jugosa, viva, de una dinamicidad increíble, de inventiva visual deslumbradora, que no oculta sus intenciones comerciales, ni su voluntad de constituirse en gran espectáculo.
Richard Fleischer, su director, es un artesano en la más pura línea ortodoxa del cine americano, humilde servidor de la gran industria -lo que le llevó a realizar bodrios como el insufrible Dr. Doolittle y otros muchos, que deben ser condenados al piadoso olvido-, y obras espléndidas, como ésta que comento, Veinte mil leguas de viajes submarinos, Duelo en el barro, y, al menos para mí, su creación más redonda y magistral, El estrangulador de Boston. Naturalmente, un repaso completo de su filmografia demostraría que los fracasos y mediocridades superan los aciertos, y que éstos sólo se dan, como en Los vikingos, cuando el azar industrial consigue reunir un grupo de profesionales de alta calidad en una inigualable suma de talentos creadores. No importa que se trate de un relato de aventuras, en el que la historia auténtica es un pretexto y ni las innegables convenciones de la trama empañan la credibilidad de unas espléndidas interpretaciones -Kirk Douglas y Ernest Borgnine a la cabeza- de un guión habilísimo y de una dirección artísticá sin igual, con la fotografia de Jack Cardiff, después convertido en realizador, que intentó seguir este mismo camino sin ningún éxito.
El paso del tiempo, dieciocho años desde su estreno, sólo se nota en las escenas de violencia, atrevidas para la época y bastante cortas para la nuestra, donde la calle ofrece oportunidades más escalofriantes que la ficción para el horror cotidiano.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.