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Reportaje:

El tango, folklore urbano

Cuando nacen a la vida independiente, los países latinoamericanos se encuentran con que Inglaterra y Estados Unidos ya han alcanzado un pleno desarrollo capitalista. Para oponerse a la creciente amenaza imperialista hacía falta un sólido frente interno, una dirección centralizada, que en el caso argentino no existió. Los criollos que salen de la guerra independentista se debaten en agotadoras luchas intestinas; la burguesía nativa es débil e incapaz de cumplir con la tarea de la unidad nacional y esa misma debilidad le impedirá alcanzar el desarrollo que una primera etapa de industrialización exige.En Argentina se llevó a cabo en unas pocas décadas lo que en otros países tardó 200 años: repartir la tierra e impedir la formación de nuevos propietarios, creando así mano de obra para la naciente industria. En esos dos siglos correspondientes a los comienzos del capitalismo de libre concurrencia, los Estados Unidos, por ejemplo, organizaron una producción diversificada y un vasto mercado interno, de tal modo que al desaparecer la tierra libre la industria encontró a su disposición los elementos que hicieron posible su progreso posterior. En aquellos tiempos en que aparece el capitalismo monopolista británico, las cosas ocurrirían de otra manera en Argentina. Al completarse la apropiación de la tierra, sin la existen0a de una economía agraria diversificada que tendiera al desarrollo del país, el sistema productivo agropecuario pasó a depender del mercado exterior, y las presiones a favor de la industria tropezaron con la resistencia de una estructura socioeconómica construida para exportar alimentos a cambio de productos manufacturados. Comprendiendo esto no debe extrañarnos que al contrario de lo que sucedió en los países industrializados, cuya primera radicación industrial se da en la rama textil, Argentina comenzara desarrollando, con capitales ingleses, y luego estadounidenses, la industria del enfriado de carnes.

Resumiendo, podemos decir que a fines del XIX y principios de este siglo, asistimos al período formativo de la Argentina moderna y dependiente. Luego de una coyuntura en la que se combinan el triunfo de la oligarquía liberal y la penetración del capital inglés, el nacimiento de la actividad cerealera y los primeros asentamientos industriales generados por los intereses exportadores, el impacto de la inmigración masiva y la aparición de nuevas expresiones culturales de este reciente proletariado, surge el tango.

Entre 1869 y 1895 el incremento poblacional llega al 116 por 100; de menos de dos millones en 1865 se pasará a casi ocho millones en 1914. Pero veamos qué ha ocurrido en Buenos Aires durante ese último período, ya que el tango se producto de esta ciudad más que del país. De 150.000 habitantes -un 10 por 100 de la población nacional- se llegará a 1.500.000, el 20 por 100 de la población total. Este último censo da cuenta también que en la capital federal los extranjeros son mayoría. En la base de este crecimiento demográfico hay que encontrar las causas de la aparición del tango y de esa prosperidad que acaba con la crisis de 1890. El fin de la especulación, los quebrantos financieros y el endeudamiento del país señalan que se está produciendo un profundo cambio en la estructura productiva.

