El incierto futuro del tango
El deterioro del campo, ya señalado, y el proceso de industrialización de Buenos Aires, intensificado por la segunda guerra mundial, aumentarán la migración hacia la capital, agudizando el desfase demográfico y económico con el interior del país. El poeta Homero Manzi —«prefiero no ser hombre de letras para poder hacer letras para los hombres»— denuncia desde la plataforma del grupo yrigoyenista FORJA: «El régimen consolidó la colonización del país. Nuestros conservadores de hoy la aprovechan y la intensifican. Para ello tienen una táctica. Alejar al pueblo de la cosa social. Alejarlo en lo político con sistemas antidemocráticos. En lo cultural, con sistemas excluyentes. En lo social, con prácticas abusivas, y en lo económico, con las fuerzas del Estado».
Avanzando en la década del 40 clase obrera crece, se reestructura nacionaliza. La cultura también como consecuencia de la guerra que entretiene a las potencias y debilita su industria cultural. Aparece una industria cultural argentina ligada al desarrollo de la radio, cine y el disco. También las orquestas crecen.
Aníbal Troilo será la figura más importante del período. Gran bandoneonista, director de su propio conjunto, prestará especial atención a los arreglos y a sus cantores, entre los que destacan Francisco Florentino y Edmundo Rivero. Discépolo. Manzi y Cátulo Castillo, cuyas producciones poéticas se remontan al período anterior, serán, junto con Homero Expósito, los encargados de dar cuenta de la nueva realidad.
Durante el corto período que va de 1930 a 1945 se produjo aquel fenomenal crecimiento demográfico y la aparición de unos 30000 pequeños y medianos establecimientos industriales. Este desarrollo escapó a las posibilidades de asimilación de la vieja estructura social y política y a la percepción de los conservadores que llevaban las riendas del país. De ahí su estupor y el calificativo de aluvión zoológico a esa irrupción de masas en la política argentina que supuso el 17 de octubre de 1945. El aglutinante de esta nueva alianza de clases y fracciones de clase, marginadas política y económicamente durante la llamada Década Infame, no sería el joven Perón, como muchos han creído, confundiendo lo visible con lo real, sino un común interés por el desarrollo interno del país, por el control de los intereses extranjeros, por el reparto del ingreso. El papel de Perón, que impulsaría una importante reforma social y económica, consistiría en mantener el difícil equilibrio que supondría la nueva alianza en el poder. Otro error de análisis, aún más grave, radica en caracterizar esa política como populista, cuando, observando la reforma emprendida y el contexto en que se logra, el rótulo debería ser protagonista.
También la escena del tango aparece enriquecida. Homero Expósito registra en Farol la presencia masiva de la clase obrera en un arrabal limpio de pintoresquismos. Los textos de este período intentarán reconstruir el pasado, y condena para los que se alejan del barrio cede lugar a la revisión del tango y de sus personajes. Discépolo, exigido por la militancia política, acallará su voz impugnadora Cátulo Castillo escribirá obras memorables como María, Tinta roja, Café de los Angelitos, Órgano de la tarde, La última curda: Lástima bandoneon, mi corazón /tu, ronca maldición maleva; /tu lágrima de ron me Ileva/ hacia el hondo bajo /donde/ el barro se subl va. / Ya sé, no me digas /tenés razón,/la vida es una herida absurda.
En la música además de Troilo, Miguel Caló. el binomio Francini-Pontier, Carlos Di Sarli y Alfredo Gobbi—, Osvaldo Pugliese concretará uno de los mayores trabajos de orquestación que se hayan realizado en el tango. Heredero de la tradición decareana, que luego transmitirá a Horacio Salgán y Astor Piazzolla, ha dejado obras como La yumbo, Recuerdo, Negracha y Malandraca.
