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De la libre circulación de las ideas a la libre circulación de espías

La «libre circulación de ideas y personas», acordada en Helsinki, se ha traducido hasta ahora, casi únicamente, en la libre circulación de los espías. A comienzo de este año, la prensa europea empezó a publicar listas de espías de la CIA y de la KGB, que merecieron, naturalmente, toda clase de protestas y desmentidos por parte de Washington y de Moscú; desmentidos que sirvieron, entre otras muchas cosas, para confirmar las noticias al respecto. Desde entonces, las diferentes guías azules del espionaje internacional se han convertido en elementos de consulta obligatoria. El sueño del espía propio está ya al alcance de cualquiera.Este status, hasta hace poco imprevisible, que ha adquirido el oficio de mirar por el ojo de las grandes cerraduras, parece haber alentado como nunca a los profesionales del este y del oeste, e incluso a los amateurs sueltos, como parece ser el señor Kuzniak, a quien se acaba de sorprender en Alemania con una maleta llena de planos del avión «Tornado», el más ultrasecreto de toda la historia de la OTAN. Seguramente el hecho de que el señor Kuzniak se haya limitado a usar una simple maleta para cargar un material por el que la Unión Soviética o Checoslovaquia estuvieron dispuestos a pagar entre 7 y 15 millones de dólares, debe haber sorprendido mucho, y hasta molestado, a las autoridades alemanas. Estas cosas no se conciben en Alemania, donde resulta de un gusto pésimo mezclar los calzoncillos con los secretos de Estado. Semejante frivolidad puede llegar a costarle al señor Kuzniak algunos años adicionales de cárcel. En comparación, el affaire que se acaba de descubrir en Suiza, por el cual se ha detenido al coronel-brigadier Jean-Louis Jeanmarie, es bastante más serio. Al menos en Berna aparece comprometida la embajada soviética en pleno; nadie anduvo por allí con improvisaciones ni desórdenes.

Claro está que si bien se mira, el trabajo del señor Kuzniak ha venido en cierto modo a reivindicar los viejos métodos del oficio, y a demostrar que también la artesanía puede imponerse, en materia de espionaje, a la sofisticación de los satélites y de las computadoras. Lo que ha quedado en entredicho es la tecnología. Y en este caso, la tecnología alemana. El futuro del señor Kuzniak se presenta oscuro.

Por si fuera poco, al señor Kuzniak se le ha ocurrido dejarse atrapar con su maleta en vísperas de elecciones. El affaire Guillaume ya le ha costado el puesto a un canciller como el señor Branelt. La socialdemocracia no ha logrado recuperarse del todo de semejante golpe. Desde 1974, el señor Strauss, que a veces usa lentes de aumente), ve espías por todos los rincones. Ahora, a la socialdemocracia le sacan de las manos -esta podría ser la interpretación de Strauss- unos secretos que no sólo pertenecen a la RFA, sino también a Italia y Gran Bretaña, y que además representaban una garantía militar frente a la URSS. La «desidia socialista» del señor Schmidt pone en ridículo, de un solo golpe, no sólo a la técnica y la seguridad de Alemania, sino también a la confianza que el país debe merecer de sus aliados. A los Ojos de un nacionalismo como el que la democracia cristiana está tratando de cultivar, tal «descuido» es imperdonable. De ahí a sugerir que algún «comunista» del SPD pudo haberle prestado la maleta a Kuzniak, sólo mediaria un paso, que el CDU-CSU no dudarla en dar si lo creyese conveniente para «sus» urnas. Pero es probable que se contenga; no todos los cómplices alemanes del señor Kuzniak tienen que ser, necesariamente, socialdemócratas, y hasta es posible que mañana se descubra entre ellos a algún democristiano. Un artesano como el señor Kuzniak es estrictamente apolítico, y tanto le valen los ayudantes de izquierda como los de derecha. Además no se sabe aún si lo robado fue robado, en realidad, en Alemania. Por suerte, todo eso se irá explicando -si es que se explica- más adelante, cuando las elecciones hayan pasado. Es seguro que para esas fechas los espías seguirán circulando con la misma libertad, pero ya quizá sin esas maletas que tanto afectan al «honor» alemán.

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