La prehistoria

Junto con los españoles, italianos, ingleses, franceses y alemanes, arribaba una cultura conformada en Europa; es decir, un bagaje político anarquista o socialista y músicas, costumbres y tradiciones que con el correr de los años, al misturarse con las criollas darían nacimiento a una nueva raza, el porteño, peculiar síntesis que contiene todas las virtudes y defectos de sus ingredientes. Pero no sólo trabajadores inmigrantes, hasta compañías de zarzuela se aventuraban por aquellas tierras, importando el tango andaluz, «de carácter cantable, que carecía de coreografía en las exhibiciones teatrales», rememora Julio de Caro en El tango de mis recuerdos, siendo tan bien aceptado que los emprendedores porteños les agregarán estribillos narrando la actualidad de aquellos tiempos. Sin embargo, ya existía un antecedente: a fines del siglo XVIII, el fandango o tanguillo andaluz, era muy popular en la todavía colonia española, pero se bailaba con tanto ardor que la Corte madrileña, celosa de la moral, decidió prohibirlo.Sabido es que a los habitantes de Buenos Aires se los llama porteños porque la ciudad es portuaria; siguiendo con las obviedades no está de más apuntar que a consecuencia de ese heho aquella es una ciudad cosmopolita. Los marineros cubanos que la visitaban, y luego las mismas compañías de zarzuela, introducirían una danza, la habanera, especie de lenta rumba andaluza que sería muy difundida. Pero los primitivos habitantes bonaerenses tenían su propia música, la milonga criolla, que poco tiene que ver con la que hoy conocemos, producto del tango ya evolucionado. Así, estos tres elementos se funden en uno nuevo y nace el tango, a secas. Algunos autores todavía andan buscando al inventor; no se dan cuenta que si es un producto popular -como ellos mismos reconocen- su génesis ha sido colectiva.

El tango nació apoyado en la rudimentaria técnica y en la morriña / mestizia de unos inmigrantes que musicaban un paisaje que crecía con sus hijos. Sus primeros instrumentos fueron una guitarra, un flautín -más tarde reemplazado por el clarinete-, una concertina -precursora del bandoneón-, un violín, una armónica, lo que estaba a mano de esos anónimos héroes que entre compás y compás creaban un nuevo país.

El primer tango clásico tal vez sea El entrerriano, de Rosendo Mendizábal, estrenado en 1897, según señalan los hermanos Bates en su Historia del tango, aunque existen algunos anteriores, transmitidos oralmente, como Bartolo, El Queco o Dame la lata. Por aquellos tiempos todavía no se cantaban, pero se les solían añadir versos de tono picaresco; el monopolio del canto lo tenían los payadores, cronistas de una época cambiante, narradores de los cotidianos, entre los que destacaban Gabino Ezeiza, en el Contrapunto, y José Bettinoti, que improvisaba a partir de temas sugeridos por su auditorio. La payada, junto a elementos tales como la poesía de Evaristo Carriego, el modernismo de Rubén Darío, el tremendismo de Almafuerte y el tono sentimental de Amado Nervo, daría impulso, años después, al tango-canción.

El baile en el tango

En sus inicios fue danza, y varios historiadores suponen que en algún momento un bailarín inspirado le puso coreografía. Nosotros, en cambio, pensamos que los firuletes del baile tuvieron, al igual que su música, un origen colectivo. Pero dejemos que el argentino Solly, desde La Gran Enciclopedia de la Música Pop, nos lo explique con una claridad y rigor que no hemos encontrado en otros autores: «Dice la tradición, o la leyenda, como lo sintetiza en un estrofa el poeta Miguel A. Camino, que el tango nació en los Corrales viejos / allá por el año ochenta... Los Corrales eran por aquél entonces como las estaciones terminales de ahora. Allí arribaban las carretas cargadas de «frutos del país» para su consumo en la ciudad o para ser embarcados con destino al extranjero (...) También llegaban las tropas de ganado con destino al matadero y a los saladeros. Con las carretas y el ganado llegaban sus. conductores: troperos, reseros, mayorales.«Y entran también en escena los obreros de los mataderos, los peones, los matarifes y toda la muchedumbre que convoca este tipo de trabajo. De los barcos bajan los marineros a pasar un par de días en tierra, mientras los changadores, o sea, los portadores de la carga y la descarga de los barcos, trabajan llenando las bodegas.

«Todos estos personajes son hombres rudos, muchas veces violentos, acostumbrados a utilizar el cuchillo en la faena diaria como una prolongación de la mano, tanto para matar una vaca, cuerear una res, trocearla, como para hacerla más fácil de manejar.

De las figuras inspiradas en el trabajo sale la coreografía inicial del tango. Es como si se jugara con la res para aprisionarla, voltearla o esquivarla... También la grafía de una riña (...) Allí surgen las figuras fundamentales del tango arrabalero: la sentada, el ocho, la quebrada, la media luna, la corrida; lo que en general se llama el firulete. O sea, adornar la danza con habilidades especiales de cada bailarín (...)