Terminada la guerra muertos Manzi y Discépolo en 195l, con Hollywood cubriendo de technicolor el panorama mundial, con una industria extranjera del disco controlando la difusión, el tango aparece herido de muerte. Los bailes populares se hacen con los hit-parades impuestos por la radio, los grandes café -concerts de la calle de Corrientes cierran sus puertas, los conjuntos estables dejan de existir y los cantores trabajarán con el acompañamiento que les brinde el local o la emisora en los que actúen, imposibilitado el ensayo y estreno de nuevas canciones. El tango se refugiará en unos pocos locales nocturnos, alejado de su público popular y una vez desplazado «inútiles son los esfuerzos de una posible política cultural peronista para evitar la decadencia que ya se insinúa. Inútil que por primera y única vez en la historia se establezca uno de los premios de la Comisión Nacional de Cultura para el Tango, a entregar a partir de 1953, todos los 17 de octubre», confirma Blas Matamoro en La ciudad del tango.
Igualmente tales esfuerzos durarán poco tiempo. La defección de la burguesía industrial desbaratará la alianza que había promovido a Perón a la conducción del Estado, señalando su caída en 1955. Es que cubierta ya una primera etapa de acumulación, necesitará para proseguir su desarrollo, que se abran las compuertas al capital extranjero, reiterando su incapacidad de articular un proyecto propio y sentando las bases de su progresiva destrucción. Junto con el capital extranjero retornarán al poder antiguos y nuevos sectores monopolistas de la industria, el comercio y las finanzas. La alta burguesía agraria, a partir de aquí, integrará la clase dominante como un sector menor, cada vez más subordinada al capital oligopólico extranjero y nativo. Así, el énfasis puesto en la industrialización como proyecto global contrastará con la vieja visión oficial de una Argentina agro pecuaria y exportadora.
En lo político, podemos decir que los años que seguirán a l955 se caracterizarán la represión/integración del peronismo. Esa dualidad será el rasgo definitorio, y el hecho de que el proscrito movimiento) continuará teniendo gran ascendencia entre las masas Ilevaría a que el polo integracionista del ejército convocara en 1973 a unas elecciones en las que el peronismo se liaría otra vez con el Gobierno.
Astor Piazzolla, luego de estudiar composición en París con Nadja Boulanger, a mediados de los año 50, comienza a experimentar con una orquesta de cuerdas de la que sería solista Elvirio Vardaro Si esta etapa romántica provoca los reproches de los puristas que lo acusan de no hacer tango, mayor será el escándalo cuando presenta el Ocieto Buenos Aires, que incluía guitarra eléctrica, Su búsqueda culmina en 1970 con el Quinteto Nuevo Tango, resumen de experiencias que trazan una nueva definición musical de Buenos Aires.
En Piazzolla, antiguo arreglador de la orquesta de Troilo, se pueden encontrar desde las irregularidades rítmicas de Strawinsky y las disonancias de Bela Bartok, hasta el simpIe ritmo tradicional del tango o melodías largamente desarrolladas de una cláusula a otra, a la manera del tango melódico de Fresedo. Al proponer esta síntesis desconcierta a los dos públicos que se podían acercar a su obra. El tanguero no lo encontraba bailable ni cantable, era diferente a lo habitual: el público de conciertos veía correcto el tratamiento técnico—formal, pero mal que recogiera elementos tangueros.
Desde hace veinte años, Piazolla encarna la vanguardia y comienza a ganar adeptos a partir de la década del 60. Se habían agotado los clásicos, lo que estaba en primer plano, y el trasfondo ganó la batalla. Así, de artista de vanguardia ha pasado a ser, por una de esas paradojas a las que están condenados los creadores, academia de sí mismo, aunque sin un grupo poético.
Los nuevos nombres que aparecen en esos años Osvaldo Piro, Atilio Stampone, Leopoldo Federico, osvaldo Berlinguieri, Francesco Baffa, Osvaldo Avena, Juan Decrón y el conjunto Buenos Aires 8- se debatirán entre el piazollismo o lo anterior. Los poetas entre tanto, no alcanzan gran repercusión. Héctor Negro, Eladia Blázquez, Roberto Díaz, Darío Cardozo y Mario Laquinandi proponen abandonar las nostalgias del pasado, pero un poderoso mecanismo dueño de los medios de comunicación social arrincona la posibilidades del tango al no estimular su conocimiento por las nuevas generaciones.
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