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Escaso contenido ideológico en la campaña electoral alemana

Prescindiendo de todo juicio valorativo en cuanto a actitudes elementales de los partidos democráticos, seudodemocráticos y no democráticos en sentido estricto, que con más ruido que argumentos intervienen en la campaña electoral alemana, destacan en ella, conforme avanza el tiempo, dos fenómenos. En primer lugar, la «desideologización» de los programas, que, a duras penas han confeccionado los partidos para combatirse mutuamente, y la «europeización» de sus contenidos; o sea, que a diferencia de lo que sucedió en la Campaña electoral de 1972, en que la ostpolitik con sus consecuencias para la «nación alemana» ocupaba el epicentro de las discusiones, en 1976 los temas nacionales parecen haber quedado desplazados a un segundo plano. Y ello a pesar de los recientes incidentes a lo largo de la frontera entre la República Federal y la República Democrática Alemana (RDA), y también de las dificultades que a los responsables de la política oficial en Bonn les crearon hace tan sólo pocas semanas los ataques despiadados del Berlín Este e incluso de Moscú.

Se estudian las causas de los incidentes de Berlín

Entre Alemania Oriental, la Unión Soviética y la República Federal se está procediendo a la reconsideración y al nuevo análisis de las causas que produjeron el deterioro de las relaciones. Hace pocos días, con ocasión de la inauguración de la Feria Internacional de Muestras de Leipzig, Erich Honecker, el líder principal del Partido Socialista Unificado de la RDA, dio a conocer su interés por la reanudación del diálogo con Bonn en una atmósfera menos tensa, indicando que estaría dispuesto a conversar con el representante permanente de Bonn en el Berlín Este, Gunter Gauss, «en el caso de que éste tuviera el tiempo necesario y no estuviera ocupado constantemente en la elaboración de nuevas notas de protesta» contra incidentes fronterizos. Poco después, el embajador soviético en la capital federal refrendó las afirmaciones de Honecker con una clara ofensiva en beneficio de un deshielo de las relaciones entre la República Federal, la URSS y Berlín. La ofensiva de Moscú se produjo en el instante crítico, en opinión de los soviéticos, las vísperas de elecciones. De otro modo no sería comprensible.

La ostpolitik no influirá en las elecciones

El embajador de la URSS en la capital federal, el germanista Valentín Falin, expuso en una entrevista concedida a un diario de Colonia que Moscú deseaba «una atmósfera de distensión a lo largo de la frontera interalemana y en el Berlín occidental, subrayando, sin embargo, que la parte oeste de la antigua capital del Reich «tenía que seguir siendo lo que jurídicamente era en virtud del acuerdo cuatripartito, es decir, un ente autónomo y sin vinculación directa con la República Federal de Alemania». En opinión de algunos comentaristas conservadores, Moscú repite su táctica de siempre tendente a la intervención en la campaña electoral alemana en el momento más propicio en su opinión y en favor de socialdemócratas y liberales. Esta interpretación parece, sin embargo, excesivamente simplista. El tema de la ostpolitik no decidirá los comicios del 3 de octubre, a no ser que en el último instante se cambien las tornas. La problemática alemana se concentra en otros aspectos. La lucha por el poder político no se libra, en 1976, en el terreno de las relaciones con el Este.

Interés por España y Portugal

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Desde hace muchos meses ya, los partidos, las instituciones y organizaciones relacionadas de alguna u otra forma con la política exterior se orientan hacia Europa. Portugal y España son los blancos predilectos de esta ofensiva. Otro tanto acontece con Bruselas y Luxemburgo, donde, según Bonn, deberán crearse las condiciones imprescindibles para la unificación europea.Partiendo de esta premisa, que es, quiérase o no, un hecho político, los temas nacionalistas tienen que perder fuerza. La mayoría de los alemanes siente, según los estudios hechos por institutos demoscópicos y otros expertos, una firme vocación europea. Ahora bien, esta vocación no significa automáticamente la pérdida de su conciencia nacional o nacionalista. En otro sentido, claro está. El problema se cierne en planos dialécticos y de concienciación diferentes; y no se olvide que la polemización de los debates en las bases postreras de las campañas electorales no suele ser sino una de sus características. Sin embargo, sería iluso conceder excesiva importancia a las afirmaciones hirientes de unos y otros.

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