«Y si éste es el bailarín, ¿dónde está la otra pieza fundamental de la pareja, la mujer? El tango, en el comienzo, se bailó entre hombres solos, como diversión o competencia. Por ello, el hombre es la pieza más importante del baile. Se bailaba entre hombres solos, simplemente porque donde se bailaba no había mujeres, ni en los muelles, ni en los mataderos, ni en las estaciones de carretas.»

La buena sociedad de entonces se entretenía con bailes tan circunspectos y galantes como la polca y la mazurca; por tanto, las primeras señoritas en bailar el tango serían las que poblaban los burdeles. Durante bastante tiempo, el tango, proviniendo de un sector social marginado, correría idéntica suerte. Luego vendría su ascenso social: de la orilla del río se fue acercando al centro de la ciudad, de la casa de María la Vasca, donde tocaba el piano Rosendo Mendizábal, a la de Madame Julie, con sus primorosas francesitas recién importadas. Los señores bien que frecuentaban las casas mal lo introducirían en un nuevo espacio social, el cabaret, territorio donde la mala con ciencia de la buena sociedad porteña se permitiría entretenerse públicamente con mujeres marginales, que no contaban soclalmente. Son muchos los testigos de este fenómeno; Francisco Canaro en M.is bodas de oro con el tango y mis memorias, Manuel G álvez en Recuerdos de la vida literaria, Pascual Contursi, Celedonio Floresy mitichosotros.

Será en las fronteras de este doble ámbito social que va del arrabal al centro, donde emerge la poesía tanguera, dando origen a lo que podríamos llamar la primera etapa del tango, abiertácon el estreno de Mi noche triste, en 1918, y cerrada con la muerte de Carlos Gardel, en 1935.

Pero antes será preciso dar cuenta de una época previa, en la que aparecen sus primeros poetas y el tango comienza a desarrollarse como entidad propia. Si en sus orígenes no tenía versos, cuando a principios del siglo los de Angel Villoldo se hacen populares, no se había creado aún la profesión de cantante de tangos. Hubo que recurrir a las cupletistas Teresita Zazá, Linda Thelma, Inés Berutti, Lola Membrives y Pepita Avellaneda, sus primeras intérpretes.

Las letras de Villoldo no son tristes, reflejan la picaresca porteña y se detienen habitualmente en la temática amorosa, en la fácil conquista femenina. La incipiente fonografía argentina lo incorpora a sus filas y en 1903 aparece El porteñito grabado en cilindros de cobre, al que seguirán La caprichosa y, en 1905, la obra más famosa de Villoldo: El choclo.

La Boca, entretanto, era el barrio tano, donde se hacinaban los humildes inmigrantes napolitano;, Y fue allí también donde se reunieí-on los principales tangueros de entonces. Barcos amarrados en el Riachuelo, confusión de razas atrapadas por el alcohol y las mujeres, era la escenografía. La música esta,ba a cargo de Vicente Lo Duca, Francisco Canaro, Eduardo Arolas, Roberto Firpo y el mismo Villoldo.

Unos años antes se habían producido los debuts de Juan Maglio Pacho y Vicente Greco, dos músicos que concitarían la atención popular y que incorporaban definitivamente un instrumento de origen alemán, el bandoneón, sin el cual ya no se podrá concebir al tango. Pero habrá que esperar a Eduardo Arolas (1892-1924), bandoneonista, compositor y director, para que el tango acceda a la categoría de arte popular. Este hijo de inmigrantes franceses estrenaría su primera composición en 1910, a los dieciocho años, y desde entonces su obra superó las posibilidades expresivas de los primitivos conjuntos. Su aporte vanguardista influiría beneficamente en las posteriores orquestas de los grandes Julio de Caro y Juan Carlos Cobián.

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