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Nuevas especulaciones sobre la crisis gubernamental francesa

, Bastó, ayer, una declaración específicamente gaullista, por parte del primer ministro, Chirac (que es, también, líder de los huérfanos del general), para que el espectro de la crisis gubernamental, latente desde hace varias semanas, volviese a ser motivo de rumores y especulaciones, que, de todas maneras, se concretarán en las semanas inmediatas. La condena explícita de Chirac, contra la «injerencia» de Kissinger, en los asuntos interiores de dos «Estados soberanos», Francia y Pakistán, que, como se sabe han negociado la venta, del primer país al segundo, de una central nuclear, fue interpretada en algunos círculos como una respuesta «agria» a las declaraciones de otros líderes de la mayoría, antigaullistas, que, los últimos días, aconsejaron a Giscard d'Estaing, la formación de una nueva mayoría.El antiamericanismo de. Chirac parece que se dirigía, en el plano de la política interior, al señor Lecanuet, de quien muchos sospechan «está a las órdenes de los americanos». El actual ministro de la Justicia, líder de los centristas reformadores. declaró hace tres días: «Al presidente de la República le interesa una nueva mayoría, coherente con sus orientaciones políticas. La Cámara actual de diputados fue elegida en tiempos de Pompidou y, en frente, hay un nuevo presidente que desarrolla una nueva política, enfocada hacia el porvenir.»

El americano Lecanuet, apuntaba, sin duda, a los nacionalistas de la UDR, gaullistas, que constituyen el partido más amplio de la mayoría. Al día siguiente, el secretario general de la UDR, señor Guena, conciliante, hizo un llamamiento «a la unión de la mayoría», condenando todas «las maniobras, vengan de donde vengan, que quieren dividirla». Al mismo tiempo, se encargó de subrayar que la UDR es el partido más importante de la mayoría, «al lado de Jacques Chirac», y que, con sus aliados, es un partido responsable y leal a la mayoría presidencial.

Conviene recordar que el señor Lecanet militó en el antigaullismo intransigente durante los septenatos de De Gaulle y de Pompidou. Después, se enamoró locamente de Giscard. Y para muchos hombres del gaullismo, como de la oposición, cuando hace declaraciones hirientes, contra los gaullistas, habla con el permiso del presidente de la República.

Los elementos apuntados explicarían, a juicio de los comentaristas, la nueva etapa de la guerrilla, entre gaullistas y gisciardianos que precede al eventual cambio de primer ministro y de Gobierno, las semanas próximas.

Por otra parte, los contactos del líder de los radicales de izquierdas, señor Fabre, firmante del Programa Común de la oposición, con algunos gaullistas, como el señor Nungesser, ponen nerviosos a los partidos de la mayoría y a los comunistas. Durante las últimas horas, varios líderes de la clase política que gobierna, se están esforzando para convencer a la opinión de que «no hay desentendimiento en la mayoría». Esto nadie lo cree. Y cada cual espera la llegada del presidente, dentro de diez días, con inquietud o con ilusión.

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