La culpa no es de la Iglesia
Bastantes injerencias e intromisiones indebidas se le cuelgan a la Iglesia, y muchas de ellas con toda razón, para que se le cuelgue ahora una que no es suya: la Iglesia nunca se ha metido en que se inscriba en el Juzgado a los hijos con el nombre que apetezca, esté o no en el Santoral. Si lo hace el oficial del Juzgado en virtud de alguna ley o decreto civil, de eso no tiene culpa la Iglesia.Ni tampoco ha podido sugerir tal conducta, ni menos forzar, al mismo Estado para que así lo disponga. Y esto, por la sencilla razón de que ni siquiera obliga, por su misma ley eclesial, a los párrocos a que pongan nombre de santo a los bautizados.
A éstos solamente les dice que «procuren que se imponga nombre cristiano al bautizado; y si no pudieren conseguirlo añadan al dado por los padres el nombre de algún Santo y consignen ambos en el libro de bautizados» (Código Eclesiástico, art. 761)
Si para los que se profesan cristianos, puesto que llevan a sus hijos a bautizar, no exige radicalmente un nombre del Santoral, ¿cómo va a exigirlo indiscriminadamente a todo el mundo en la anotación en el Registro Civil?
La Iglesia, como toda institución compuesta de hombres, tiene muchas culpas; pero esa precisamente, no.