_
_
_
_
_
Reportaje:La intervención italiana en la guerra civil española / y 7

Causas de la derrota italiana

¿Cuáles fueron las causas de la derrota italiana? La fuerza y rapidez de la acción republicana debe, sin duda, colocarse entre las principales causas; claramente, el hecho de que el grueso de la ofensiva hubiese sido confiada a un ejército italiano estimuló considerablemente la reacción de sus oponentes. El sentimiento nacionalista español y el fuerte antifascismo de los miembros de las Brigadas Internacionales se unieron como poderosos incentivos para lograr un rendimiento máximo de las tropas. Como ha testificado Vicente Rojo, Guadalajara vio la «más rápida y ordenada concentración de fuerzas realizadas por la República».La concentración republicana de tropas y material fue posible en gran parte por la incapacidad de los tropas de Franco en el Jarama, para montar una ofensiva que hubiese mantenido ocupados en este sector a las tropas republicanas. Una parte importante de las unidades que acudieron a Guadalajara habían tomado parte en la batalla del Jarama, incluyendo la XI y XII Brigadas Internacionales y la brigada de asalto de El Campesino.

La falta de apoyo de las fuerzas franquistas del Jarama a la ofensiva del CTV apunta a las especiales dificultades de una ofensiva combinada entre una de las partes de una contienda civil y un ejército extranjero. Los conocidos problemas de las alianzas bélicas se complican por las especiales exigencias de una guerra civil. Franco necesitaba ayuda de las armas y asistencia técnica italianas, pero la presencia de un ejército expedicionario que él no había pedido no favorecía en nada su posición política. Además, los italianos estaban ansiosos de lograr un rápido fin de la guerra, cosa que les permitiría dedicar su plena atención a la pacificación de Etiopía y les dejaría una mayor libertad de acción en la escena internacional. Franco, por el contrario, había aprendido en los meses anteriores que la participación y consolidación políticas era un proceso lento que exigía su tiempo. Temía que una victoria demasiado rápida no le permitiese pacificar los territorios ocupados, lo cual sería un semillero de problemas para el futuro. Aún más importante, los italianos estaban ansiosos de lograr victorias espectaculares que redundasen en su propia gloria, e insistían, por tanto, en utilizar sus tropas como una unidad en acciones decisivas. Franco, sin embargo, no podía menos de sentirse incómodo, ante la perspectiva de que las fuerzas italianas ganasen independientemente una batalla importante, y en especial, una batalla que condujese al colapso de la República. Si había de gobernar el país después de la guerra, Franco no podía permitir que la caída de Madrid fuese atribuible a un ejército extranjero.

Franco había dicho claramente a los italianos que no aprobaba sus planes para la ofensiva de Guadalajara, pero dada su dependencia de Italia, como fuente de armas y apoyo diplomático, no podía rechazar rotundamente la propuesta. Además, un ataque italiano al norte de Madrid tendría, aun cuando no lograse sus objetivos, las ventajas de suavizar la presión sobre sus propias fuerzas, situadas al sur de la ciudad. En estas circunstancias, aunque aprobó el plan italiano y prometió una pequeña ofensiva de apoyo en el Jarama, ni él ni sus oficiales tenían ningún incentivo para sacrificar sus tropas en aras de una victoria italiana. Esta parece ser la explicación más probable de la falta de apoyo por parte de tropas españolas durante la ofensiva.

Después que el ataque italiano fue detenido por los republicanos, de nuevo las condiciones de la alianza influyeron en el curso de los acontecimientos. Roatta estaba convencido de que no podía lograrse nada más en el sector de Guadalajara, o al menos, de que habían desaparecido las posibilidades de lograr una victoria rápida y decisiva sin grandes pérdidas. En consecuencia deseaba vivamente retirar sus tropas del frente lo antes posible, pero sólo podía hacerlo si lograba convencer a Franco de que las sustituyese por tropas españolas. Franco justificaba su negativa sosteniendo que las perspectivas eran favorables para una ofensiva, pero parece improbable que estuviese realmente convencido de lo que decía.

Un brindis por los republicanos

Una explicación más posible de su insistencia en que los italianos continuasen la ofensiva es que no les desagradaba el verles jugar un papel desgraciado y poco glorioso, y que no tenía ninguna prisa en ir en su ayuda. No disponemos de evidencia directa sobre los motivos y actitudes de Franco, pero parece claro que la arrogancia y aires de superioridad de los italianos habían molestado a muchos españoles. Después de la batalla de Guadalajara, muchos nacionalistas, y entre ellos, miembros del staff de Franco, brindaron a la salud de los republicanos que habían demostrado que los españoles, aunque fuesen rojos, podían a los mejores italianos. El propio Franco debió encontrar exasperante la inoportuna presión de sus aliados, que se habían forzado a aceptar un mando combinado y rehusaban dejarle dirigir la guerra a su ritmo y marea. Ahora que los papeles se habían invertido momentáneamente, y que eran los italianos quienes solicitaban su ayuda, no tenían prisa en aliviar la situación. Esto explica por qué, cuando sobrevino el ataque republicano del día 18 de marzo, las tropas italianas se encontraban todavía en el frente, a pesar de las urgentes y repetidas peticiones de Roatta para que fuesen sustituidos. Recientemente, un autor italiano ha sugerido que Franco planeó la derrota italiana de Guadalajara. En realidad, no existe evidencia de que previese o desease su derrota, pero las consideraciones políticas que aquí fueron discutidas, y las fricciones y rivalidades existentes en la alianza contribuyeron claramente a ella.

Las causas de la derrota italiana no se limitaron, sin embargo, a factores situados fuera de su control, como pueden ser la inesperada fuerza de la reacción republicana o la falta de colaboración del ejército nacionalista en la ofensiva. La debilidad y deficiencias del CTV, tanto entre las tropas como entre los mandos, contribuyeron también de forma importante a su fracaso. Al parecer los italianos sobreestimaron grandemente la capacidad de sus tropas, o no tuvieron en cuenta las exigencias que se les impondrían en operaciones de tipo de las planeadas. En vista de cómo se realizó el reclutamiento, no es sorprendente que muchos no se encontrasen en buenas condiciones físicas para el combate, y mucho menos para acciones de choque. En un informe enviado a Roma el 30 de marzo, el general Roatta se quejaba «de los muchos hombres casados y maduros que no eran muy agresivos». La mayoría de los 2.300 hombres a los que Faldella pasó revista, en abril de 1937, tenían entre veintiocho y treinta y dos años, y entre todos tenían unos 7.300 hijos, de una media de edad que superaba los tres años. Estas tropas habían recibido un precario entrenamiento. Algunos no sabían siquiera utilizar adecuadamente sus armas y muchos de los conductores y otros miembros del personal especializado estaban poco familiarizados con el material que habían de manejar. Quizá más importante aún que las deficiencias físicas y falta de entrenamiento de las tropas, era su falta de motivación. Tanto antes como durante la batalla, los propagandistas italianos trataron de elevar su moral, presentando a los republicanos como bárbaros responsables de innumerables atrocidades y describiendo la guerra como una cruzada anticomunista, así como realizando llamamientos a la lealtad personal hacia el Duce y a la responsabilidad de las tropas como representantes del fascismo en suelo extranjero.

Esta propaganda fue, sin embargo, un verdadero fracaso.

Odiar al enemigo

Mientras la batalla se desarrollaba, Roatta notó que uno de los más importantes defectos de sus tropas era «que no odiaban al enemigo». Incluso el propio Mussolini se vio forzado a admitir ante el gran Consejo Fascista que la falta de motivación había sido un factor importante en la derrota. Una «guerra doctrinal», observó, siempre es difícil, y cuando los soldados no sienten que están defendiendo sus propios ideales «no es fácil crear un espíritu bélico».

Otra parte importante de responsabilidad por la derrota del ejército italiano ha de atribuirse a Roatta y sus ayudantes: los italianos subestimaron claramente al adversario, suponiendo que, una vez roto el frente republicano, una sola división italiana podría llevar la ofensiva hasta Guadalajara. Quizá esto resultase comprensible a la luz de su experencia en Málaga, aunque un estudio más cuidadoso hubiese revelado que Málaga era uno de los sectores más débiles de todo el territorio republicano, y que era de esperar una resistencia mucho más obstinada en los alrededores de Madrid. Lo sorprendente es que después de que la ofensiva había sido ya definida el 10 de marzo, e incluso después de las duras luchas libradas en la carretera de Zaragoza el día 13, los italianos siguiesen subestimando al enemigo y no dieran los pasos necesarios para contrarrestar una posible contraofensiva republicana, que les cogió totalmente por sorpresa el 18 de marzo.

Los planes italianos de ataque fueron apresurados, incompletos y basados en información inadecuada. Las tropas, que iban a operar en el área entre Sigüenza y Guadalajara, debían haber sido equipadas y entrenadas para una campaña invernal, pero los italianos no tuvieron en cuenta este hecho. Duran.te los primeros días de la batalla, la mayoría de los soldados disponían tan sólo de uniformes coloniales, totalmente inadecuados para las heladas temperaturas con que se encontraron.

En la zona en cuestión puede circularse fácilmente con vehículos a motor por terreno seco, pero resulta impracticable tan pronto como empiece a llover. La fina capa de lodo que se forma inmediatamente después de una tormenta hace difícil la marcha, incluso de hombres a pie, y restringe el uso de vehículos a las carreteras pavimentadas. La rudimentaria red de carreteras disponibles en una zona escasamente poblada, como la de Guadalajara, resulta totalmente inadecuada para permitir un flujo de 2.400 camiones, además de las filas de artillería, tanques, camiones y columnas de soldados. Los embotellamientos detenían frecuentemente el tráfico, dejando sin suministros a las tropas en la carretera, al fuego aéreo y artillero. Estas dificultades podían haber sido fácilmente previstas, pero no lo fueron.

Algunos teóricos y dirigentes militares europeos, especialinente franceses, trataron de extraer de la experiencia italiana, en Guadalajara, conclusiones acerca de la eficacia de las tácticas de guerra rápida y acerca de las ventajas tácticas del apoyo aéreo. Las especiales condiciones bajo las cuales se libró esta batalla, hacen difícil el análisis a partir de este caso, pero tanto en Italia como en otros países, los defensores de tácticas más tradicionales vieron confirmadas sus opiniones, y los proponentes del nuevo sistema se vieron enfrentados a lo que parecía un serio fracaso del mismo.

Guadalajara y Málaga fueron las dos únicas batallas de la guerra civil en las que Franco permitió a los italianos jugar independientemente un papel central. En todas las acciones posteriores, insistiría en que aquellas operaciones, en el seno de unidades mayores, formadas principalmente por tropas españolas y mandadas por generales españoles. Ninguna de aquellas dos batallas fue de gran importancia en la guerra, pero Guadalajara fijó en la mente del público una imagen indeleable de la intervención italiana en España.

FIN DE LA SERIE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_